New York Times Syndicate

Contra el desempleo, ¿más impuestos?

Algunas de las tasas de empleo más altas en el mundo avanzado se dan en lugares con los impuestos más altos y los sistemas de beneficencia más generosos.

NUEVA YORK – Es una idea sencilla apoyada por la teoría económica y la intuición de la mayoría de la gente: Si los beneficios sociales son generosos y los impuestos altos, menos personas trabajarán.

¿Por qué molestarse en ser industriosos, después de todo, si se puede recibir un cheque del gobierno por permanecer sentado; y si la decisión de trabajar significa que gran parte del ingreso de una persona termine en las arcas de los cobradores de impuestos? Sin embargo, he aquí el meollo: La idea podría ser al revés.

Algunas de las tasas de empleo más altas en el mundo avanzado se dan en lugares con los impuestos más altos y los sistemas de beneficencia más generosos, es decir los países escandinavos. Estados Unidos y muchas otras naciones con impuestos relativamente bajos y una red de seguridad social más pequeña realmente tienen tasas de empleo sustancialmente más bajas.


En Dinamarca, alguien que entre en la fuerza laboral con un salario promedio pierde 86 por ciento de los ingresos por una combinación de impuestos y elegibilidad perdida para beneficios sociales; esa cifra es de solo 37 por ciento en Estados Unidos. Sin embargo, el porcentaje de daneses entre los 20 y los 59 años de edad con un empleo es 10 puntos porcentuales más alta que en Estados Unidos.

En suma, más personas trabajarían si los países ofrecieran servicios públicos que directamente hicieran más fácil trabajar, como guarderías para niños y ancianos subsidiadas; políticas de licencia por enfermedad generosas; y un transporte barato y accesible.

Si el objetivo es hacer que más personas trabajen, lo que es importante sobre un plan de beneficencia social quizá gire más en torno de en qué se gasta el dinero en vez de cuánto se gasta.

Ese es el argumento que ofrece Henrik Jacobsen Kleven, un profesor de la Escuela de Economía de Londres, para explicar las tasas excepcionales de participación en la fuerza laboral entre los ciudadanos de Suecia, Noruega y su nativo Dinamarca.

De ser correcto, tendría amplias implicaciones para la manera en que Estados Unidos podría usar mejor su red de seguridad social para alentar a los estadounidenses a trabajar. En particular, pudiera significar que más ayuda directa para los pobres que trabajan pudiera ayudar a atraer a los estadounidenses hacia la fuerza laboral más efectivamente que los créditos fiscales que han sido un pilar del compromiso entre los republicanos y los demócratas durante la última generación.

En los países escandinavos, los padres que trabajan tienen la opción de una guardería fuertemente subsidiada. Las políticas de licencias facilitan que los padres falten al trabajo para atender a un hijo enfermo.
El transporte público fuertemente subsidiado facilitaría que una persona en un empleo con bajo salario se desplace hacia y desde el trabajo.

Y la educación gratuita o poco costosa facilitaría recibir la capacitación para avanzar de las filas del desempleo a un empleo.

En Estados Unidos, las políticas principales destinadas a ayudar a los pobres que trabajan están ideadas en torno a los subsidios fiscales que ponen más efectivo en los bolsillos de la gente en tanto trabajen, más notablemente a través del crédito fiscal sobre ingresos percibidos y el Crédito Fiscal por Hijo.

"Estados Unidos no hace mucho en términos de apoyar la participación en la fuerza laboral vía los desembolsos", dijo Kleven.

Hay una sólida correlación, según los cálculos de Kleven, entre lo que los países gastan en subsidios de empleo – como guarderías, educación preescolar y atención para adultos mayores – y qué porcentaje de su población en edad de trabajar está en la fuerza laboral.

Consideremos a Marianne Hillestad de Steinberg, Noruega. Es maestra de jardín de niños; su esposo, Rubén Sánchez, instala sistemas de calefacción y ventilación. La guardería para sus tres hijos, de 4, 7 y 9 años, le sale en unos mil 100 dólares mensuales; Hillestad estima que si tuviera que pagar la tarifa del mercado, sería casi el doble de eso, y consumiría la mayor parte de su salario.

