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Migrantes colman la frontera de EU con la esperanza de asilo

A pesar del riesgo que implica cruzar México, miles de personas -en su mayoría centroamericanos-  intentan llegar a territorio estadounidense.  En los últimos seis meses la Patrulla Fronteriza realizó más de 90 mil aprehensiones en Texas, 69 por ciento más respecto del año pasado.

TEXAS. Los agentes de la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos en uniformes oliva estaban a plena luz del día en las orillas del río Grande, mientras que del lado mexicano los contrabandistas llegaron en camionetas y descargaron migrantes ilegales.

Los agentes eran claramente visibles esa tarde reciente, pero los migrantes estaban inmutables. Principalmente mujeres y niños, 45 en total, cruzaron el estrecho río en balsas de los contrabandistas, treparon por el acantilado y se entregaron, en lo que indica un creciente desafío para las autoridades de inmigración.

Después de seis años de fuertes declinaciones en todo el suroeste de Estados Unidos, los cruces ilegales se han disparado en el sur de Texas, mientras se mantienen bajos en otras partes. En los últimos seis meses la Patrulla Fronteriza realizó más de 90 mil 700 aprehensiones en el valle del río Grande, un aumento del 69 por ciento respecto del año pasado.

Los migrantes ya no son principalmente trabajadores mexicanos. Al contrario, son centroamericanos, entre ellos muchas familias con niños pequeños y jóvenes sin sus padres, que arriesgan un viaje lleno de peligros a través de México.

Expulsados por la creciente pobreza pero también por la desenfrenada violencia de pandillas, un creciente número de migrantes detenidos aquí buscan asilo, lo que ha desencadenado largos procedimientos legales para determinar si califican.

El nuevo flujo migratorio, principalmente de El Salvador, Guatemala y Honduras, está superando el límite de los recursos y confundiendo las estrategias de seguridad de la administración de Obama, que funcionan eficazmente en otras regiones. Se está complicando aún más el esfuerzo cuesta arriba del presidente Barack Obama sobre inmigración.

Con centros de detención, oficinas de asilo y tribunales de inmigración abrumados, algunos inmigrantes han sido liberados temporalmente en Estados Unidos, y eso ha hecho que en su natal Centroamérica la gente piense que aquellos que logran llegar a territorio estadounidense tienen muchas posibilidades de quedarse.

"Ha corrido la voz de que le estamos dando permiso a la gente y que los sacamos por la puerta", dijo Chris Cabrera, un agente de la Patrulla Fronteriza que es vicepresidente de la localidad del Consejo Nacional de la Patrulla Fronteriza, el sindicato de los agentes. "Así que van a venir en masa."

En las ciudades fronterizas mexicanas como Reynosa, al otro lado del río, los migrantes se han convertido en presa fácil de los cárteles mexicanos de la droga que han tomado el control del negocio de tráfico de personas, lo que aumenta los peligros para los que cruzan ilegalmente, y riesgos de seguridad para Estados Unidos.

En el río Grande (Bravo) esa tarde, los contrabandistas calculadamente cruzaron a los migrantes en un punto donde el agua era poco profunda para las lanchas de la Patrulla Fronteriza que podrían haberlos hecho volver de forma segura en el límite entre Estados Unidos y México a mitad del río.

Un jefe de la Patrulla Fronteriza, Raúl Ortiz, vio con frustración desde un helicóptero. "Probablemente alguien les dijo que van a ser liberados", dijo.

Al ser fichados por los agentes, los migrantes esperaron en silencio: una madre guatemalteca cargando un niño con biberón, otra con un bebé envuelto en mantas.

Una niña de nueve años de edad, dijo que estaba viajando sola, con la esperanza de reunirse con su madre y dos hermanos en Louisiana. Pero ella no sabía dónde estaban en Louisiana. Después de un viaje de dos semanas desde Honduras, su única conexión con ellos era un número de teléfono en un trozo de papel.

Una mujer de Honduras dijo que el grupo había seguido las instrucciones de los traficantes mexicanos. "Sólo nos dijeron que cruzáramos y empezáramos a caminar", dijo.

Otros migrantes estaban tratando de eludir la Patrulla Fronteriza, y en el término de una hora Ortiz vio que sus esfuerzos para interceptarlos funcionaron de acuerdo al plan. A poca distancia río arriba en aguas más profundas, los agentes informaron por radio que habían regresado una balsa con ocho "cuerpos".

Momentos después, un dirigible de vigilancia cruzando en las cercanías detectó gente que se encontraba debajo de la densa maleza. Cuando el helicóptero bajó en picada, el piloto vio zapatillas de deporte en la base de los árboles. Los agentes en tierra expulsaron nueve inmigrantes, todos hombres.

"La tecnología, las operaciones aéreas, las unidades en tierra, ése es el paquete completo", dijo Ortiz.

Los nuevos inmigrantes se dirigen hacia el sur de Texas, ya que es la distancia más corta desde Centroamérica. Muchos jóvenes viajan cruzando México en la parte superior de los trenes de carga, saltando en Reynosa.

