New York Times Syndicate

El 'Basquiat del siglo XXI' nació en Colombia

Óscar Murillo era, hasta hace unos meses, un chico de barrio de origen colombiano. Sin embargo, gracias a una serie de factores de la pintura contemporánea, hoy es un famoso artista que, según los expertos, recuerda al pintor estadounidense Jean-Michel Basquiat.

LONDRES.-  Ante una multitud de pie en Christie's en febrero, abrió la subasta de una pintura abstracta llena de rayones negros y la palabra "Burrito" en la parte superior con un brillante color amarillo. El subastador anunció que había 17 compradores por teléfono y ausentes compitiendo por el lienzo hecho tres años antes por Óscar Murillo, quien acaba de cumplir 28 años de edad.

Aunque Murillo es poco conocido fuera de los exclusivos círculos del arte contemporáneo, y tiene su parte de escépticos, sus fanáticos le han llamado "El Basquiat del siglo XXI". Esa noche, después de una fuerte competencia, "Untitled (burrito)" se vendió por 322 mil 870 dólares, más de seis veces su estimación máxima de 49 mil dólares. Hace apenas dos años, Murillo, nacido en Colombia, despertaba a las cinco de la mañana para limpiar edificios de oficinas para cubrir sus gastos en el Real Colegio del Arte en Londres.

Sin embargo, la suerte y su talento se combinaron y ahora es representado por David Zwirner, una de las galerías más prestigiosas del mundo, donde un lienzo puede alcanzar precios mayores a los 400 mil dólares.

La historia de cómo un artista joven como Murillo pasó de estudiante en apuros a estrella del arte – cortejado por comerciantes selectos, asediado por curadores que solicitan su obra para una exhibición de museo o una bienal – refleja la forma en la que invertir en el arte contemporáneo se ha convertido en una apuesta, como las acciones y los bienes raíces. Coleccionar obras de artistas en ascenso como Lucien Smith, Jacob Kassay, Sterling Ruby o Murillo es un deporte competitivo entre un creciente número de coleccionistas que apuestan a futuras estrellas.

En una reciente escala en Nueva York, Murillo se sentó en una oficina en una de las galerías de Chelsea de David Swirner para hablar sobre los planes para su primera exposición ahí, una combinación ambiciosa de performance e instalación que será inaugurada el 24 de abril. Usando jeans desgastados, una playera y una gorra de beisbol negra, este artista regularmente relajado se mostró enojado cuando se le preguntó qué se sentía ser tan solicitado, a sabiendas de lo voluble que es el mundo del arte. "No me gusta pensar en eso", respondió.

"Éste es un mercado hambriento de los jugadores del futuro", asegura Allan Schwartzman, un asesor de arte de Manhattan. "Pero casi cualquier artista que reciba tanta atención tan pronto en su carrera está destinado al fracaso. El resplandor es simplemente demasiado brillante para que evolucionen".

Como sus padres, quienes trabajan como afanadores y se mudaron a Londres desde La Paila, una diminuta localidad en Colombia, cuando Murillo tenía 10 años de edad, él es un trabajador incansable, y su encanto sereno y ambición implacable ayudaron a avivar su popularidad.

Aun cuando Murillo era estudiante, los coleccionistas y amigos estaban tan convencidos de su éxito futuro que ocasionalmente pagaban 2 mil dólares por una pintura. Viviendo en el este de Londres, que tiene una vibrante escena artística, a menudo trabajó como instalador para las pequeñas galerías del barrio y conoció a personas como Rodolphe von Hofmannsthal años antes de que el comerciante de arte se uniera a David Zwirner.

El rápido ascenso de Murillo en Estados Unidos se remonta a marzo de 2012, cuando Donald y Mera Rubell, coleccionistas de Miami, vieron un conjunto de pinturas que Murillo creó para el comerciante londinense Stuart Shave, las cuales fueron exhibidas en la Feria del Arte Independiente en Nueva York, un evento popular para detectar talento.

