New York Times Syndicate

Un traficante de personas con temor a Dios

Abu Mohammed, es un traficante de inmigrantes con base en Turquía, negocio que ha crecido mientras continúa la guerra civil de Siria; gana alrededor de 500 dólares por pasajero organizando grandes barcos cargueros, suministrados por empresarios egipcios para transportar a otros sirios hasta Europa.

SIDE, Turquía - Él dejó su hogar en Siria, desgarrada por la guerra, hace más de un año atrás y emprendió la marcha más de una docena de veces, dijo, en peligrosas y desafortunadas travesías por el mar hasta las tierras prometidas de Europa Occidental. Nunca llegó. En su último intento, el barco pesquero en que viajaba volcó, matando a 44 personas, incluido uno de sus mejores amigos.

"Nadé durante 11 horas y media antes de que me rescataran los turcos", dijo el hombre. "Fue en ese momento que me di cuenta de que nunca llegaría a Europa. Así que decidí quedarme y ayudarle a la gente a llegar allá".

La decisión terminó siendo lucrativa para el hombre, quien es conocido como Abu Mohammed, pseudónimo que eligió para proteger su identidad debido a la naturaleza ilegal de su trabajo y el hecho de que lo busca Interpol, dijo.

Abu Mohammed, carismático ex asistente de cirujano de un cardiólogo, ahora es un crucial operador en una extensa operación de tráfico de inmigrantes con base en Turquía, que ha crecido año con año mientras la guerra civil de Siria sigue machacando. Él gana alrededor de 500 dólares por pasajero organizando grandes barcos cargueros, suministrados por empresarios egipcios para transportar a otros sirios hasta Europa. Trabaja con tres socios en Turquía y dijo que ellos habían transferido miles de sirios a Europa a lo largo de los últimos cuatro meses.

Pese a la lucrativa naturaleza de su negocio, insistió en que él y sus socios estaban motivados por el deseo de ayudarles a sus paisanos sirios, poniendo incluso a algunos de sus propios parientes en barcos con rumbo a Europa. Abu Mohammed dijo que se aseguraba de que los barcos fueran apropiados para el mar. Y para este reportero que pasó una semana observando sus operaciones, parecía más cauteloso que otros traficantes, negándose a permitir que embarcaciones pequeñas fueran hacia los barcos contenedores cuando las condiciones eran peligrosas.

"Muchos de los traficantes aquí son sirios y todos tememos a Dios", dijo. "En cada embarcación hay un familiar de una familia extendida o una madre, o un hijo. Nosotros no queremos enviar a las personas a su muerte".

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HUYENDO DE LA GUERRA

Más de tres millones de sirios han huido de la guerra civil en su país en los últimos cuatro años, en tanto expertos lo han calificado como la mayor migración masiva desde la final de la II Guerra Mundial. La mayoría de los refugiados han huido a Turquía, Jordania y Líbano, países que han enfrentado dificultades con las exigencias de tantos recién llegados. A medida que la guerra sigue sin final a la vista, un número creciente de refugiados está recurriendo a operaciones de tráfico humano como una forma de llegar a Europa.

La Unión Europea ha criticado a Turquía por no hacer suficiente para aplicar severas medidas en contra del tráfico. El tema ha cobrado nueva importancia en las consecuencias de los ataques terroristas en París, al tiempo que funcionarios europeos se preocupaban por sus propios ciudadanos, quienes se estaban sumando a grupos de militantes en Siria e Irak, así como regresando a casa entre grupos de refugiados para perpetrar ataques. Abu Mohammed dijo que él no permitía militantes en sus barcos y que exigía referencias de todos los pasajeros potenciales.

El año pasado, 200 mil inmigrantes - más de la mitad de los cuales era de Siria y Eritrea - llegaron a Europa, por arriba de los 63 mil que llegaron en 2013, con base en el Alto Comisionado de Naciones Unidas para Refugiados. Miles murieron mientras intentaban cruzar el Mediterráneo en decrépitas embarcaciones suministradas por traficantes. Abu Mohammed dijo que ninguno de los barcos que él administra había sufrido bajas. No fue posible verificar su afirmación, pero ex pasajeros dijeron que lo habían elegido porque tenía la reputación de cuidar de los refugiados y llevarlos a Europa de manera segura.

