New York Times Syndicate

En este país, nada dice ‘te amo’ como un diente de cachalote

En esta isla, los tabua -dientes de cachalote- tienen gran demanda ya que se considera de buena suerte e incluso con poderes sobrenaturales para los matrimonios.

Ubicada dentro de una plaza comercial oscura en Suva, una ciudad de otro modo encantadora en el Pacífico Sur está la casa de empeños Henry's Pawn Shop. Ahí, Joseph Baivatu, de 29 años de edad, se prepara para hacer el siguiente pago sobre un apartado de algo muy especial: un gran diente de cachalote. Conocido como tabua en Fiji, un diente de cachalote a menudo es dado por un novio y su familia a los padres de la (con suerte) futura novia del hombre cuando pide permiso para casarse con ella.

"Toda mi vida he querido casarme, así que doy mis bienes y mi tiempo", dijo Baivatu, un técnico de Vodafone en Suva, la capital y la ciudad más grande de Fiji. "Doy el tabua, y eso significa 'Te amo' desde dentro".

Baivatu, quien tiene una voz suave que contrasta con su elevada estatura y amplia complexión, dijo que aún no había conocido a la futura señora Baivatu, pero ese detalle no lo detiene. Está decidido a estar listo con los tabuas cuando ella aparezca en su vida.

Tabua se traduce aproximadamente como "sagrado" en fiyiano. La valiosa reliquia, asociada con la buena suerte e incluso poderes sobrenaturales, tradicionalmente ha allanado el camino para los matrimonios en esta nación de más de 300 islas.

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Con pocos países que aún cacen ballenas y leyes que limitan el comercio internacional de especies en peligro como el cachalote y sus especímenes, el número de tabuas que circulan en Fiji está menguando, causando que aumenten los precios. Un solo diente ensartado en un cordón entretejido como un pendiente enorme en un collar puede costar cientos o incluso miles de dólares. Baivatu pretende comprar 12 dientes, los cuales dijo representarían tres meses de su salario.

Pese al costo, dar tabuas "sigue siendo una costumbre muy viva y parte de nuestra cultura", dijo Apo Aporosa, un investigador de antropología de origen fijiano que reside en Nueva Zelandia. La práctica es más común en áreas rurales, dijo, pero incluso en las áreas urbanas, la tradición continúa entre algunas familias.

La mayoría de las familias nobles descendientes de los jefes conservan una provisión de tabuas disponibles para cuando un hijo los necesite. Sin embargo, los románticos de los tiempos modernos que eligen mantener viva la tradición a menudo requieren algunos viajes a una casa de empeños en un centro urbano como Suva.

Con unos 90 mil habitantes, Suva da la sensación de una localidad grande. Congestionan las calles estrechas coloridos autobuses cuyas sus ventanillas carecen de cristales para hacer un poco más soportable la humedad. Igual de colorido es el corazón de la ciudad: el mercado de frutas, verduras y flores donde los aldeanos acuden diariamente para vender sus productos.

Además de los compromisos, los tabuas son regalados en bodas, funerales y nacimientos, y para sellar una disculpa.

Los tabuas "esencialmente comunican que el poseedor o quien lo presenta tiene en muy alta estima la santidad del acuerdo, promesa, etc.", escribió en un correo electrónico Simione Sevudredre, del departamento en el gobierno de Fiji que supervisa los asuntos indígenas.

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Durante los días de las tribus belicosas, antes de que Fiji se convirtiera en colonia británica a fines del siglo XIX, si un jefe quería que se matara a alguien y era incapaz de hacerlo él mismo, ofrecía un tabua a otra tribu para que se encargara del asunto. Este fue el caso con un desafortunado misionero británico del siglo XIX, el reverendo Thomas Baker.

Según la leyenda nacional, el misionero ofendió al jefe de una aldea, quien luego ofreció un tabua a otra tribu para que lo matara. En 2003, los descendientes de la tribu que mató ⎯ y rápidamente se comió ⎯ a Baker presentaron 100 tabuas a los ancestros del misionero en un esfuerzo por romper lo que era considerada una maldición en el área relacionada con la muerte.

