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Rousseff trabaja para impedir una debacle en el 2014


Reuters

Brasilia.- Desde el palacio presidencial modernista de Brasil, con paredes de vidrio, el 2014 parece un campo minado.

La economía, que ya trastabilla, probablemente se desacelerará aún más. Es posible, si no probable, una rebaja en la calificación crediticia del país.

El Mundial de fútbol, del que Brasil será el anfitrión en junio y julio, podría terminar revelando a miles de millones de telespectadores la mala planificación del Gobierno y los cuellos de botella en el transporte que han frustrado por años a inversores.

Para colmo, la presidenta de izquierda Dilma Rousseff se postulará a la reelección en octubre. Y eso significa que si cualquiera de las cosas mencionadas antes sale muy mal, ella podría perder su trabajo.

Rousseff está dedicando las últimas semanas del 2013 a tratar de restaurar la mancillada credibilidad de su Gobierno ante líderes empresariales, a mantener el gasto presupuestario bajo control y a tratar de asegurar que el próximo año no sea el peor -o último- para ella en la presidencia.

Ninguna de las medidas son un cambio fundamental de políticas. Una docena de altos funcionarios entrevistados por Reuters en la última semana coincidió en que la administración está preocupada por la deteriorada reputación de Brasil en los mercados financieros, pero cree que el pesimismo es exagerado y que por ende no siente que haya necesidad de un gran cambio.

En lugar de eso, Rousseff está más enfocada en "poner la casa en orden", según las palabras de uno de los funcionarios, antes del inicio de la campaña para las elecciones del 2014 y de que la Reserva Federal de Estados Unidos comience la reducción de sus estímulos monetarios, algo que probablemente provocará inestabilidad en mercados emergentes como Brasil.

En los últimos días, la mandataria consiguió un acuerdo que debería impedir que el Congreso apruebe nuevos proyectos de ley de gastos, revirtió una decisión que habría permitido a ciudades y estados gastar más y supervisó personalmente una subasta de aeropuertos al sector privado, que espera que ayude a impedir el caos de vuelos durante la Copa del Mundo.

Los cambios también están alcanzando a la propia Rousseff: después de haber ganado peso visiblemente durante sus casi tres años de Gobierno, la política de 65 años está a dieta.

También comenzó a usar Twitter por primera vez desde que llegó a la presidencia, como parte de una estrategia de redes sociales más amplia que no sólo piensa en las elecciones, sino también en abrir una línea directa con la ciudadanía si se repitieran las enormes protestas contra el Gobierno de junio de este año.

ESCEPTICISMO DE INVERSORES

Muchos inversores han desestimado las medidas recientes de Rousseff por considerarlas un refrito superficial de un Gobierno que ha intervenido demasiado en la economía, y que ha perdido buena parte de la credibilidad acumulada por Brasil en la década pasada.

Sin embargo, funcionarios gubernamentales subrayan sus crecientes índices de aprobación y la tasa de desempleo -que permanece cerca de mínimos históricos- como señales de que el próximo año no será tan malo como algunos creen.

"Nos está haciendo trabajar, es verdad", comentó el ministro del Deporte, Aldo Rebelo, quien está ayudando a supervisar los preparativos para la Copa del Mundo, incluyendo la construcción de nuevos estadios y arreglos en aeropuertos.

"El mensaje es claro: 2014 es el año de demostrar resultados", agregó.

La economía de Brasil creció un 7,5 por ciento en el 2010, año en que fue electa Rousseff, pero desde entonces se ha desacelerado con fuerza. Los economistas prevén un crecimiento de un 2,5 por ciento para este año y de un 2,1 por ciento en el 2014.

Un importante analista de Standard and Poor's dijo a Reuters el mes pasado que el Gobierno brasileño debe mostrar un mayor rigor fiscal para evitar el riesgo de una rebaja en la calificación, que dejaría al país con la menor nota en la zona de grado de inversión.

Una rebaja haría más caro el endeudamiento gubernamental y corporativo y erosionaría aún más el crecimiento económico.

Al ser consultada sobre la amenaza inminente, la jefa de Gabinete de Rousseff, Gleisi Hoffman, elaboró una planilla que muestra que el gasto de Brasil en áreas clave como los salarios públicos ha bajado como porcentaje del PIB en la última década.

"Quizás los mercados financieros esperan una mayor respuesta de Brasil que de otros países", comentó Hoffman con un dejo de frustración.

AVANCES EN VARIOS FRENTES

De hecho, hay algunas razones para tener confianza.

Al menos por ahora, el Gobierno ha desactivado tres problemas que parecían muy amenazantes hace cinco meses: inflación, tasa cambiaria y contener la agitación popular.

La popularidad de Rousseff, que se hundió durante las protestas sociales, se ha recuperado en gran parte. Cerca de un 75 por ciento de los brasileños describe su Gobierno como "grandioso", "bueno" o " promedio".

Aunque siguen las manifestaciones en ciudades como Rio de Janeiro, generalmente involucran a sólo unos cientos de personas, muy lejos del millón de personas que salió a las calles en sólo una noche en junio.

Un sondeo de esta semana mostró que Rousseff ganaría fácilmente la reelección, con un margen de un 30 por ciento por sobre su rival más cercano.
 
 
 

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