Mundo

Hiroshima: hace 70 años nació el terror atómico

Japón reforma la Constitución para que sus fuerzas combatan en el extranjero; la Cámara de Consejeros aprobaría en breve el cambio impulsado por el primer ministro del país, Shinzo Abe.

Hace 70 años nació, en una mañana clara y soleada en Hiroshima, la era del terror atómico global. A las 8:15 horas, 100 mil habitantes de la ciudad perecieron de inmediato ––dice el sinólogo Francesco Sisci–– por el estallido de una bomba que apagó los colores; por "el fuego que emergió de la peor pesadilla de Shiva el Destructor; fue el fin de los dioses, la muerte después de la muerte".

Nada sobrevivió; la tierra, las piedras, el cemento y el acero se transformaron en una gigantesca masa de polvo que envenenaría con radiación todo a su alrededor por décadas.

A 30 años de que se cumpla el primer siglo de la catástrofe, símbolo indiscutible de nuestro tiempo y banderazo de salida de una carrera armamentista demencial en la que se han gastado ingentes recursos, sin que ningún Estado pueda superar el empate de la Destrucción Mutua Asegurada (mejor explicada por su acrónimo en inglés, MAD), el pueblo japonés recibe este aniversario con preocupantes señales, y es que el gobierno conservador del primer ministro Shinzo Abe se encuentra muy cerca de cumplir un objetivo que tendría enormes repercusiones geoestratégicas, con la reforma de la Constitución que permitiría a sus Fuerzas de Autodefensa operar otra vez en el exterior.

La mayoría del Partido Liberal Democrático (LDP) de Abe eliminó en la Dieta, o Cámara baja del Parlamento el 16 de julio ––dos días después de que en Viena las potencias ganadoras de la Segunda Guerra Mundial con veto en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, más Alemania, cerraran un acuerdo con Irán para controlar su programa nuclear–– la prohibición de que los militares sean desplegados en el extranjero y les dieron, expuso The New York Times, "facultades limitadas para combatir".

El debate de la reforma está ahora en manos de la Cámara de Consejeros o Senado y se espera su aprobación, lo que temen miles de nipones que han tomado las calles para protestar, señala Tim Shorrock en The Nation, facilitará que las fuerzas armadas, ya beneficiarias de uno de los presupuestos más altos del mundo, y el sofisticado complejo industrial, aumenten la colaboración que Abe pactó con el presidente norteamericano, Barack Obama, al visitarlo en la Casa Blanca en abril para "ampliar su alcance y actuar cuando Estados Unidos o los países donde hay tropas estadounidenses sean amenazados".

"Damos la bienvenida a los esfuerzos de Japón para fortalecer la alianza y jugar un papel más activo en asuntos de seguridad regional e internacional, como se refleja en nuestros nuevos lineamientos de cooperación en defensa", afirmó Robert Kirby, vocero de la cancillería en Washington.


Shorrock recupera la descripción que hizo del LDP en 2003 para explicarnos el presente. La relación simbiótica que cultivó el partido hegemónico de postguerra con EU arrancó en 1948 durante el "virreinato" del general Douglas MacArthur, cuando la "contención del comunismo", de la Unión Soviética y China se convirtió en la prioridad.

La CIA rehabilitó a los mandos del Tokio imperial, como lo hizo con antiguos nazis en Alemania, y uno de ellos fue Nobusuke Kishi, abuelo de Abe y premier en 1957-1960, que en el conflicto fue ministro de comercio e industria, clasificado como criminal de guerra Clase A por el régimen de MacArthur debido a su apoyo a la ocupación de Manchuria.

La meta de Kishi fue la "restauración de la independencia" y establecer una alianza "madura" con EU; alentó el revisionismo ––escollo que dificulta la reconciliación con China y Corea del Sur–– y cayó del gobierno ante el rechazo en las calles. Hoy su nieto busca lograr ese propósito. Abe, quien ya dirigió al país en 2006-07, no quiere que Japón se rezague en la reconfiguración del poder que acompaña el fin de la paz americana rumbo al nuevo escenario multilateral en el que China y otras naciones tendrán más peso.

Pero la inconformidad de los nipones es tan vigorosa como su ofensiva. El 62 por ciento se opone a la reforma; más de 90 por ciento de los académicos y exmagistrados sostienen que es inconstitucional e incluso Makoto Toga, exsecretario general del LDP, califica al gobierno de "oscuro y horripilante".

También lee: