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Trump forja alianzas dentro de la ONU, organismo que criticó

La ironía es que la administración de Donald Trump necesita "una ONU que funcione para ayudarlo a lidiar con la mayor amenaza de su agenda”, consideraron especialistas.

El presidente Donald Trump, que después de su elección criticó a las Naciones Unidas tachando al organismo de "club para que la gente se reúna, charle y la pase bien", está sorprendiendo a los veteranos de la institución mundial al apoyarse en ella para avanzar su agenda de política exterior.

Desde presionar al Consejo de Seguridad para que haga más estrictas las sanciones contra Corea del Norte hasta forjar una sociedad con el secretario general António Guterres a favor de recortar los programas de mantenimiento de la paz en problemas, el gobierno de Trump y los funcionarios de la ONU han encontrado áreas en común que muchos analistas no esperaban.

"La crisis coreana ha centrado la atención estadounidense en el valor del Consejo de Seguridad", dijo Richard Gowan, experto en la ONU que integra el Consejo Europeo de Relaciones Exteriores y es autor de un nuevo informe sobre Trump y la ONU.

"La ironía es que el gobierno de Trump ahora necesita una ONU que funcione para ayudarlo a lidiar con la mayor amenaza de su agenda".

La Asamblea General anual de la ONU, que congregará a casi 200 líderes mundiales en Nueva York esta semana, pondrá a prueba esa relación.

Los dirigentes europeos presionarán a Trump, que el martes se dirigirá al organismo mundial por primera vez, a volver a comprometerse con el acuerdo nuclear de 2015 con Irán del cual ha amenazado con retirarse. Y otro lanzamiento de misiles o explosión nuclear de Cora del Norte rápidamente podría obligar a Trump a elegir entre más diplomacia o un devastador conflicto militar.

Si bien el Departamento de Estado llevará a la reunión la menor cantidad de diplomáticos en más de una década, Trump irá acompañado de una camarilla de colaboradores de primer nivel y pasará cuatro días completos en Nueva York, casi el doble de tiempo que los ex presidentes Barack Obama y George W. Bush solían dedicar a las reuniones de la Asamblea General. Esto en gran parte se debe a que los funcionarios estadounidenses ven la posibilidad de avanzar en numerosas áreas clave.

"Es un nuevo día en la ONU", dijo Nikki Haley, embajadora de Estados Unidos en la ONU, el viernes en Washington. "No se trata sólo de hablar, se trata de actuar".

La relación de cooperación –al menos en unas pocas áreas clave- puede atribuirse a la relación forjada entre dos políticos experimentados: Haley, exgobernadora de Carolina del Sur, y Guterres, exprimer ministro portugués que, al igual que Trump, asumió su cargo en enero.

Si bien muchos funcionarios de la ONU observaron con horror cómo el gobierno de Trump prometía reducir un tercio del gasto en ayuda externa, inclusive la destinada a la ONU, Guterres y Haley encontraron la manera de centrarse en los esfuerzos de mantenimiento de la paz en problemas.

Esos programas, en países como la República Democrática de Congo y Sudán del Sur, habían sido criticados durante largo tiempo por no proteger a los civiles y, en algunos casos, explotar sexualmente a las mismas poblaciones que debían defender.

Para Guterres, es una sociedad basada en el pragmatismo: Estados Unidos es el principal contribuyente de la ONU, ya que aporta el 28.5 por ciento del presupuesto de  los 7 mil 300 millones de dólares para el mantenimiento de la paz y el 22 por ciento del presupuesto central de 2 mil 700 millones.

Apuntar a recortes en las contribuciones estadounidenses a esfuerzos que la ONU reconoce como ineficaces es una victoria para ambas partes.

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