En un mercado de artesanías en el centro de Suva, Sarah Naviqa, una tendera, estaba sentada en un diminuto puesto rodeada de tapetes, bolsos y abanicos entretejidos con hojas de pandanus. Colocó sobre la mesa una bolsa de plástico azul que contenía media docena de dientes de cachalote. Algunos eran de color crema. Otros tenían una tonalidad café. Su tamaño variaba desde la longitud de la mano hasta la longitud del antebrazo. El más grande pesaba alrededor de 1.5 kilos y costaba unos mil dólares.

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Comprar un tabua antes de un compromiso matrimonial también es una señal de estatus, dijo.

"Significa que la familia del hombre es bastante rica", dijo Naviqa, cuyo esposo le presentó seis tabuas a su familia en 1970.

Los padres dieron su bendición para el matrimonio, pero Naviqa dijo que finalmente ella había tomado la decisión.

"Yo estaba trabajando y era muy independiente", dijo.

Naviqa mantiene una existencia de tabuas disponibles comprándolos a familias que pasan por problemas financieros.

"Una vez que tienen apuros financieros es cuando tienen que vender estos artículos", dijo. "Se siguen reciclando, ¿eh? Y es muy buen negocio. Entre más se reciclen, mejor para nosotros".

Un especialista en pesca de una organización conservacionista sin fines de lucro, Waisea Batilekaleka, de 34 años de edad, estaba regresando recientemente a Suva de un viaje de trabajo en uno de los muchos transbordadores que vinculan a la ciudad con las islas periféricas. Batilekaleka dijo que en la época de su compromiso y su boda en 2002, había dado casi 20 tabuas a la familia de su esposa.

Algunos los heredó de su familia y otros provinieron de su mataqali, o clan. Batilekaleka también ahorró durante tres años para los cuatro que compró él mismo. le dio a su esposa un anillo de diamantes, lo cual sigue siendo raro en gran parte de Fiji.

Batilekaleka dijo que ahorrar para los tabuas, los cuales le costaron hace 15 años unos 150 dólares cada uno, había demostrado que estaba "dispuesto a hacerse cargo de esta responsabilidad de convertirse en esposo y padre".

Pese al valor dado a los tabuas, los fijianos tradicionalmente no cazaban ballenas. Más bien, eran los cazadores de la vecina nación isleña de Tonga quienes mataban a las ballenas y vendían los dientes a los fijianos. Ese suministro se suspendió cuando Tonga prohibió la cacería de ballenas por decreto real en 1978.

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Dos décadas después, Fiji firmó un tratado mundial que restringía el comercio internacional en especies en peligro y sus partes, incluidos los dientes de cachalote. Una exención cultural permite la exportación de 225 tabuas cada año, según Sarah Tawaka, agente ambiental del Departamento de Medio Ambiente de Fiji. Se requiere un permiso especial para traer dientes de cachalote a Fiji, escribió Tawaka en un correo electrónico.

Los fijianos emprendedores se han aprovechado de los cachalotes muertos que encallan en las playas. La mandíbula y los dientes de un cachalote encontrado muerto en la isla Nukulau cerca de Suva en 2015 fueron rápidamente retirados, según The Fiji Times. Los cachalotes muertos en Tonga enfrentan destinos similares.

Están circulando tabuas hechos de plástico, según vendedores en Suva, quienes dijeron que tenían formas de identificar las falsificaciones.

"Usamos cerillos encendidos que acercamos al tabua", dijo Rachel Turaga, de 19 años de edad, empleada en Henry's Pawn Shop. "Si se derrite, es falso".

Han pasado cinco meses desde la entrevista con Baivatu en Henry's Pawn Shop, y su búsqueda de esposa continúa.

"Sigo buscando", dijo a través de una conexión telefónica irregular.

El lado bueno es que ahora tiene 11 tabuas, uno menos que su meta.

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