New York Times Syndicate

En medio de atentados surgen los héroes

En los diversos ataques terroristas que Francia ha sufrido en los últimos años, ha destacado la actuación de personas comunes y corrientes que en lugar de huir, decidieron arriesgar su propia integridad para tratar de detener el ataque o ayudar a heridos.

NIZA, FRANCIA. Los ataques terroristas en Francia suceden con tanta frecuencia que pueden ser considerados parte de un penoso ritual: una carnicería seguida por la incredulidad, después condenas, condolencias y capillas de flores, velas y cartas para las víctimas.

Empero, ver los ataques únicamente desde este punto de vista es pasar por alto el único elemento que podría sacar a flote el espíritu nacional: en casi todos los episodios terroristas acaecidos aquí ha habido personas comunes y corrientes que arriesgaron su propia integridad para tratar de detener el ataque o para echarles una mano a los heridos, en lugar de huir corriendo.

Algunos de esos héroes han sido reconocidos de inmediato, aunque hay muchos más que nunca reciben reconocimiento o que lo reciben en forma retrasada.

"Lo que vi fue algo horrible ... gente aplastada; tenía que detenerlo", declara un hombre de 48 años de edad llamado Franck, que no quiso dar su apellido pese a haber sido condecorado por el gobierno de la ciudad de Niza. Él intentó detener al conductor del camión de carga que arrolló a decenas de personas el 14 de julio, durante la celebración del día de la Bastilla.

Empleado del aeropuerto de Niza, Franck iba en una motoneta y, en una fracción de segundo, decidió perseguir el camión. Cuando lo alcanzó, lo embistió sin lograr detenerlo. Fue derribado y cuando se levantó corrió tras el camión, logró trepar en él y empezó a golpear al conductor por la ventana abierta.

Cuando el conductor, Mohamed Lahouaiej Bouhlel, trató de dispararle a Franck, el arma se atascó. Franck trató infructuosamente de abrir la puerta, luego de entrar por la ventana pero el conductor lo golpeó en la cabeza con el arma y él se cayó, rompiéndose una costilla y lastimándose feamente la espalda.

Franck señala que estaba satisfecho mientras peleaba con él, pues no estaba arrollando a más personas. "Él estaba concentrado en mí; en ese momento no podía matar más gente", afirma.

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Otros dos hombres hicieron intentos similares, aunque menos prolongados, y también recibieron medallas de la ciudad: Alexander Migues persiguió al camión en su bicicleta y Gwenael Leriche, repartidor de 26 años de edad, corrió detrás del camión sin más arma que un cortaplumas y trató de subirse el camión por los estribos cuando el vehículo se detuvo.

Ellos no son únicos. Desde al ataque contra la revista satírica Charlie Hebdo del 7 de enero de 2015, casi todos los atentados en Francia han producido héroes.

Está el caso de Lassana Bathily, inmigrante musulmán de Mali, que escondió en el sótano a los clientes de una tienda de abarrotes en las afueras de París, y después logró sacarlos a escondidas, mientras el terrorista Amedy Coulibaly tenía en rehenes a varias personas en el piso de arriba. Esto ocurrió dos días después del ataque a Charlie Hebdo.

En abril del año pasado, en Villejuif, una entrenadora de acondicionamiento físico y madre, Aurélie Châtelain, de 32 años de edad, se negó a entregarle su auto a Sid Ahmed Ghlam. Las autoridades aseguran que Ghlam pensaba matar a tiros a los asistentes de una iglesia en los suburbios.

Después de negarse, ambos lucharon y en medio de la batahola, el arma se disparó y ambos recibieron un tiro. Ella murió y Ghlam pidió ayuda a la policía. Fue arrestado y sigue en prisión, aunque él alega que no le disparó a la mujer.

Châtelain recibió en forma póstuma la Legión de Honor, pues su familia y amigos señalaron que si quienes detuvieron a un pistolero que estaba por lanzar un ataque en el tren Thalys de alta velocidad de Ámsterdam a París recibieron la más alta condecoración que otorga Francia, ella también la merecía.


El ataque frustrado en el tren ocurrió casi exactamente hace un año, cuando un hombre descamisado salió del baño del tren blandiendo un rifle de asalto Kalashnikov y una pistola Luger. Los tres estadounidenses que lo detuvieron fueron condecorados por el presidente de Francia, François Hollande, junto con un británico y un franco-estadounidense, Mark Moogalian, que fue el primero en detener al pistolero, Ayoub El Khazzani. Moogalian recibió un tiro en la trifulca pero sobrevivió. La intervención de estos hombres impidió lo que pudo haber sido una carnicería.

El 13 de noviembre, extremistas con lazos con el Estado Islámico atacaron un teatro, un estadio y varios restaurantes en París y sus cercanías. En esa ocasión, numerosas personas hicieron esfuerzos extraordinarios por ayudar a las demás. Una de ellas fue Ludovic Boumbas, de 40 años y ascendencia congolesa, que vivía en Lille y estaba celebrando el cumpleaños de una mesera del café bar La Belle Equipe. Un grupo de hombres armados empezó a dispararles y él saltó frente a una joven que estaba en la fiesta. Él recibió un tiro fatal y ella, aunque resultó herida, logró sobrevivir.

En julio, la hermana Danielle Delafosse superó su miedo cuando unos terroristas entraron en la pequeña iglesia de St.-Étienne-du-Rouvray, en Rouen, Francia, con la intención de matar a los feligreses. Ella slaió corriendo de la iglesia, encontró a alguien con un teléfono y le pidió que llamara a la policía. Los agentes del orden, por desgracia, llegaron demasiado tarde para salvar al padre Jacques Hamel, de 85 años de edad, que fue asesinado, pero quizá a tiempo para evitar un baño de sangre.

Aunque el heroísmo que llama la atención suele ser el de aquel que arriesga la vida o su integridad física, hay muchos que actúan de forma menos conspicua pero que, no obstante, trascienden el momento. Responden con un extraordinario compromiso para ayudar a los heridos en circunstancias que muchos considerarían abrumadoras. En Niza, eso se refiere también a los médicos, técnicos radiólogos, enfermeras y bomberos que trabajaron horas extra tratando a los heridos y buscando reunir a los niños perdidos con su familia.

Está el caso también de Gilles Thévenet, propietario del High Club, una popular discoteca de Niza que da a la Promenade des Anglais, que rápidamente convirtió su centro nocturno en centro de emergencias para los rescatistas.

Thévenet no sabe cuándo regresará a su negocio, si es que regresa, especialmente porque en Niza se sabe que en el piso de baile estuvieron tendidos los muertos y los heridos. Pero él confía en que sí.

"Tenemos que volver a encontrar la atmósfera de fiesta, que ha sido nuestra proteína desde hace once años", declara. "Está fuera de discusión ceder ante los terroristas."

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