New York Times Syndicate

Deforestación sacude a política brasileña

El gobierno brasileño celebra su protección de la Amazonia, pero diversos datos podrían demostrar retrocesos en la materia.

Novo Progresso, Brasil. A medida que se extienden los incendios, los helicópteros de la policía ambiental en este puesto de avanzada en la Amazonía brasileña ni siquiera pueden despegar en algunas mañanas porque el cielo está oscurecido por el humo. La humareda, producida por la quema de los bosques y liberar las tierras para el pastoreo de ganado, ha crecido tanto durante este año que los astronautas la ha fotografiado desde la Estación Espacial Internacional.

Desde el podio en las Naciones Unidas hasta las declaraciones efectuadas en la campaña electoral, la presidenta Dilma Rousseff ha celebrado la protección brasileña de la Amazonía. Pero los datos satelitales lanzados en septiembre muestran que la tasa de deforestación anual de Brasil en el Amazonas ha subido en 29 por ciento, después de años de descenso, lo cual la dejó vulnerable a los ataques en la disputada carrera presidencial de esta nación. Rousseff no logró obtener una mayoría en la primera vuelta de las elecciones en octubre, y ahora se enfrenta a una segunda vuelta.

''El mantra en Brasilia es que tienen la deforestación bajo control, pero las pruebas sobre el terreno demuestran que esto no es cierto'', dijo Philip M. Fearnside, un destacado investigador del Instituto Nacional de Investigaciones de la Amazonía, en Manaus, la mayor ciudad de la región.

Rousseff está anuniando lo que ella llama sus logros en la Amazonía, como la construcción de Belo Monte, una de las mayores represas hidroeléctricas del mundo, y la reducción de los altos niveles de deforestación, sucedidos en el pasado. Rousseff ha hecho hincapié en los puestos de trabajo que sus proyectos han creado en el Amazonas.

Los retos del equilibrio entre la conservación y el desarrollo económico en la zona restante más grande del mundo de bosques tropicales, surgen agudamente aquí, en la región turbulenta alrededor de Novo Progresso, un remoto asentamiento de mineros de oro, ganaderos y madereros, situado en la BR-163, una carretera que atraviesa la Amazonía.

Tanto la protección de los bosques como el asfaltado de la carretera siguen siendo objetivos esquivos. En Pará, un estado casi dos veces el tamaño de Texas, largos tramos están aún sin pavimentar, produciendo severas sacudidas de huesos mientras se transita por ellos.

Cuando llueve, la BR-163 pierde mucho de su parecido con una carretera. Los camiones atascados hacen girar sus ruedas en el barro. Las camionetas tratan de evitar a toda costa caer en baches del tamaño de piscinas para niños. En algunos puntos, los conductores simplemente colocan sus vehículos en una cola muy ordenada y esperan a que el barro se seque, un proceso que puede durar un día o más.

''Este lugar es un pedacito del infierno'', dice Eduardo Pimentel, de 43 años, un conductor de camión.

Alrededor de Novo Progresso, un juego del gato y el ratón también se desarrolla cada día entre los especuladores de tierras y la policía ambiental, que se abren en abanico, en helicópteros, sobre tramos colosales de tierras públicas para detectar señales de incendios y tala ilegal, prospección de oro y ganadería.

La represión por parte de los agentes armados de la agencia de protección ambiental de Brasil, que han recibido tantas amenazas que requieren de la protección de otras unidades de élite de la policía, es parte de los esfuerzos de Brasil para afirmar el control sobre esta frontera desordenada, y combatir la deforestación ilegal, una de las causas principales de las emisiones globales de carbono.


Los riesgos son enormes. La agricultura continúa su expansión en el Amazonas, mientras que las autoridades están construyendo una nueva serie de enormes represas, elevando la tensión a través de la inmensa zona de influencia.

Cuando las fuerzas de seguridad encuentran nuevas señales de deforestación ilegal, a menudo actúan con rapidez, arrestan y multan a los responsables. Destruyen los campamentos y los equipos, incendiando tractores y camiones madereros. Tales métodos ayudaron a reducir la deforestación anual en la Amazonía brasileña en un 70 por ciento desde el año 2000.

Pero los especuladores de tierras se están adaptando. Los investigadores dicen que algunos han montado una red de informantes que dan seguimiento a los movimientos de la policía ambiental. A veces, también han estallado pequeñas revueltas, como cuando decenas de personas en un asentamiento cercano arrinconaron a la policía ambiental en su hotel durante el mes de mayo.

