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Dilma se inclina por una economía sin sobresaltos, pero no convence

Ante la elección presidencial de octubre próximo, la presidenta Dilma Rousseff es duramente criticada por sus decisiones económicas; si bien hay tasas bajas de desempleo, especialistas consideran que Brasil desperdició la reputación que ganó en la última década como un mercado emergente rentable y estable.

BRASILIA. Dilma Rousseff entra algunas veces en la cabina de su avión presidencial, pide ver el plan de vuelo y le ordena al piloto que evite posibles turbulencias, aunque sume horas al viaje.

Desde que asumió el cargo en el 2011, Rousseff a menudo trató de controlar la economía de Brasil de la misma manera.

Y eso no va a cambiar si es reelecta en octubre, dicen funcionarios cercanos a la mandataria. A pesar de una fuerte desaceleración en el crecimiento económico, Rousseff planea ignorar en gran medida las súplicas de los inversores de que altere su estilo intervencionista o adopte profundas.

Aunque es posible que introduzca algunos cambios favorables al mercado, Rousseff mantendrá su combinación de políticas de izquierda que le dan control sobre todo, desde los impuestos hasta los márgenes de ganancias de algunas empresas, en un esfuerzo por garantizar una economía "más justa" y equitativa.

Funcionarios cercanos a la presidenta brasileña dijeron que los probables cambios que haga, incluyen un nuevo ministro de Hacienda que tenga una mejor relación con los inversores; un nuevo intento de simplificar lo que el Banco Mundial describe como el sistema fiscal más complejo del mundo; y un papel más activo para su predecesor y mentor político, Luiz Inácio Lula da Silva, quien podría aportar una voz más pragmática a la hora de tomar grandes decisiones.

Sin embargo, esos cambios pueden no ser tan dramáticos como parecen, en gran medida debido a que Rousseff continuaría en el asiento del piloto.

Un abordaje que mantenga el "status-quo" sería una gran decepción para los mercados financieros en Brasil, que han escalado recientemente alentados por especulaciones de que Rousseff podría realizar un cambio de política más profundo o que alguno de sus rivales más centristas podría ganar las elecciones del 5 de octubre.

Rousseff, una tecnócrata que ha trabajado en el Gobierno durante gran parte de su vida y que tiene estudios de posgrado en economía, estuvo involucrada en todas las grandes decisiones económicas de su presidencia, y en las pequeñas también, dicen sus asesores.

Su gobierno ha incrementado y bajado algunos impuestos, subió las tasas de interés, las recortó y luego las volvió a elevar.

También trató de presionar a los bancos del sector privado para que ofrecieran préstamos a tasas más bajas, y obligó a la estatal Petroleo Brasileiro SA a mantener los precios del combustible muy por debajo de los niveles internacionales.

Cada una de estas políticas ha causado tantos daños como beneficios, incrementando el déficit presupuestario y alentando una aceleración de la inflación, entre otros problemas.

En términos generales, muchos inversionistas dicen que con la "microgestión" Rousseff desperdició la reputación que Brasil ganó en la última década como un mercado emergente rentable y estable.

Si bien el clima de negocios sigue siendo mucho mejor que en otros vecinos latinoamericanos como Argentina o Venezuela, el crecimiento económico bajo Rousseff se ha reducido a sólo un 2 por ciento anual, alrededor de la mitad del ritmo promedio bajo los gobiernos de Lula.

La inflación está por encima de un 6 por ciento y el índice de acciones líderes de Brasil retrocedió un 22 por ciento desde que asumió el cargo.

La tensión no se limita a Wall Street. El enojo por el alza de precios y por servicios públicos deficientes disparó grandes protestas en las calles el año pasado. Y muchos analistas esperan que las manifestaciones exploten nuevamente en junio, cuando el Mundial de fútbol concentre la atención global en Brasil.

LOGROS EN POBREZA Y EMPLEO

La cantidad de brasileños que describen al Gobierno de Rousseff como "bueno" o "excelente" en las encuestas ha bajado desde un 65 por ciento en marzo del 2013 a un 35 por ciento este mes. Su ventaja sobre sus rivales para la elección también se ha reducido.

