New York Times Syndicate

Hawai: arena, sol y… ¿nieve?

Frío y altura es lo que menos espera uno si se va de vacaciones a esta isla paradisíaca, popular por sus grandes olas y sus bebidas tropicales. Sin embargo, Hawai esconde un secreto. 

Congelación y vértigo no eran exactamente las sensaciones que yo tenía en mente cuando empecé a planear mis vacaciones hawaianas.
Sin embargo, ahí estaba yo, escuchando una información de seguridad de voz de Katie, una guía que estaba a punto de llevarnos a mí y a un pequeño grupo de otros turistas a la cumbe de 4 mil 205 metros del Mauna Kea en la isla de Hawái. Las mujeres embarazadas realmente no deberían realizar este recorrido, nos advirtió Katie. Ni tampoco los menores de 16 años. Y las personas mayores, olvídenlo.

Nuestro grupo de treintañeros satisfactoriamente atléticos estaría bien, dijo Katie. Pero si cualquiera de nosotros se sentía un poco mareado o con frío, ella tenía algo de oxígeno extra y un par de pesados abrigos de invierno en su camioneta.

Ir desde el nivel del mar en la localidad de Hilo, donde se sentían unos agradables 27 grados centígrados, al aire ligero por encima de la copa de los árboles donde hay 40 por ciento menos oxígeno y, en esa tarde de fines de marzo, un helado viento por debajo de cero, iba a requerir algo de aclimatación mental y física.

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Este es el Hawái que la mayoría de los estadounidenses continentales no saben que existe. Es un lugar de una enorme diversidad geográfica donde los volcanes humeantes, un desierto alpino y neblinosos bosques tropicales están contenidos dentro de un área menor al tamaño de Connecticut. Ésta es la Isla Grande.

Hilo fue donde mi acompañante, Brendan, y yo establecimos nuestra base para la primera de seis noches. Su sencillez estableció el tono de nuestro viaje. Había una sensación de serenidad y modestia que se volvería agradablemente familiar en la mayor parte de los lugares que visitamos.

Las únicas opciones de hoteles son principalmente pequeños establecimientos locales. Seleccionamos Arnott's Lodge, un pequeño recinto de habitaciones estilo departamento perfectamente adecuadas que no nos costó más de 100 dólares por noche. Arnott's también realiza recorridos por la isla, y así fue como contactamos a Katie.

Katie nos llevó a nosotros y a un pequeño grupo de turistas desde ahí hasta la cumbre del Mauna Kea. El recorrido hasta la cima llevó alrededor de hora y media, sin incluir una escala de 45 minutos en el centro de visitantes a 2 mil 473 metros. Katie nos alentó a caminar por ahí un rato para acostumbrarnos a lo que encontraríamos en la cima.
Mientras realizábamos el recorrido de esos últimos mil 524 metros verticales en la camioneta, dejamos detrás todo signo de vegetación. Los arbustos espinosos y árboles pequeños desaparecieron. No había más que piedras de un color pardo oxidado. Y luego un blanco cegador.
Incluso a finales de marzo, un manto de nieve vidriado como hielo aún cubría gran parte de la cumbre. Vimos pistas de esquí recientes en algunos de los costados de la montaña, y varios niños usaban tablas para flotar en el agua como trineos. Los bancos de nieve al lado del camino tenían más de un metro de altura en algunos lugares. Como estábamos muy por encima de la capa de nubes, el sol era brillante.
Mientras el viento aullaba y nuestros rostros se congelaban, vimos al sol perderse en el horizonte justo al oeste de Maui, que se vislumbraba en la distancia.

Un hecho sobre la Isla Grande que pareció ineludible conforme recorríamos de una localidad a otra fue cómo la naturaleza parecía pretender obstinadamente impedir que alguien se sintiera demasiado cómodo. Me lo recordaban los reportes de la defensa civil en la radio todos los días, los cuales alertaban a los isleños de los movimientos más recientes del flujo de lava.

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Lo vi en los bosques llameantes que estaban siendo envueltos lentamente por el deslizamiento de la lava, y en un tramo de asfalto que era todo lo que quedaba de un camino destruido en el Parque Nacional de los Volcanes de Hawái.

