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“No juzgo a quienes perdieron la fe por los abusos”: Papa Francisco

Durante el vuelo que lo condujo desde Filadelfia a Roma, al final de su visita apostólica por Cuba y Estados Unidos, el líder de la Iglesia católica se refirió una vez más al escándalo de los abusos y a su impacto en el mundo católico.

A BORDO DEL AVIÓN PAPAL.- El Papa Francisco aseguró que no juzga, sino reza y comprende a las personas que han perdido la fe a causa de los abusos sexuales contra menores de parte de clérigos de la Iglesia.

Durante el vuelo que lo condujo desde Filadelfia a Roma, al final de su visita apostólica por Cuba y Estados Unidos que concluyó la víspera, el líder católico se refirió una vez más al escándalo de los abusos y a su impacto en el mundo católico.

"Una vez en una de estas reuniones me encontré con varias personas y una mujer me dijo 'cuando mi madre se enteró que me habían abusado blasfemó contra Dios, perdió la fe y murió atea'. Yo la comprendo a esa mujer. La comprendo. Y Dios, que es más bueno que yo, la comprende", contó el pontífice.

"Estoy seguro que a esa mujer Dios la ha recibido porque lo que fue manoseado, lo que fue destrozado era su propia carne, la carne de su hija. Yo la comprendo. No juzgo a alguien que no puede perdonar. Rezo y le pido a Dios porque Dios es un campeón en buscar caminos de solución. Pido que lo arregle", añadió.

Cuando el Papa habló en Washington con obispos les expresó su comprensión por el dolor ante la crisis y destacó su "valentía" a la hora de enfrentar la crisis. Pero esto generó división, incluso dentro de la Iglesia, porque los obispos son justamente los más cuestionados por su actuar en este tema.

Al respecto, Francisco aclaró que en esa reunión sintió la necesidad de expresar la compasión porque pasó una cosa "feísima" y tantos
--hombres de Iglesia, de oración, verdaderos pastores-- sufrieron porque no sabían de este problema.

En su mensaje aseguró que ellos estaban saliendo "de una gran tribulación" donde no sólo existió un sufrimiento afectivo, sino que se llegó "al sacrilegio".

Constató que los abusos "están por todas partes": en el entorno familiar, en el entorno vecinal, en las escuelas, en los gimnasios; pero consideró que cuando un sacerdote lo comete "es gravísimo" porque su vocación es hacer crecer ese niño o niña en el amor de Dios, hacia la madurez afectiva y el bien.

"En vez de hacer eso lo ha impulsado al mal y por esto es casi un sacrilegio. Y él ha traicionado la vocación, la llamada del Señor, por esto la Iglesia en este momento no debe encubrir. También son culpables aquellos que tapan estas cosas; hay algunos obispos que han tapado esto", reconoció.

"Es una cosa feísima y las palabras de consuelo no son decir: estate tranquilo, no es nada. No, no, no. Ha sido así, pero ha sido tan feo", añadió.

Reconoció que si un sacerdote hizo mal, es consciente de lo que ha hecho y no pide perdón, él le pide a Dios que lo tenga en cuenta; que él lo perdona, pero que si el responsable no recibe el perdón, es porque está cerrado al perdón.

Explicó que una cosa es dar el perdón, ya que todos están obligados a perdonar porque fueron perdonados, pero otra cosa es recibir el perdón y si ese sacerdote está cerrado al perdón no lo recibe porque él cerró la puerta "con la llave desde adentro" y lo que queda es rezar para que el Señor le abra esa puerta.

"Para dar el perdón hay que estar dispuesto, pero no todos lo pueden recibir, no lo saben recibir o no están dispuestos a recibirlo. Es duro lo que estoy diciendo y así se explica que haya gente que termine su vida dura, mal, sin recibir la caricia de Dios", sentenció.

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