Eso ha generado pedidos, entre ellos de los propios miembros de su coalición, para que la presidenta adopte tácticas que favorezcan más a los empresarios.Sin embargo, Rousseff mide el éxito de otro modo. Siempre lo ha hecho.

Durante sus años como una guerrillera de izquierda en la década de 1970, Rousseff se opuso a un gobierno militar que presumía de un crecimiento económico por encima de un 10 por ciento, pero vio desplomarse el salario real para la clase trabajadora exacerbando una de las brechas entre ricos y pobres más grandes del mundo.

Desde entonces, primero como una funcionaria de políticas energéticas tras el retorno de la democracia en la década de 1980 y ahora como presidenta, Rousseff colocó la creación de empleo y el crecimiento del salario como sus metas principales.

Y considerando esos objetivos, su primer mandato fue positivo.

El desempleo bajó a mínimos históricos cercanos a un 5 por ciento y se ha mantenido allí. Durante los mandatos de Lula y luego de Rousseff, más de 40 millones de personas lograron salir de la pobreza, convirtiendo a Brasil en uno de los pocos países que ha podido asociar sólido crecimiento económico a una menor desigualdad.

"Hay gente que dice que necesitamos medidas impopulares", dijo el 7 de mayo aludiendo a los recortes presupuestarios. "Pero hay que ser cuidadosos. Una medida impopular puede convertirse en una medida que perjudica a la gente".

Funcionarios cercanos a la presidenta dicen que su estilo intervencionista es más una cuestión de personalidad que una filosofía de gobierno.

Rousseff, que nunca había pensado en ser candidata hasta que Lula le eligió como su sucesora en el 2010, carece del carisma o la capacidad de negociación que suelen elogiarse en Brasilia.

REFORMAS QUE TAL VEZ NO LLEGARÁN

Muchos analistas dicen que el estilo verticalista y progresivo de Rousseff llegó a su límite.

Sin una reestructuración importante de su presupuesto, una reforma tributaria radical y otros cambios estructurales Brasil seguiría estancado en un patrón de crecimiento cercano al 2 por ciento anual y una alta inflación, dijo Alberto Ramos, principal economista de Goldman Sachs para América Latina.

Los esfuerzos de Rousseff por bajar las tasas de interés y estimular el consumo "han fracasado espectacularmente", indicó Ramos. "Supongo que está en su ADN, ellos no creen en las políticas de ajuste".

Los asesores de Rousseff dicen que no es tan simple. Señalan que un recorte presupuestario sustancial podría ser inevitable en un segundo mandato a partir del 2015. Otros desequilibrios, como los precios del combustible artificialmente bajos, también deben atenderse pero de manera paulatina.

Otros argumentan que Rousseff ya asumió una postura más de centro. Dicen que las protestas del año pasado la convencieron de la necesidad de realizar rápidas mejoras en los servicios públicos y la infraestructura, algo que solo es posible si se tiene conforme a la comunidad empresarial.

Desde entonces, la presidenta aceptó mayores márgenes de ganancia para empresas que construyen carreteras, por ejemplo.

Sin embargo, los últimos dos presidentes no han conseguido convencer a los legisladores de realizar cambios tributarios significativos, y la relación de Rousseff con el Congreso es especialmente pobre.

No obstante, las promesas de un acercamiento a los líderes empresariales han sido parcialmente ahogadas por las recientes decisiones de Rousseff, que incluyen planes de otro aumento de impuestos -esta vez a las bebidas- y un alza de un 10 por ciento de las contribuciones a la seguridad social que sus críticos han descrito como una medida populista en un año electoral.

Ricardo Figuereido dijo que votó por Rousseff en 2010, pero que está considerando hacerlo por otro candidato en octubre. "Las ventas no han sido malas, pero tampoco buenas", dijo. "No sé si quiero esto por otros cuatro años".

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