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Se derrumba escuela en Coapa; hay 22 niños muertos

El sismo de 7.1 grados que sacudió ayer la capital mexicana fue devastador. “¡Oxígeno, oxígeno!”, gritaba una madre desesperada que apoyaba las labores de rescate. Su hija estudia ahí, pero salió ilesa. 

El derrumbe de la primaria Enrique Rébsamen, en la calle Rancho Tamboreo, en Coapa, donde se encontraban más de 50 personas entre alumnos y profesores, unió las grietas de un México de por sí ya fracturado.

El sismo de 7.1 grados que sacudió ayer la capital mexicana fue devastador para el sur de la ciudad, pero en este colegio privado el llanto de niños que apenas se percibía entre fierros retorcidos y pedazos de concreto hechos mazapán, era el peor de los retratos de un martes difícil.

A las 8:00 pm, una fuente del Ejército reportaba que había 24 muertos (22 niños y 2 adultos), 38 personas desaparecidas, entre ellas 30 menores, además de 14 heridos que fueron trasladados a distintos hospitales.

"¡Oxígeno, oxígeno!", gritaba una madre desesperada que apoyaba las labores de rescate. Su hija estudia ahí, pero salió ilesa. Se quedó en solidaridad con otros padres.

"Es el momento más triste en la historia del Colegio, la mayoría somos padres que, de niños, vivimos el temblor del 85 y, mira, que paradójico, hoy 32 años después, son nuestros hijos a quienes le toca vivir la tragedia". Así lamentó Juan Carlos, padre de uno de los niños.

De acuerdo con testimonios recogidos por El Financiero, aún no terminaba de temblar, cuando decenas de personas ya habían llegado hasta el colegio, ubicado en la colonia Prado Coapa, delegación Tlalpan.

Una tercera parte del Colegio había caído. La zona afectada fue del edificio donde estaba el área administrativa y el kínder.

María Fernanda, contó que llegó a la escuela de manera anticipada, pues pensó que tras el simulacro conmemorativo por los sismos de 1985, que se realizó este martes a las 11:00 horas, dejarían salir a los menores.

Narró que en un segundo todo se volvió caos. A diferencia del temblor del 7 de septiembre pasado, ésta vez no hubo alerta sísmica. "De pronto todo se comenzó a mover y el edificio empezó a crujir y luego una parte se vino abajo".

Muchos no alcanzaron a salir a las zonas de seguridad. Fue lo que generó una gran incertidumbre y dolor. "Se escuchaban lamentos de todos, pero también hubo una gran reacción", dijo Luisa Ivonne, otra madre.

Decenas de voluntarios se presentaron a las afueras de la escuela color amarillo pálido para apoyar en la remoción de escombros. Estudiantes de la Preparatoria 5, muy cercana al lugar del siniestro, se prestaron para ir al Soriana a comprar víveres y artículos como agua, alimentos, focos y medicinas.

"Con las manos o como se podía comenzamos a remover escombros. Había personas que se quitaron el saco y la corbata, estudiantes, obreros, amas de casa, mucha solidaridad, el pueblo salió a rescatar al pueblo", dijo Ulises, quien viven a una calle del Colegio y uno de los primeros en llegar.

Una casa frente al centro educativo abrió sus puertas para fungir como albergue. Muy cerca de ahí estaba Víctor Moreno, vecino de la colonia Prados Coapa, quien desde la 1:40 de la tarde apoyó levantando piedras y llevando víveres.

"Es un caos. Está cayendo la noche y ni focos ni velas, tampoco han llegado las plantas eléctricas. Hay mucha agua y medicinas, pero faltan lámparas y extensiones", decía.

Comentaba con los ojos vidriosos, pues le tocó ver el rescate de dos personas, pero también la llegada de camionetas de servicio forense para llevarse seis cadáveres, todos ellos de niños.

"Hoy más que nunca necesitamos ser humanos. Deja a un lado nuestras diferencias y apoyarnos como en el 85. Mi servicio y llevar la palabra de Dios sin importar quien sea, para eso estoy aquí", comentó Carlos Amador, sacerdote del seminario Conciliador de México.

Su llegada al lugar del desastre fue un consuelo para los padres de las víctimas, quienes yacían desconsolados sobre las banquetas. También por ahí estaba Teodoro Monte, actor cubano radicado en México desde hace varios años. Su función era llevar agua y hielos para las heridas en un carrito de supermercado.

Al momento en que sacaron los cuerpos sin vida, envueltos en sábanas blancas, todo se volvió dolor. Hubo llanto y lamento. Tras algunos momentos de silencio, el rescate se reanudaba.

En este, como en otros eventos, las redes sociales jugaron un papel importante. Mientras unos removían escombros, otros comenzaron a subir a Twitter, Facebook e Instagram, fotografías, videos y mensajes solicitando ayuda humana y material.

Escribió Octavio Paz que la contemplación del horror es uno de los rasgos más notables de los mexicanos. Ayer, la nación que festeja la muerte no se limitó a contemplar. México se reconcilió entre los escombros de la escuela primaria Enrique Rébsamen, donde la tragedia y el llanto volvieron 32 años después de aquel terremoto que se niega a desaparecer.

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