Monterrey

Réquiem por una democracia

OPINIÓN. La democracia es una forma de vida, e implica el respeto, la tolerancia y la responsabilidad de nuestras acciones con la sociedad.

A lo largo de la historia de la humanidad, las diferentes comunidades que han habitado nuestro planeta han cimentado sus sociedades en una serie de valores que les ha permitido cohesionar a sus integrantes y que, por lo general, tienen como objetivo común alcanzar el bienestar y desarrollo de sus integrantes. En este proceso, se ha privilegiado la construcción de muros, tanto físicos como sociales, que, permiten salvaguardar los valores y preceptos en los que cree la comunidad.

En muchas ocasiones, estos muros se han levantado contra la voluntad de los propios ciudadanos y tienen como objetivo salvaguardar un sistema. Para Héctor Aguilar Camín, los resultados de las elecciones del pasado 5 de junio en las que el Partido Acción Nacional (PAN) se convirtió en el "gran ganador" al obtener 7 de las 12 gubernaturas que estaban en juego; son un símil de cómo los diferentes muros que contenían la democracia cayeron en entidades de la República que por primera vez conocerán la alternancia como los estados de Veracruz, Durango y Quintana Roo.

Pero mientras los ciudadanos desmantelaban un muro político que impedía la alternancia a la democracia, la transparencia y la rendición de cuentas, los diferentes líderes religiosos mexicanos decidieron utilizar la controvertida propuesta de legalización de matrimonios entre personas del mismo sexo para agrandar los muros que separan a la sociedad mexicana incitando al odio y a la intolerancia en contra de aquellos ciudadanos que son diferentes pero que, ante la ley, merecen los mismos derechos que todos los mexicanos.

Hace un año la Suprema Corte de Justicia de la Nación sentó jurisprudencia a nivel nacional y declaró inconstitucional los códigos civiles estatales donde el matrimonio es entendido como la unión entre hombre y mujer; de esta forma, el hecho de vincular los requisitos del matrimonio con las preferencias sexuales y la procreación resulta discriminatorio porque excluye a las parejas del mismo sexo.

Sin embargo, las estructuras y las instituciones que monopolizan la moral se resisten al cambio; el Arzobispo Rogelio Cabrera señaló que la institución del matrimonio es exclusivamente la unión entre un hombre y una mujer debido a su capacidad reproductiva y, desde su punto de vista; las familias deben estar integradas por un padre y una madre; negándole de esta forma a los diferentes tipos de familia que existen en Nuevo León y en México su derecho a existir.
Desafortunadamente, la incapacidad de aceptación refuerza los muros de intolerancia y odio en los que estamos peligrosamente inmersos.

Hace unas semanas en Veracruz cuatro personas fueron asesinadas en un bar gay y el pasado fin de semana, 50 personas perdieron la vida en un atentado homofóbico. Las personas que fueron asesinadas por la intolerancia eran seres humanos, con sueños, con retos, con miedos y eran únicos al tener la valentía de ser un ejemplo del temple y la fuerza que toda la comunidad LGBT ha demostrado a lo largo de su historia en la búsqueda del reconocimiento de sus derechos.

La democracia es una forma de vida, e implica el respeto, la tolerancia y la responsabilidad de nuestras acciones con la sociedad. Sino practicamos estos valores y actitudes, la viabilidad de nuestra sociedad como proyecto estará en juego y el muro del odio y la intolerancia que hemos construido destruirá nuestra propia comunidad.

* El autor es politólogo por el Tecnológico de Monterrey; consultor político de la firma internacional Global Nexus y cursa sus estudios de posgrado en la Universidad de Wisconsin.

Esta es una columna de opinión. Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad únicamente de quien la firma y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.

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