En últimas fechas, Abu Mohammed despacha a sus clientes desde las aisladas caletas alrededor de Side, pequeño pueblo vacacional en la costa. En una noche reciente, con la ayuda de sus socios turcos, quienes suministran pequeños botes pesqueros, él logró llevar alrededor de 200 refugiados sirios, muchos de los cuales se habían estado quedando en hoteles y centros vacacionales, a un barco carguero remodelado en aguas internacionales, aproximadamente a 55 kilómetros de la costa. Ahí, ellos esperaron a otro grupo antes de emprender camino a Italia.

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Uno de los refugiados, Mohammed al-Nasir, de 24 años de edad, esperó con su primo y otro pasajero antes de abordar uno de los pequeños botes. Él había pasado el último año en Estambul, trabajando como empleado de limpieza, pero se las ingenió para ahorrar suficiente para el viaje. Los precios de los viajes son altos, y muchos de los sirios, en su mayoría de clase media, tienen que vender sus casas y posesiones para comprar boletos.

"Con todo lo que hemos visto y por lo que hemos pasado, estamos preparados para sacrificar todo solo por obtener un mejor lugar", dijo Nasir, quien había estado durmiendo en restaurantes y autobuses durante más de una semana, esperando subirse al barco. "Somos indiferentes a la seguridad en el mar porque enfrentamos riesgos mayores de muerte en casa. Solo queremos llegar allá ahora".

El flujo de refugiados como Nasir al interior de Turquía se ha acelerado en los últimos meses, conforme se ha ido reduciendo la magnitud de los esfuerzos europeos por atacar a traficantes y rescatar a inmigrantes. En octubre, una iniciativa de búsqueda y rescate, llamada Mare Nostrum fue reemplazada por la misión Tritón, encabezada por la Unión Europea, que tiene un mandato y finanzas más limitados.

La misión italiana mandó patrullas por la costa libia, abortando muchos viajes antes de que pudieran llegar a Europa y rescataron hasta 100 mil inmigrantes en un año.

Turquía se ha convertido en un nuevo centro para traficantes, muchos de los cuales operan fuera de Mersin, importante ciudad portuaria en la costa suroriental del Mediterráneo. Los traficantes hacen uso de intermediarios para encontrar clientes en ciudades turcas donde hay grandes poblaciones de refugiados; después, los refugiados se abren camino hasta puertos como Mersin y esperan su pasaje a Europa.

Además, se hace uso ampliamente plataformas de medios sociales para anunciar los servicios de traficantes. Publican coloridos anuncios con imágenes de famosos paisajes europeos en Facebook. "Viajes de Mersin a Italia: "Cinco mil dólares por persona", leía una publicación con un telón de fondo de la Torre Inclina de Pisa.

"Barco carguero" estaba impreso en un pequeño banderín más abajo. Los inmigrantes también usan grupos de Facebook para evaluar a los mejores traficantes, compartiendo números telefónicos y comparando precios, que van desde 4 mil hasta 6 mil dólares por persona.

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El aumento en la actividad de puertos turcos como Mersin ha captado la atención de las autoridades y, en las últimas semanas, Abu Mohammed y otros traficantes han informado que han visto más patrullas de la guardia costera de Turquía e inspecciones de las pequeñas embarcaciones empleadas para transportar inmigrantes fuera de los barcos contenedores. El aumento en la vigilancia llegó después de que la Comisión Europea cuestionara a Turquía el mes pasado con respecto al flujo constante de barcos cargueros que vienen del área en torno a Mersin.

Turquía dijo que se había abrumado por llegadas de refugiados y que era imposible detener el flujo de inmigrantes.

"Hemos recibido casi 2 millones de refugiados sirios mientras Europa ha recibido apenas lo mínimo. Tan solo es natural que los refugiados busquen rutas ilegales para llegar allá", dijo un funcionario gubernamental, quien habló de manera anónima, siguiendo el protocolo del gobierno. "Nosotros hacemos todo lo que está en nuestra capacidad para intentar detenerlos, pero los números son tan grandes actualmente que es imposible vigilar toda actividad de tráfico ilegal", agregó.

En Mersin, Abu Mohammed se sienta en su casa y responde a telefonemas de pasajeros que ya llegaron a Italia. En una llamada, pone el teléfono en altavoz y sonríe mientras un hombre le agradece por haber llevado a su familia a Italia.

"La gente ha llegado a confiar en mí", dijo.

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