New York Times Syndicate

El ‘médico’ especializado en cactus

Rilée Leblanc, conocido como el “médico de los cactus” – es el especialista al que recurren; Leblanc y sus equipos de trabajo atienden a muchas plantas enfermas porque las riegan demasiado o las colocan demasiado juntas. Trabajan todos los días del año e incluso el día de Año Nuevo fueron 10 horas completas.

PARADISE VALLEY, Arizona – El envejecido paciente, espinoso y tenso, se alzaba por encima del doctor y mostraba diversos síntomas inquietantes. El médico notó una mala postura, piel encallecida, ramas con marcas profundas. Temía que la sobrevivencia dependiera de una acción drástica, quizá hasta cortar.

Un saguaro, ese suculento símbolo del suroeste estadounidense, necesitaba atención médica, y Rilée Leblanc – también conocido como el "médico de los cactus" – es el especialista al que recurren quienes tienen cactus en estos lares.

Considera que su conexión con las plantas es algo espiritual, y una mañana reciente, examinó el saguaro, tratando de detectar qué lo aquejaba. Medía casi nueve metros de altura, pesaba unos 5 mil 440 kilogramos y se inclinaba peligrosamente hacia una casa. Leblanc revisó cuidadosamente la gruesa piel en la base y estimó que tendría más de 100 años de edad.

"Todos tienen su personalidad", notó Leblanc, de 66 años de edad, con una boina, entrecerrando los ojos por el resplandor del sol. "Todos tienen problemas distintos. No puedes amontonarlos".

Hoy día, las plantas del desierto a las que Leblanc cuida tan apasionadamente, se encuentran en medio de un renacimiento en Arizona, reforzada su popularidad por la promesa de sustentabilidad y alivio en las facturas del agua, al alza por la sequía.

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CONEXIÓN CON LOS CACTUS

Muchos norteños que han inmigrado a esta zona tratan de importar la exuberancia del paisaje de sus lugares de origen, pero solo descubren que el desierto – o sus presupuestos – tenía otra cosa en mente. Recurrieron, en cambio, a los cactus y otras suculentas.

Sin embargo, el conocimiento de las plantas de los casatenientes no va al ritmo de la tendencia, por lo que Leblanc y sus equipos de trabajo atienden a muchas plantas enfermas porque las riegan demasiado o las colocan demasiado juntas. Impulsados por la demanda y la obsesiva conexión de Leblanc con los cactus, sus equipos trabajan todos los días del año. El día de Año Nuevo, señaló casi alegremente, trabajaron 10 horas completas.

"Estamos aquí para salvar sus cactus, sin importar cuál sea el problema", dijo Leblanc, presentación que se interrumpió porque sonó su teléfono celular: "Bueno, habla el doctor de los cactus".

Conocido por sus amistades y colegas como Frenchie, el doctor de los cactus es tranquilo y tiene pocas pasiones: su esposa desde hace 26 años, su colección de álbumes de jazz bebop y – claro – los cactus. Sus padres franceses huyeron de los conflictos en el Vietnam colonial rumbo a Tailandia, donde nació y creció él, y contrajo lo que llama "la fiebre cactácea" a la edad de 11 años.

El único tema que lo sonsaca con toda seguridad es la naturaleza especial de sus pacientes. "Están llenos de tanto carácter", expresó Leblanc. "La forma que tienen, la textura de la pulpa y las flores son de las más hermosas del mundo. Podrías colocar un cacto aquí y solo meditar sobre él durante una semana".

Trabajó algún tiempo para el gobierno en las Filipinas, ayudando a campesinos pobres a cultivar cosechas más rentables. En el 2002, su vocación profesional lo llevó a Arizona, a estudiar al saguaro en la Escuela de Paisaje Desértico, a la sazón un programa de capacitación de nueve meses en el Jardín Botánico Desértico en Phoenix. Sin duda que causó alguna impresión. En su graduación, recordó un instructor, se quitó la boina para revelar que se había pintado el cabello de verde.

