New York Times Syndicate

Él es el campeón de boxeo más pequeño

Tiene 26 años pero de lejos parece un niño que quiere jugar a boxear. Sin embargo, se trata de un campeón mundial sudafricano que pega duro pese a su ligera apariencia. 

Hekkie Budler sostuvo amorosamente contra el pecho sus cinturones de campeonato mundial. Pero había un inconveniente: le quedaban grandes. "El cinturón no me queda, tengo que ponerlo sobre mi hombro", dijo el campeón de boxeo más pequeño del mundo. 

A Budler, un vivaz sudafricano, no le importa ser pequeño. Por el contrario, significa que a menudo la gente lo subestima, ya fuera un enorme jugador de rugby en el bachillerato que trató de intimidarlo (y resultó golpeado) o un fanático del boxeo que piensa que los peladores más diminutos no pegan fuerte.

"En realidad, ha habido ocasiones en que hubiera deseado ser más pequeño", confiesa. Sin embargo, eso sería científicamente difícil: Budler, de 26 años de edad, mide 1.60 metros y pesa unos 45 kilos. Su cuerpo larguirucho y delgado parecería encajar mejor en un juego de eludir de la pelota entre estudiantes de octavo grado que aquí, en la Riviera Francesa, donde, en octubre, Budler subió a un cuadrilátero elevado frente a una multitud acaudalada y lanzó golpes contra su oponente, Xiong Zhao Zhong, un peleador chino conocido como el Mini Mike Tyson.

Sin embargo, aquí Budler defendió los dos cinturones que tiene en la división de peso mínimo, la clasificación autorizada más ligera en el boxeo, y una que limita a los peleadores a pesar menos de 48 kilos. (El cinturón de la Organización Internacional de Boxeo es el que se desliza de la cintura de 71 centímetros de Budler; también tiene uno que le ajusta mejor del Consejo Mundial de Boxeo).

El boxeo de peso mínimo es un gusto adquirido. Si el encuentro estereotípico es entre dos peleadores de huesos grandes que se lanzan golpes directos como un par de camiones que chocan entre sí, una pelea de peso mínimo es, dice Budler, "como dos balas veloces que se juntan".

Los tipos pequeños, como les llama el entrenador de Budler, Colin Nathan, a menudo no han cautivado al mundo deportivo como los boxeadores más grandes, sin embargo, sus seguidores creen que podría haber una apertura.

Durante años, los pesos pesados fueron las estrellas, pero un descenso en la competencia durante la era en que los hermanos Klitschko – Vitali y Wladimir – fueron aburridamente dominantes abrió el panorama a los peleadores más pequeños.

Ahora, Floyd Mayweather Jr. y Manny Pacquiao, dos boxeadores que han subido y bajado en las clases de pesos centrales, son los nombres más conocidos del deporte. Budler está lejos de su nivel y tamaño. Pero eso no significa que no sea poderoso.

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Una las razones por las que Budler, quien es apodado el "Hexecutioner", saltó a la relativa fama en Sudáfrica es que ha ganado mucho – su récord es 26-1 con nueve nocauts – y porque tiene la capacidad de asestar golpes devastadores, lo cual no es necesariamente la norma en su división.

"Muchos de estos tipos asestan numerosos golpes", comenta Nathan. Luego se refirió al gancho izquierdo favorito de Budler. "Los golpes de Hekkie hacen daño".

Esto se volvió rápidamente evidente durante las sesiones de entrenamiento de Budler. En un día reciente, él y Ryno Liebenberg, un peso pesado ligero entrenado por Nathan, entrenaron juntos. Las condiciones no fueron ideales. Hubo un problema de comunicación con el gimnasio de boxeo local, así que Budler y Liebenberg saltaron la cuerda en el frío y húmedo foso de las escaleras de su hotel y luego se trasladaron a una sala de conferencias apresuradamente arreglada donde uno de ellos dio saltos y realizó ejercicios aeróbicos en una esquina mientras al otro lado de la habitación el otro lanzaba golpes a Nathan, quien usaba guantes y un traje protector alrededor de su torso.

Liebenberg es grande y robusto, así que sus golpes predeciblemente sonaban fuerte al dar en el objetivo. Cuando fue el turno de Budler, se acercó, vestido con un atuendo deportivo y un traje de sauna de plástico debajo para que le ayudara a sudar, y empezó lánguidamente, bailando y hablando de estrategia con Nathan antes de lanzar golpes que, repentinamente, cayeron con el eco de un martillo neumático.

Bernie Pailman, quien trabaja en la esquina de Budler, sonrió ante el sonido de staccato."Quizá sea pequeño, pero golpea fuerte", dijo Pailman.

Budler no tomó ni un sorbo de agua durante el entrenamiento de más de una hora –también come solo dos veces al día, para ayudar a mantener su peso– pero sonrió durante gran parte del mismo, evidentemente gozando pese al entorno espartano. Aunque los boxeadores famosos podrían ganar millones por un encuentro, lo más que Budler ha ganado por una pelea son unos 50,000 dólares, dijo Nathan.

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El de Budler no es un estilo de vida derrochador. Él, Nathan y el resto de su equipo llegaron aquí procedentes de Sudáfrica, haciendo una larga escala en Dubái, Emiratos Árabes Unidos. Volaron en clase económica y rieron entre dientes cuando un pasajero, al darse cuenta de que se había topado con un séquito de boxeo, supuso que Caz Abrahams, el alto y bien formado entrenador de fuerza y acondicionamiento de Budler, era el campeón del grupo. "Eso sucede mucho", dijo Abrahams.

Obviamente, Budler espera pelear por mayores salarios conforme su carrera progrese. Pero dijo que el dinero nunca ha sido su motivador, y que tenía planes para entrar en la administración inmobiliaria cuando sus días de combates terminen.

Por ahora, sin embargo, está disfrutando. Gravitó hacia el boxeo cuando tenía ocho años de edad, enviado al gimnasio por su madre después de que jugó (y perdió) un partido de rugby y rápidamente culpó a todo el equipo excepto a sí mismo. El boxeo, razonó su familia, era un deporte donde aprendería a asumir la responsabilidad.

Quedó atrapado. Unos años después, en su primera pelea juvenil en un cuadrilátero, Budler noqueó a su oponente cinco veces en tres asaltos; le dijo a sus padres después que se "cansó de que el tipo se levantara". Su deseo de dejar en la lona a la gente no ha menguado.

No importa que tenga dos iguanas, Lou y Lula, que sean más largas que su propia altura (viven en su patio trasero). No importa que sus zapatos de boxeo sean del número 6. No importa que los dos adolescentes que lo detuvieron para una fotografía en el vestíbulo del hotel recientemente fueran más altos que él.

"Todo lo que siempre quise fue ser boxeador profesional", confiesa Budler. "Ahora quiero ser el mejor del mundo, sin importar mi tamaño".

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