Luego están las tácticas, como desplegar equipos de incendiarios en los momentos que hay densas nubes o lluvias ligeras, cuando se piensa que la detección satelital de incendios bajo el dosel del bosque es más difícil. Algunos incluso han incendiado el bosque lanzando cocteles molotov desde avionetas, dijo Luciano de Meneses Evaristo, un alto funcionario de la agencia de protección ambiental de Brasil.

''Este es el lejano oeste de los delitos ambientales'', dijo. ''Estamos librando una guerra sin fin''.

Aun así, de Meneses Evaristo y otros funcionarios brasileños dicen que las medidas de la última década, como la creación de nuevos bosques nacionales y el bloqueo de préstamos públicos a los propietarios que violan las regulaciones ambientales han ayudado a reducir la tasa de deforestación a niveles históricos, a pesar del reciente aumento.

''Ningún país ha hecho más que Brasil para combatir la deforestación ilegal'', dijo Izabella Teixeira, ministra de Medio Ambiente, señalando que la ley brasileña permite ciertas cantidades de deforestación legal, impidiendo que el país pueda firmar el acuerdo de la ONU, que busca poner fin a la deforestación.

Aunque casi el 20 por ciento de la Amazonía brasileña ha sido borrado desde la década de 1960 y 70, Teixeira dijo que Brasil podría servir de ejemplo antideforestación para el mundo en desarrollo.

''Me encantaría que los bosques de Indonesia o de la cuenca del río Congo tuvieran los mismos niveles de protección que hemos forjado'', añadió.

Aun así, la tasa de deforestación de Brasil podría elevarse por segundo año consecutivo, tras el aumento del 29 por ciento de 2012 a 2013, según datos preliminares de un sistema satelital, que mostró un aumento del 9 por ciento en las alertas de deforestación, dijo el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales en septiembre.

Las opiniones difieren sobre si las alertas están reflejando otra expansión de deforestación ilegal, o, la quema legal de bosques en tierras privadas, o incendios provocados en pastizales para ganado en tierras previamente despejadas. Teixeira dijo que espera que la tasa global de deforestación se mantenga sin cambio en 2014.

Otros están en desacuerdo. Adalberto Veríssimo, investigador de Imazon, un instituto brasileño que utiliza imágenes de satélite para realizar un seguimiento de la deforestación, dijo que espera que la tasa de deforestación se incremente un 5 por ciento, de 2013 a 2014.

''Estamos siendo testigos de un aumento en la deforestación especulativa y la destrucción de bosques para proyectos propios de infraestructura del gobierno'', dijo Veríssimo. ''Ha habido una reordenación de las prioridades, con el Amazonas dirigido hacia las inversiones masivas. Naturalmente, esto abre el camino para una nueva deforestación''.

Aquí, en Pará, el plan para construir un complejo de nuevas represas en torno a un afluente del río Amazonas, proyecta aumentar la pérdida de bosques. También se espera que los nuevos caminos atraigan a miles de colonos, presionando a los recursos forestales.

A lo largo de la BR-163, las apropiaciones violentas de tierra persisten mientras los ojos de los especuladores ven las extensiones terrestres para el pastoreo de ganado y la explotación forestal.

Cerca del pueblo de Trairão, Osvalinda Marcelino Alves Pereira, de 45 años, ha recibido recientemente amenazas de muerte por parte de los madereros que la acusan de ser informante de la policía ambiental.

''Me dijeron que me matarían como a Dorothy'', dijo Alves Pereira, colono que tiene cultivos como la mandioca, en referencia a Dorothy Stang, la monja estadounidense y activista de la selva tropical, muerta a tiros en Pará, en 2005.

En el bastión de la deforestación, en Novo Progresso, los residentes tienen roces abiertamente con la policía ambiental y otros funcionarios federales.

''El calentamiento global es una mentira inventada por los intereses de los países ricos que codician la Amazonía'', dijo Agamenon da Silva Menezes, de 63 años, líder ganadero y empresario que llegó aquí en 1985, y que abrió un almacén de suministros para los buscadores de oro.

La hostilidad contra las autoridades se ha incrementado después de que investigadores federales detuvieron en agosto, a miembros de lo que describieron, como una de las mayores bandas de apropiación de tierras de la Amazonía. La organización deforestó rápidamente las tierras alrededor de Novo Progresso antes de traspasarlas a los compradores, con empresas fantasmas, dijeron los fiscales.

''No me arrepiento de deforestar la tierra'', declaró Ezequiel Castanha, líder de la organización que sigue fugitivo. En tono desafiante dijo a los periodistas, antes de las detenciones: ''Si no fuera por la deforestación, Brasil no existiría''.

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