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La ayuda que se desbordó en los albergues

En coche, en motocicleta, en bicicleta o de plano caminando, la gente se las ingenió para llegar hasta esos lugares en donde la ayuda, traducida en comida,  era necesaria.

CIUDAD DE MÉXICO.- Fruta, pan blanco, pan dulce, tortas, sándwiches, agua, en fin, toda clase de alimentos acabaron por desbordar los albergues instalados en lugares cercanos a donde algún edificio se colapsó.

Miles de personas llegaron hasta estos albergues para hacer su donación. Palas, picos, mangueras, cubrebocas, pilas, bolsas de basura, cubetas, en fin, todo lo que consideraron que podría ser útil para ayudar.

La gente hizo caso a las redes sociales, en donde se alertó de que en tal o cual albergue hacían falta víveres o herramientas. En coche, en motocicleta, en bicicleta o de plano caminando la gente se las ingenió para llegar hasta esos lugares en donde la ayuda era necesaria.

Sin embargo llegó un momento en que solo se recibieron comestibles enlatados, pues los alimentos preparados sobrepasaron al número de personas que los consumirán y se corría el riesgo de que se echaran a perder.

Incluso, en albergues como el instalado en el área deportiva del multifamiliar Tlalpan, vecinos se organizaron para llevar un poco de estos alimentos a zonas donde la ayuda llegaba a cuentagotas, sobre todo en Xochimilco.

Así, mientras personal médico, trabajadoras sociales y empleados de la delegación hacían todo lo posible para que los afectados estuvieran cómodos y tranquilos en espera de noticias sobre algún pariente atrapado en los escombros, otros, cientos, continuaban llegando hasta el lugar de los derrumbes para ayudar.

Alumnos del Politécnico, de la UNAM, de la UAM, de preparatorias cercanas, llegaban a las zonas de derrumbes para ayudar "en todo lo que se pueda". Eran hombres y mujeres ataviados con guantes de carnaza, cascos, cubrebocas e iban a salvar vidas.

"En América y División del Norte acaba de haber un derrumbe de un edificio", gritó alguien. De inmediato cuadrillas enteras de estos jóvenes se trasladaron hasta ese lugar.

Por un momento, aquellos seres extraños, vestidos con chamarras de piel con incrustaciones de estoperoles, botas y montados en poderosas motocicletas dejaron de ser vistos como gente peligrosa. Ellos se dieron a la tarea de llevar y traer doctores, enfermeras, trabajadoras sociales, ingenieros y cualquier especialista que era requerido en alguna de las muchas zonas de desastre que hay en la ciudad.

Mercenarios, Potros, Old School Rats y decenas de motoclubes regalaron su tiempo para colaborar con quienes lo necesitan.

Una vez más, la ciudadanía se volcó para ayudar.

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