El río Grande les da vueltas y los envuelve, y aquellos que logran cruzar pueden ocultarse rápidamente en los campos de caña de azúcar y en las huertas. En muchos lugares se trata de una carrera corta a los centros comerciales y calles suburbanas donde los contrabandistas recogen a los migrantes para seguir hacia el norte.

Funcionarios de la Patrulla Fronteriza dijeron que las detenciones fueron mayores, en parte debido a que estuvieron agarrando a muchos más de los que cruzan ilegalmente. Cerca de tres mil agentes en el valle del río Grande, 495 nuevos este año, patrullan en helicópteros y botes, en vehículos todo terreno y a caballo.

Aviones robot y dirigibles aerostáticos están observando desde el cielo.

Pero si bien los mexicanos pueden ser devueltos rápidamente por la Patrulla Fronteriza, los inmigrantes de países no contiguos deben ser formalmente deportados y enviados a casa por otras agencias. A pesar de que los vuelos federales salen de Texas todos los días, los centroamericanos son detenidos por más tiempo.

Las mujeres con hijos son detenidas por separado. Pero debido a que el centro de "unidades familiares" más cercano está en Pennsylvania, es probable que las familias detenidas en el valle del río Grande sean liberadas mientras sus casos avanzan, dijo un alto funcionario de deportaciones.

Los menores de edad sin padres son entregados al Departamento de Salud y Servicios Humanos, que los mantiene en refugios que brindan atención médica y escuela y trata de enviarlos con sus familiares en Estados Unidos. Las autoridades aquí están esperando 35 mil menores no acompañados este año, el triple que hace dos años.

En virtud del derecho de asilo, se requiere que los agentes fronterizos pregunten a los migrantes si tienen miedo de regresar a sus países. Si la respuesta es sí, los migrantes deben ser detenidos hasta que un oficial de inmigración los entreviste para determinar si el miedo es creíble. Si el oficial concluye que sí lo es, el migrante puede solicitar asilo. Un juez de inmigración decidirá si existe un "temor de persecución bien fundado" por motivos de raza, religión, nacionalidad, opinión política o "pertenencia a un grupo social en particular".

Los funcionarios de inmigración dijeron que habían bajado el nivel de prohibición intencionalmente para la prueba inicial del "miedo creíble", para evitar dar la espalda a un extranjero en peligro. En 2013, el 85 por ciento de las reclamaciones por miedo resultaron ser creíbles, según cifras federales.

A medida que más centroamericanos han venido, las declaraciones por temor han subido a más del doble en el 2013 a 36 mil 026 de 13 mil 931 en 2012.

Sin embargo, las probabilidades de obtener asilo no han mejorado mucho después de todo. En 2012, los tribunales de inmigración aprobaron el 34 por ciento de las peticiones de asilo de inmigrantes que enfrentan la deportación, dos mil 888 casos en todo el país. Muchos centroamericanos dicen que están huyendo de la extorsión o el reclutamiento forzado por parte de bandas criminales. Pero los tribunales de inmigración rara vez han reconocido esas amenazas como motivo para asilo.

Sin embargo, a causa de los inmensos retrasos en los tribunales, con un promedio de espera para una audiencia de casi 19 meses, declarar el miedo de regresar ha permitido a algunos centroamericanos prolongar su tiempo en Estados Unidos.

Los abogados dijeron que los funcionarios habían comenzado a hacer mucho más difícil a los inmigrantes obtener la liberación, al requerirles a muchos más pagar la fianza, a veces hasta de 10 mil dólares.

Esa noticia no había llegado a los migrantes en un albergue de monjas en Reynosa. Varios dijeron que se dirigían a Estados Unidos en busca de "asilo". Podrían decir con verdad que tenían miedo de ir a casa.

Luis Fernando Herrera Perdomo, de 19 años, dijo que había huido de Honduras después de que miembros de pandillas mataron a tiros a un hermano que estaba durmiendo en la cama junto a la suya.

Un ex soldado de El Salvador, de 29 años, quien pidió ser identificado solamente como Jesús, dijo que había dejado a su esposa y a sus tres hijos para escapar de una banda que venía tras él pistola en mano porque arrestó a algunos de sus miembros mientras estuvo en el ejército.

En Reynosa, los peligros sólo se habían multiplicado. José Rubén Hernández, de 32 años, dijo que había sido secuestrado durante dos semanas, mientras los traficantes mexicanos extorsionaban 10 mil dólares de rescate a su frenética familia en Honduras. "Somos una mina de oro para los cárteles", dijo.

Otros migrantes habían sido encarcelados en el escondite de contrabandistas hasta que las tropas del Ejército mexicano irrumpieron a liberarlos.

Pero los inmigrantes aún pretendían contratar nuevos contrabandistas y tratar de cruzar.

"Todavía estoy vivo y tengo fe en Dios, así que voy a tratar de llegar al otro lado", dijo Herrera.

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