New York Times Syndicate

A la búsqueda de...¿duendes?

Cada verano, se da en la mesosfera un maravilloso y recién descubierto fenómeno meteorológico en el que pareciera que el cielo está habitado por duendes de luz. En Estados Unidos, un hombre se dedica a cazarlos: Thomas Ashcraft.

Cada noche de verano a las siete en punto, Thomas Ashcraft recibe un informe personalizado del tiempo. Es la temporada del monzón, y un meteorólogo de Colorado le da consejos sobre dónde buscar las tempestades a gran escala que estallan sobre las Grandes Llanuras en el oeste de Estados Unidos.

Armado con cámaras sensibles y radiotelescopios, Ashcraft busca duendecillos – majestuosas emanaciones de luz que, por un instante, muy en lo alto de los yunques, aparecen en forma de encendidas medusas rojas, de zanahorias, de ángeles, de brócoli o de raíz de mandrágora. (Los climatólogos aficionados llaman a los que son altos y delgados, "duendes de dieta".) No hay dos iguales.

Y son enormes, de decenas de kilómetros de ancho y 48 kilómetros de arriba abajo. Sin embargo, debido a que aparecen y se esfuman en una fracción de segundo, se tiende a percibirlos, a simple vista, solo como un destello de luz. Se requiere de cámaras de alta velocidad para capturarlos al detalle.

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Dependiendo de su habilidad y suerte, así como de la presencia de las tormentas, Ashcraft podría lograr una o dos imágenes de duendes por noche, o más de 300. De junio hasta agosto del presente año, capturó imágenes de duendes en 29 noches.

"Recibimos, sin ningún problema, las imágenes que capture cualquiera, ya sea con nuestras propias cámaras o con las de ciudadanos científicos, como Thomas Ashcraft", indicó Cummer. Un objetivo es capturar imágenes de duendes en múltiples locaciones para triangular su posición relativa al rayo que los creó.

Los duendes son "simplemente, algo interesante e inesperado que hace la naturaleza", explicó Cummer. "Son espectaculares y algo asombroso". Sin embargo, el cómo afectan a la física y la química de la atmósfera sigue siendo una interrogante abierta.

Los rayos comunes generan un circuito eléctrico continuo cuando una descarga eléctrica lleva una carga desde una nube hasta el suelo o, con sorprendente frecuencia, desde el suelo hasta una nube. ¿Acaso los duendes y eventos similares transportan cargas similares y crean un circuito similar desde la parte superior de las tormentas hasta la ionosfera? ¿Inducen a cambios químicos en la atmósfera superior que afecten a la capa de ozono de la Tierra?

Los duendes no se documentaron sino hasta 1989, cuando un científico en Minnesota captó por accidente a uno en una videocinta. Nadie sabía de qué se trataba. "Es como si la biología descubriera una parte nueva en el organismo", notó Walter Lyons, un expresidente de la Sociedad Meteorológica Estadounidense. Su sitio web, WeatherVideoHD.tv, rastrea duendes y otros eventos climáticos inusuales, en la cresta de una colina elevada en Fort Collins, Colorado.

Los duendes se forman en la mesosfera, una parte poco estudiada de la atmósfera, a unos 48 a 89 kilómetros por encima de la Tierra, demasiado alto para los aviones y demasiado bajo para que orbiten los satélites.

"Sabíamos que están relacionados con enormes y estrepitosas tempestades", así como con los relámpagos, pero no mucho más, dijo Lyons. ¿Representaban un peligro para las naves espaciales? ¿Para los astronautas? ¿Afectaban al clima en la Tierra?

Desde que se descubrieron, ya se han respondido algunas preguntas básicas. No todas las tempestades producen duendes, pero las que sí lo hacen presentan un tipo de rayo que lleva una carga positiva, la que, por razones que todavía no se comprenden, tienden a ser más potentes que los relámpagos de carga negativa.

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En años de observación, los investigadores han descubierto un país de las hadas con fenómenos misteriosos relacionados con los duendes:

— Regiones luminosas llamadas elfos, que se extienden cientos de kilómetros en la base de la ionosfera, a casi 90 kilómetros por encima de la Tierra.
— Aureolas apenas visibles, justo arriba de los duendes.
— Chorros rojos de la parte superior de las nubes, llamados troles.
— Pequeños picos de luz blanca llamados gnomos y puntitas de luz llamadas hadas.
— Abanicos de luces, llamados chorros azules, que salen disparados desde la parte superior de las nubes, a entre 40 y 48 kilómetros.
— Y, quizá los más atemorizantes de todos, unos chorros gigantescos de relámpagos ascendentes que mutan en "flamas" azules antes de ponerse rojos, cuando van llegando al límite del espacio.

Es posible que las respuestas a lo que esta fantasmagoría está haciendo en la atmósfera superior estén en más y mejores imágenes de eventos luminosos, razón por la cual Ashcraft, un artista de 63 años de edad, busca duendes. Tiene seis cámaras colocadas en el techo, algunas de las cuales están modificadas para capturar la luz de las partes infrarrojas y casi infrarrojas del espectro, donde son más visibles los duendes.

Sus cámaras pueden captar lo que hay en el cielo a más de 965 kilómetros en todas las direcciones, sobre Wyoming, Kansas, Nebraska, Oklahoma, Arizona, Utah, el norte de México y, claro, todo Nuevo México y Colorado.

Cuando Ashcraft averigua que se está gestando una tempestad, checa las imágenes del radar en el sitio web Weather Underground para encontrar las tormentas más pesadas, se sube al techo con una escalera de aluminio, revisa la brújula en su teléfono inteligente y dirige las cámaras hacia la tormenta.

Hace dos veranos se produjo una verdadera sorpresa, cuando Ashcraft captó en video unas ondas de gravedad, las cuales viajan arriba, pasando por la mesosfera hacia la ionosfera.

Sin embargo, cuando habla de los duendes, se le iluminan los ojos de alegría. "Me estoy deleitando con los duendes", explica. "Su hermosura te deja con la boca abierta".

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