Monterrey

Tecnología y Crecimiento: La Panacea Incompleta

OPINIÓN. El alcance a la tecnología, por sí misma, no es garantía de productividad y crecimiento, ya que este acceso debe ir acompañado de educación que permita formar conocimiento, permitiendo que esto se traduzca en mayor acumulación del capital humano, motor del crecimiento de cualquier sociedad.

Nuevo León es un estado con población concentrada primordialmente en zonas urbanas. Según datos recientes de INEGI (2010), casi el 88 por ciento de la población se encuentra habitando en la Zona Conurbada de Monterrey. Por lo anterior, podemos asumir que casi la totalidad de su población cuenta con acceso a las principales tecnologías de comunicación, desde los medios tradicionales como prensa, radio y televisión, hasta los más recientes como internet y telefonía celular, con todas las conexiones a redes de información que ello conlleva. Eso, de la mano con grandes universidades con prestigio internacional por sus actividades de investigación científica, hace de esta región un ejemplo perfecto de los ingredientes necesarios para garantizar el éxito en desarrollo económico. Sin embargo, de acuerdo a los datos más recientes del INEGI, el crecimiento de la actividad económica del estado medido por su PIB, si bien es superior al promedio del país, sigue sin ser espectacular, la desigualdad en la región continúa en ascenso, el crimen sigue afectando a los ciudadanos locales, y los problemas urbanos asociados a la contaminación y el transporte público comienzan a nublar el panorama social en el mediano y largo plazo.

¿Cómo es posible que un estado con una población que tiene acceso a tecnología de punta no pueda traducir esto en un incremento notable en su productividad y así sus tasas de crecimiento? He aquí una potencial respuesta: el alcance a la tecnología, por sí misma, no es garantía de productividad y crecimiento, ya que este acceso debe ir acompañado de educación que permita formar conocimiento, permitiendo que esto se traduzca en mayor acumulación del capital humano, motor del crecimiento de cualquier sociedad. En otras palabras, la promesa de que los grandes avances tecnológicos y el alcance de las redes de información son condiciones suficientes para el desarrollo económico, es en sí misma, una verdad incompleta: para incrementar la productividad es necesario traducir ese acceso en tiempo efectivo de estudio, investigación, y trabajo.

La teoría microeconómica contemporánea tiene una respuesta a este hecho estilizado. Para ver esta realidad es necesario considerar los fundamentos de decisión en el uso del tiempo, mostrados de manera clara en el modelo propuesto por Gary Becker (1965) en su estudio de los hogares como unidad social productiva. En este caso, pensemos en un ejemplo simple de uso de tiempo: un estudiante de secundaria que debe decidir usar su tiempo para realizar un trabajo de investigación. Hace 20 años, por ejemplo, este estudiante (en promedio) no tenía acceso a internet y medios digitales, por tanto para realizar una tarea de este tipo debía de ir a una biblioteca, analizar fichas bibliográficas, seleccionar y buscar los libros, leer los libros, decidir que material era relevante para su tarea, para finalmente copiar manualmente y editar el material para su presentación final; esta experiencia podía representar de 4 a 6 horas de trabajo si se incluye el tiempo de transporte a una biblioteca que tuviera suficiente material de consulta. Actualmente, un estudiante promedio de secundaria tiene acceso a internet (incluso desde su teléfono celular), y por tanto, realizar el mismo trabajo de investigación se reduce a unos "clicks" desde una computadora, copiar y pegar los párrafos relevantes, y en el mejor de los escenarios, editar el archivo en un procesador de texto para posteriormente imprimirlo. Supongamos que esta experiencia se puede realizar en 1 hora. ¿Qué hacen los jóvenes con las restantes 5 horas de su tiempo por la tarde? Idealmente, ese tiempo podría dedicarse a estudiar o cultivar otra habilidad, eso es, educarse. Sin embargo, el internet trajo consigo otros distractores en forma de redes sociales, mismas que ahora consumen grandes cantidades del tiempo de atención de adultos y jóvenes, incluso en tiempo de trabajo y durante clase. Esto significaría que el abaratamiento del tiempo necesario para realizar una labor determinada se ha traducido también en un mayor consumo de tiempo en otras actividades no productivas, y que en algunos casos, podría incluso mermar las ganancias del incremento inicial en la productividad.

Así, el acceso a la tecnología constituye una condición necesaria, más no suficiente, para el desarrollo económico.

El autor es Doctor en Economía por la Universidad de Chicago. Profesor-Investigador de la Facultad de Economía de la UANL y miembro del SNI-CONACYT Nivel 1.

Esta es una columna de opinión. Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad únicamente de quien la firma y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.

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