Se metió en ese campo cuando la popularidad del paisajismo desértico iba al alza, y el péndulo oscilaba lejos de los pastos parecidos a los del Medio Oeste. "La gente está viendo la belleza del desierto y lo que puede proporcionar y ofrecer", nota Sonya Becker del capítulo Arizona de la Asociación de Diseñadores Profesionales del Paisaje.

Sin embargo, las manos equivocadas pueden maltratar a las plantas del desierto.

"Queremos que el paisaje desértico se vea exuberante, y queremos que se vea exuberante mañana", expresó Chris A. Martin, un profesor de horticultura en la Universidad Estatal de Arizona. "A estas plantas se las poda y se las olvida".

CIRUGÍAS A NUEVE METROS DE ALTURA

El trabajo puede ser meticuloso y peligroso. Leblanc ha realizado cirugías a nueve metros de altura, para lo cual tuvo que armar un andamio. En otras ocasiones, su equipo trabaja en ramificaciones que se pueden desprender fácilmente. Es posible llevarse una mañana completa en estirar y ajustar para cambiar la inclinación de un saguaro unos cuantos grados.

Es típico que enderezar un cactus cueste alrededor de 700 dólares, y cirugías más invasivas y replantar uno puede costar más de mil dólares.

"Se trata de un proyecto, ¿eh?", dijo Ray Olivas, de 84 años, un encargado de mantenimiento ya retirado, cuando el equipo giraba el cacto afuera de su casa para colocarlo en su sitio. "Es como construir una casa aquí".

Cuando no está tratando de curar a un cactus, Leblanc los siembra en jardines, como el que plantó en una casa en Phoenix, al que decidió visitar y se presentó sin avisar antes. Mientras el shar-pei del dueño ladraba del otro lado de la ventana, el doctor de los cactos se metió al jardín para revisar las peras espinosas, los palos de fuego y una colección de cactos de barril, a los que llamó una "montaña dorada" por cómo brillan bajo la luz solar.

Leblanc no hace bosquejos cuando planta un jardín. Más bien, llega con un tráiler lleno de plantas y reflexiona en el espacio durante horas, luego, coloca lo que se haya conectado con él.

"Es tal como lo hace un artista; lo ves en la mente", Mike Stein, el dueño del jardín, dijo después de llegar al acceso para coches y ver a Leblanc. "Creo que la prueba está en el producto final".

EL DOCTOR DE CACTUS Y SU EQUIPO


En el trabajo en Paradise Valley, un suburbio de Phoenix, el equipo de Leblanc de cerca de media docena de hombres, había pasado la mañana cavando una trinchera alrededor de un cacto, lentamente metiéndose más profundamente en la tierra. Entre tanto, un vehículo parecido a una grúa rodeaba al tronco de la planta para levantarla. "Sin duda que se trata de un muchacho enorme", dijo Ryan Willbanks, uno de los capataces de Leblanc.

La prognosis inicial del doctor no era buena. El cactus enorme se inclinaba en forma precaria. Pensaba que su gente tendría que levantarlo y replantarlo, así como, probablemente, cortar una ramificación para que no se rompiera al moverlo.

No obstante, a medida que avanzaba la mañana, la ramificación resultó ser más fuerte de lo que parecía al principio. Una vez que el equipo había cavado lo suficiente para descubrir la bola de raíces del cactus, también resultó ser bastante robusta.

Este cactus era un "sobreviviente", dijo Leblanc. No sería necesario cortar nada, y pronto, decidió, tampoco moverlo de allí. Solo se necesitaría enderezarlo y estabilizarlo.

Dijo que el cactus le había dado un mensaje: vio signos de crecimiento. "Sabe, pudo haberse caído", comentó Leblanc, maravillado ante el resistente saguaro, el rey de los cactos. "Realmente puedes decir que quería que lo salváramos. Dice: 'Todavía me queda más vida'".

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