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Frágil economía y reformas sin concluir, la Cuba que dejará Raúl

La 'Actualización del Modelo Económico y Social' ha provocado más errores que virtudes, reconoce el vicepresidente cubano Marino Murillo.

Cuando en las próximas horas un nuevo presidente asuma la dirección del Estado y del gobierno cubano, se encontrará a un país con grandes interrogantes económicas que pudieran complicar aún más su futuro inmediato.

Todo parece indicar que de las sesiones del Parlamento, hoy y mañana, saldrá Miguel Díaz-Canel, un ingeniero de 57 años que actualmente se desempeña como primer vicepresidente, como el sustituto de Raúl Castro, quien cumplió su segundo y último mandato de cinco años, aunque en la práctica asumió el liderazgo nacional desde 2006, tras la grave enfermedad de su hermano Fidel.

Esta "especie de transición no traumática", según el decir del ministro de cultura Abel Prieto, se produce en momentos en que las reformas iniciadas por Raúl Castro en el 2011 han provocado "más errores que virtudes" y un "distanciamiento" entre los objetivos iniciales y la práctica, en opinión de su principal ejecutor, el vicepresidente Marino Murillo.

Los cambios, nombrados oficialmente "Actualización del modelo económico y social", tienen entre sus piedras angulares la desestatización de la economía con la promoción del trabajo privado y cooperativo, al tiempo que se incentiva la inversión de capital extranjero y se apuesta por la eficiencia de la mayoritaria empresa estatal.

Sin embargo, en estos años la economía cubana no solo no creció al ritmo de cinco por ciento deseado, sino que en 2016 estuvo en recesión, mientras las esperadas inversiones extranjeras no han llegado en la cuantía necesaria, a pesar de las facilidades otorgadas.

Además, desde agosto del 2017 el gobierno congeló la concesión de nuevas licencias para las categorías más demandadas en el sector privado, como el alquiler de habitaciones y la apertura de restaurantes, en medio de una creciente crítica oficial "a las ilegalidades detectadas".

Pero quizás uno de los mayores problemas que enfrentará el nuevo presidente cubano será la tan reclamada y retardada unificación monetaria. En diciembre pasado Raúl Castro aseguró que ese paso "no puede dilatarse por más tiempo" y dijo que se trata del "proceso más determinante" para avanzar en las reformas impulsadas durante su mandato. Por ello muchos pensaron que la unificación se produciría antes del cambio presidencial.

Sin embargo, será el nuevo jefe de Estado y de gobierno quien deberá enfrentar este reto, por cuya aplicación apuestan algunos economistas como "camino expedito para la elevación del nivel de vida", mientras otros consideran que en primera instancia "solo beneficiará la macroeconomía sin impacto en los bolsillos".

En Cuba circulan el peso cubano (CUP) como moneda nacional y el peso convertible en divisa (CUC, equivalente al dólar y a 24 CUP), una dualidad monetaria que persiste desde la década de los 90 y que ha generado graves distorsiones en la contabilidad empresarial.

A ello se suma, en el plano externo, que la distensión con el archienemigo del norte que vivió Raúl Castro en parte de su segundo mandato ha desaparecido tras la llegada a la Casa Blanca de Donald Trump, empeñado en el recrudecimiento de las sanciones contra la isla y con una retórica que hace recordar los años más calientes de la llamada Guerra Fría.

De confirmarse la elección de Díaz-Canel, deberá, además, hacer gala de la negociación. Nacido luego del triunfo de la Revolución, Díaz-Canel carece de las credenciales épicas de sus padres y abuelos históricos, y para gobernar deberá lograr consensos y ganarse en la práctica el apoyo de los cubanos que no lo ven como un líder indiscutido.

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