Uno de los mejores puntos de observación desde el cual absorber la continua destrucción y creación de la Isla Grande es desde un helicóptero. Brendan y yo pagamos alrededor de 270 dólares cada uno por un recorrido organizado por Paradise Helicopters en Hilo que duró alrededor de una hora. Inicialmente me mostré escéptico. Pero, visto en retrospectiva, no puedo imaginar hacer el viaje sin ver cómo es un volcán activo desde el aire.

Para explorar el parque, tomamos como base la aldea de Volcano, justo en las afueras de sus límites. A una elevación de casi 1,219 metros, Volcano es notablemente más fría que a nivel del mar.

Pernoctamos en el Volcano Rainforest Retreat, una colección de bungalós estilo japonés rodeados de frondosos helechos y bambú.
El parque mismo estaba a unos minutos más por el camino. Durante el día, condujimos hasta donde el parque termina en el océano. Serpenteamos a través de campos de lava que parecían como el escenario de una película de extraterrestres, yermos y pardos con pocas señales de vida. Un letrero nos alertó de la fecha en que empezó el flujo de lava por el que estábamos circulando: 1974, lo cual, señaló Brendan con asombro, le hacía algunos año más viejo que nosotros dos.

Ver el parque de día es una cosa. Pero muchos visitantes no se dan cuenta de que regresar de noche puede ser igualmente impresionante. Desde un mirador no lejos del principal centro de visitantes, se puede ver la caldera brillando a la distancia. Ese cráter humeante que se ve de día ilumina el cielo de noche con un resplandor anaranjado.

Incluso se puede hacer esto de la manera civilizada, con un coctel en la mano. Brendan y yo nos detuvimos en Volcano House, un hotel dentro del parque con un restaurante y bar con vistas panorámicas del cráter.
Considerando el tiempo que lleva llegar a Hawái, ¿quién puede culparle de desear aparcarse en una felicidad inmóvil en la playa?

Decidimos intentar un poco de eso por dos días. Y finalmente nos dimos cuenta de que sería una injusticia encerrarse en un centro turístico de la Isla Grande por una semana.

Nos quedamos en el hotel más caro de la Isla Grande, el Four Seasons en Hualalai en la más cálida y más seca costa occidental. Quizá su exorbitancia resultó demasiado fuera de lugar para dos viajeros que habían pasado los últimos días descubriendo la belleza modesta de Hawái. O quizá fue que, con un precio de 1,300 dólares por noche, estábamos un poco más alertas de las cosas que no funcionaban.

Pero concluimos que, para una tarifa por noche que es igual a un mes de renta en muchos lugares, el hotel era imperdonablemente tacaño y frustrantemente poco servicial en alguna formas.

Eso no quiere decir que nuestra estadía fuera horrible. Difícilmente. Nuestra habitación estaba elegantemente decorada con maderas oscuras y tenía un elevado techo a dos aguas. Estaba a unos pasos de la playa, y nos dormíamos en medio del sonido del oleaje. Los productos de baño eran suntuosos.

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Pero las extravagancias como el Four Seasons no son la razón por la cual la mayoría de las personas visita la Isla Grande. Y recordamos esto cuando nos aventuramos en nuestra última tarde completa ahí a un paseo hasta la pequeña localidad de Hawi. El recorrido en auto nos llevó a través de un pequeño ecosistema tras otro, desde secos campos de lava cubiertos de cactus hasta pastizales ondulantes de brillante pasto verde donde vagaba el ganado detrás de cercas de alambre de púas y planicies cubiertas de pinos.

Hawi es como muchas pequeñas ciudades sin semáforos en la Isla Grande en que su arquitectura parece, bastante incongruentemente, sacada del Viejo Oeste. Había una excelente selección de lugares donde tomar un café Kona y un helado, y una impresionante colección de artesanías y obras de arte hechas por artistas locales. Almorzamos en Sushi Rock, que sirve platillos con un toque local estrafalario, como filete miñón asado de uno de los ranchos ganaderos cercanos.

Hawi fue un lugar grandioso para culminar nuestra visita explorando la punta norte de la isla. Terminamos ahí después de caminar por el Valle de Polulu, uno de varios profundos cañones en el extremo norte que se han forjado en la costa y están rodeados de cascadas y cubiertos de frondosa vegetación.

Mientras trepábamos de nuevo y pasábamos por las montaña para regresar al Four Seasons, pudimos ver la cumbre del Mauna Kea salpicada de nieve.

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