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El veneno que no sólo acaba con la hoja de coca en Colombia

El gobierno colombiano utiliza el glifosato para fumigar, vía aérea, los sembradíos de coca, pero campesinos han sido afectados por el químico, sin que se haya un sustento científico. La OMS recomendó suspender las fumigaciones y así se hará, pero podría acarrear que la producción del narcótico creciera sin medida.

CRUCITO, Colombia. Manuel de Jesús Sánchez se esfuerza por colocarse un trapo verde para proteger las manchas en la piel bajo el intenso sol del mediodía. Este agricultor de 45 años de edad estaba trabajando hace cuatro años en su cultivo de arroz cuando un avión pasó sobre su cabeza derramando miles de litros de lo que aquí todo el mundo llama "el veneno".

Desde el día que Sánchez fue expuesto a un herbicida fabricado a base de glifosato, sustancia química que en Colombia se utiliza para acabar con la hoja de coca, su pelo perdió color, en la piel le aparecieron manchas blancas que poco a poco le cubrieron el cuerpo y empezó a perder visión.

"Nunca fui a un médico porque me recetarían cremas y pastillas que no puedo pagar", dice Sánchez. Después de aquello no volvió nunca más al campo y hoy se gana la vida vendiendo dulces a los niños por las calles de tierra de Crucito, donde un puñado de familias viven en casas de madera.

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Entre los campesinos del lugar abundan los testimonios que detallan problemas de piel, abortos involuntarios y malformaciones en esta aldea en el borde del Parque Nacional Paramillo del norte de Colombia.

Vincular los problemas de salud con el glifosato es imposible, han pasado demasiados años expuestos a distintas sustancias químicas y los campesinos, muchos de ellos productores de coca, o tienen miedo o son demasiado pobres para hacer un recorrido de tres horas a pie, en barca y en vehículo para llegar al hospital más cercano o a una fiscalía con el fin de hacer sus denuncias.

La semana pasada el presidente Juan Manuel Santos decidió poner fin a la fumigación aérea tras la aparición de un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que considera el glifosato como potencialmente cancerígeno, lo que abre una nueva oportunidad para los reclamos de decenas de agricultores de todo el país que se consideran víctimas de una guerra contra las drogas liderada por Estados Unidos en América del Sur.

Y también existe la preocupación de que con esta suspensión aumente la producción de cocaína en Colombia después de una década de guerra contra los carteles de la nación.

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Con sede en Saint Louis, Estados Unidos, la multinacional Monsanto, empresa que descubrió el glifosato, dijo a The Associated Press que ya no provee al gobierno colombiano ningún herbicida. La multinacional y otros fabricantes han rechazado enérgicamente la evaluación de la OMS de marzo, citando un estudio de 2012 de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos, que sostiene que los productos a base de glifosato son seguros y acusan a quienes se oponen a la sustancia química de manipular los datos.

En octubre de 2013, en respuesta a un reportaje de The Associated Press sobre el uso de glifosato en la pampa argentina, un portavoz de Monsanto describió al glifosato como "mucho menos tóxico que el repelente que se pone en la piel de sus hijos". Dijo que la sustancia química no se ha usado debidamente en Argentina.

Colombia es el único país del mundo que fumiga desde el aire con herbicidas los cultivos ilícitos y su erradicación con la fumigación aérea ha provocado un intenso debate en el país.

Mientras que para grupos ambientalistas su aplicación acaba indiscriminadamente con la flora y provoca daños físicos, para la derecha del país se trata de una concesión de Santos a la guerrilla de las FARC en el marco de las conversaciones de paz que se siguen en Cuba desde hace dos años. La guerrilla depende del comercio de cocaína para financiarse y compara la fumigación, que ejecutan empresas estadounidenses, con el uso del "Agente Naranja" utilizado durante la guerra de Vietnam.

Funcionarios estadounidenses argumentan que las sustancias químicas utilizadas por los campesinos para la elaboración de cocaína en laboratorios clandestinos son más peligrosas para la salud y el medio ambiente. Y que si el herbicida es tan inseguro, se preguntan, ¿por qué nadie contempla su prohibición en la agricultura?