Los Rubell, que compraron obras de artistas como Richard Prince, Maurizio Cattelan, Mike Kelley, Keith Haring y Basquiat al inicio de sus carreras, conocieron a Murillo en un estudio en Hunter College, donde tenía una residencia. "Llegamos a las 9 de la mañana y él se veía desaliñado, agotado, como una persona sin hogar", cuenta Mera Rubell. "Había estado levantado 36 horas de corrido y había hecho siete u ocho pinturas, para tener algo que mostrarnos. Nos asombraron. Terminamos pasando cuatro horas hablando con él".

No sólo la pareja compró todas las obras, sino que invitaron a Murillo a su casa y a su Fundación de Artes Contemporáneas en Miami. Se quedó por seis semanas y creó una serie de lienzos a gran escala.

"La última vez que vi ese tipo de energía fue en Keith Haring o Jean-Michel Basquiat", afirma sin dudas Mera Rubell. "Era demasiado intensa. Ni siquiera pienso que usara drogas".

En diciembre de 2012, los Rubell exhibieron las pinturas en su fundación, en ocasión de la Art Basel Miami Beach, la obligada feria del arte contemporáneo que atrae a coleccionistas, curadores y directores de museos de todo el mundo.

Mera Rubell no está sorprendida por el éxito que siguió. "Todos copian a todos los demás", dijo. Los lienzos de Murillo también reflejan lo que está de moda en el arte contemporáneo: Son abstractos, a menudo incorporan una palabra en la composición y tienen una paleta de colores vigorosos.

"Ver su obra exhibida por los Rubell dio confianza a los coleccionistas", señaló Benjamin Godsill, un ex curador del New Museum en Nueva York que es ahora experto en arte contemporáneo en Phillips, la casa de subastas. "La gente ahora reconoce sus pinturas", añadió Godsill. "Se han convertido en símbolo de estatus".

Pero pese a todos los elogios que le rodean, algunas personas restan importancia a su trabajo como a la moda y derivado de artistas como Julian Schnabel y, naturalmente, Basquiat.

Después de "Óscar Murillo: Distribution Center", su primera exposición en Los Ángeles, que fue inaugurada en enero en el Mistake Room, David Pagel, al escribir en The Los Angeles Times, llamó a algunas de las pinturas en la instalación "anémicas", diciendo que "cada gran pieza es menos convincente que una sola pulgada cuadrada de cualquier cosa que Jean-Michel Basquiat haya tocado jamás". Indicó además que la exhibición "define nuestros tiempos, una especie de era dorada con esteroides, cuando el pasado es reempaquetado como farsa".

Considerando a sus detractores, Murillo dijo: "Si yo estuviera viendo desde el otro lado, también sería escéptico".

"Llegué aquí simplemente trabajando", insistió. "Es el mercado, y eso no tiene nada que ver conmigo. Sólo estoy tratando de mantener la normalidad. He tenido que vivir por debajo de mis medios durante tanto tiempo que sigo así".

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Cuando su familia se mudó a Londres, él no hablaba inglés y describió la adaptación como "un asombroso desplazamiento cultural".

Quizá debido a una niñez pasada integrándose a una cultura extranjera, Murillo está muy interesado en la educación artística. Está colaborando con escuelas en todo el mundo en un proyecto que involucra cubrir los escritorios de los estudiantes con lienzos y pedir a los niños que dibujen en ellos, y sus creaciones eventualmente se vuelven parte de una obra más grande.

Para su próxima exhibición en David Zwirner, Murillo espera importar a 13 trabajadores de Colombina, una compañía de dulces donde han trabajado cuatro generaciones de su familia, incluida su madre. Los visitantes se hospedarían en dos casas rentadas en Queens y viajarían en tren subterráneo a la galería para hacer chocolate, produciéndolo en el mismo tipo de máquina de línea de ensamblaje que usan en su país. Sin embargo, los trabajadores necesitan visas, pero ya tiene un Plan B: "Todo se congela y se vuelve un momento apocalíptico", con la máquina de hacer chocolate exhibida como escultura.

Al preguntarle si teme que como tantos artistas antes que él su estrella caiga tan rápidamente como ha ascendido, respondió: "Sólo estoy trabajando y tratando de desconectarme del resto".

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