"Usar la guardería y trabajar de tiempo completo fue una cuestión de costos y beneficios", dijo Hillestad. "El sistema está diseñado para mantenernos trabajando. Quizá haya resquicios, pero yo no dormiría bien en las noches si estuviera tratando de engañar al sistema solo para recibir cheques de la beneficencia social".

Colectivamente, estas políticas y subsidios crean flexibilidad de manera que una persona enfrentada a la decisión entre tomar un empleo y permanecer en casa atendiendo a sus hijos o sus padres tenga más probabilidad de aceptar un empleo.

"Estar en casa con mis hijos es una bendición", dijo Camilla Grimsland Os, una enfermera en Oslo, Noruega. "Pero me gusta mi trabajo, me gustan mis colegas. Y siento que contribuyo cuando voy al trabajo".

Probablemente es exageradamente simplista atribuir las tasas de empleo muy altas en Escandinavia a un puñado de políticas que alientan el trabajar, como admite el propio Kleven; él "trata más de plantear un enigma" que de ofrecer una respuesta definitiva.

Hay incontables diferencias entre los países del norte de Europa y el resto del mundo más allá de las políticas de guarderías infantiles y otras similares. Los países escandinavos tienen culturas que alientan a más personas a trabajar, especialmente a las mujeres. Y este análisis quizá deje fuera algunos otros factores que llevan a más nordeuropeos a unirse a la fuerza laboral que a los estadounidenses.

Robert Greenstein, el presidente del Centro sobre Presupuesto y Prioridades Políticas, señala que los salarios para los empleos en nivel inicial son mucho más altos en los países nórdicos que en Estados Unidos, lo que refleja un salario mínimo más alto, sindicatos más fuertes y normas culturales que conducen a salarios más altos.

Quizá más estadounidenses ingresarían en la fuerza laboral si incluso los empleos básicos pagaran tan bien, sin importar si Estados Unidos ofreciera mejores guarderías y otros servicios. Los subsidios para el empleo que Kleven cita serguramente ayudan a atraer a más escandinavos a la fuerza laboral, coincide Greenstein, pero no deberían verse aisladamente.

"Uno se mete en problemas cuando aísla los factores", dijo Greenstein. Pero incluso los conservadores pueden ver algunas lecciones útiles en el sistema escandinavo. "He defendido ampliar las opciones de transporte para los trabajadores de bajos ingresos con el fin de ayudarles a llegar al trabajo, y pienso que todos están de acuerdo en que pudiéramos hacer mejor las cosas en educación", dijo Michael Strain, experto residente en el Instituto Empresarial Estadounidense.

"Pienso que los países escandinavos hacen bien esas cosas, y ciertamente hay cosas que podemos aprender". Pero esa perspectiva cambia, argumenta, cuando se analizan las guarderías subsidiadas. De hecho, el sistema de créditos fiscales de Estados Unidos para los pobres que trabajan permiten a las personas tomar sus propias decisiones sobre cómo usar el dinero, ya sea para guarderías, alimentos o ropa. "Estoy más a favor del crédito fiscal por cada hijo", dijo Strain.

"Se puede gastar el crédito fiscal por hijos en guarderías si se quiere, o gastarlo en cualquier otra cosa que se necesite. ¿Efectivamente queremos que el gobierno subsidie a la industria de las guarderías para los padres de clase media?" Si Estados Unidos subsidiara las guarderías, ese beneficio se uniría a los subsidios fiscales del seguro de salud ofrecido por el patrón, las hipotecas residenciales y los ahorros para el retiro como políticas que tienden a favorecer a las clases media y alta. Cada país tiene una combinación de impuestos, beneficios sociales y políticas para promover el trabajo que refleja su sistema político y su cultura.

En el Estados Unidos grande y diverso, hay profundo escepticismo hacia los programas de beneficencia social y el gasto gubernamental directo, junto con un mayor compromiso con mantener bajos los impuestos. Así que por razones entrelazadas con la política y la historia, Estados Unidos ha dependido de un conjunto diferente de políticas, destinadas a ayudar a los trabajadores a obtener ventaja. Pero conforme los formuladores de políticas en todo el mundo tratan de alentar el crecimiento incrementando la proporción de sus poblaciones con empleos, hay una lección de Escandinavia útil por su sencillez: Si se facilita que la gente trabaje, quizá resulte que más lo hagan.

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