"Ésta es una discusión entre sordos", explica Myles Frechette, embajador de Estados Unidos en Colombia en la década de 1990. "Aquellos que argumentan que hace daño no se verán convencidos por la ciencia".

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El Consejo Nacional de Estupefacientes de Colombia, que marca el rumbo de la política antidrogas del país, aprobó la decisión de Santos de eliminar progresivamente las fumigaciones aéreas en octubre. Se espera haya un reemplazo en la estrategia de erradicación de cultivos ilícitos por una manual que lleven a cabo unidades del ejército en zonas frecuentemente dominadas por la guerrilla de las FARC y sembradas de minas antipersonas.

Mientras tanto, los campesinos de Crucito, la mayoría ajenos al acalorado debate que despierta el tema en la capital, consideran la suspensión de las fumigaciones como una victoria agridulce. Temen la llegada masiva de tropas de combate a sus cultivos e insisten en que no hay otra forma de subsistencia que no sean los mil dólares que deja la venta de un kilo de pasta base de cocaína a los narcotraficantes.

Actualmente, la presencia más visible del Estado en este pequeño municipio — además de las campañas de fumigación dos veces al año— es un puesto de control del ejército fuertemente armado que controla el flujo de gasolina y alimentos que trasladan los campesinos para impedir que lleguen a manos de 'narcos' y guerrilleros que se esconden en las inmediaciones.

"Nuestros problemas no se resuelven con el fin de las fumigaciones", explica Andrés Herrón, un líder comunitario que defiende la siembra de coca. "El gobierno tiene que darnos una alternativa a los cultivos tradicionales que nos permitan vivir. Creciendo yuca, plátano y ñame ni siquiera deja suficiente dinero para llevar comida a la mesa".

Los opositores a Santos insisten en que el país pronto nadará en coca, pero muchos observadores sostienen que la fumigación de cuatro millones de hectáreas desde 1990 ha logrado muy poco en la disminución de la producción de coca e insisten en que la solución es crear una estrategia de cultivos económicamente rentables.

El último informe realizado por Estados Unidos publicado este mes, señala que las áreas de cultivo de coca llegaron a 112 mil hectáreas el año pasado, lo que supone un aumento del 39 por ciento. El responsable antidroga de la Casa Blanca atribuye el auge a un aumento de las plantaciones en áreas fuera de su control como el Nudo de Paramillo, uno de los 59 parques nacionales del país donde está prohibida la fumigación.

Para los grupos y partidos que apoyan la decisión de Santos, las fumigaciones son un precio demasiado alto que pagan los campesinos para impedir la llegada de cocaína a las calles de Estados Unidos y Europa.

Una investigación publicada el año pasado por Daniel Mejía, asesor de Santos sobre política de drogas, encontró que la población sufría abortos involuntarios y problemas de piel en tasas más altas de lo normal en los municipios sometidos al herbicida, según los registros médicos obtenidos entre 2003 y 2007.

Omar Miranda, quien recibió un curso de primeros auxilios para atender a la comunidad ante la ausencia de un médico, dijo que contabilizó unos 20 abortos involuntarios el año pasado para una población de unas 75 familias. Paralelamente dice que han aumentado las malformaciones en recién nacidos. A pesar de que no cuenta con documentación que respalde su reclamo o descarte otras posibles causas, no es difícil encontrar ejemplos.

Con cinco años de edad, Joani Londoño nació sin una pierna y con un pie deforme. Su madre, Adevis Díaz, atribuye los problemas físicos de su hija a las frutas que comió de su huerto poco después de que un avión pasara fumigando por encima de su casa.

"A los pocos 15 días se rompió el líquido amniótico y mi bebé nació prematuramente con sólo seis meses ", se lamenta Díaz, quien debe cuidar de sus cuatro hijos que juegan en el piso de tierra de su casa junto a varias gallinas, un cerdo y tres perros. "Si seguimos en esta tierra, nuestra vida está en riesgo."

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