Monterrey

Nuestras guerras

OPINIÓN. Un país donde el Presidente de la República pontifica que perdonar a los delincuentes es traicionar a la sociedad, pero que se niega a romper el pacto de impunidad y corrupción que alimenta al sistema político mexicano.

Donald Trump irrumpió en el escenario político estadounidense enarbolando banderas y propuestas políticas simplistas y racistas que buscan satisfacer las demandas de replantear un modelo de desarrollo económico y social, basado en la integración económica de los Estados Unidos con los países al norte y sur de su frontera, que reproduce la desigualdad.

Terminar con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte y construir el muro en la frontera sur de los Estados Unidos se han convertido en los símbolos que pretenden satisfacer a la mayoría silenciosa que está harta del status quo en los Estados Unidos. Por supuesto, cumplir estos objetivos no equivalen a remediar los males.

En nuestro país, Lorenzo Meyer ha identificado dos conflictos que los mexicanos enfrentamos de forma cotidiana: primero, el conflicto armado entre los cuerpos de seguridad del estado mexicano y los cárteles del narcotráfico; el segundo es una lucha de clases en un sistema de libre mercado que no ha podido diseñar una distribución equitativa de los recursos que disfruta un pequeño sector de la sociedad mexicana.

En este contexto, las elecciones del 2018 no solamente son un ejercicio democrático para renovar las autoridades municipales, estatales y federales en nuestro país. Son, desafortunadamente, el único medio que tienen los ciudadanos para expresar su malestar, frustración y opinión ante un cúmulo de agravios que la clase política le ha infringido a la sociedad.

Un país donde el Presidente de la República pontifica que perdonar a los delincuentes es traicionar a la sociedad, pero que se niega a romper el pacto de impunidad y corrupción que alimenta al sistema político mexicano. Así, mientras Peña Nieto advierte a los cuatro puntos cardinales sobre el peligro de la "venezolización" de nuestro país, también facilita la gestación de candidatos populistas que proponen soluciones poco ortodoxas a las guerras que enfrentamos los mexicanos.

Sin embargo, López Obrador, Anaya y Meade no representan una ruptura con el sistema que constriñe el desarrollo humano de los mexicanos. Este fin de semana, Meade y Anaya visitaron Quintana Roo y estuvieron acompañados por políticos muy cuestionados, incluido un ex secretario de Gobierno del ex Gobernador Borge, que fue detenido 24 horas después de la visita de Meade. Por su parte, AMLO le ha abierto la puerta a personajes identificados con el segundo ex Gobernador de Quintana Roo que enfrenta un proceso penal en su contra.

Por si fuera poco, los candidatos independientes siguen la misma ruta que los políticos tradicionales. Rodríguez Calderón afirma que el caso de las irregularidades en el proceso de recolección de firmas para apoyar su candidatura no es un fraude, solo "travesuras". Así, ¿qué podemos esperar de un personaje que compara a su esposa con su caballo, y que durante su último año como Gobernador posicionó a Nuevo León en el quinto lugar de las entidades con mayores índices de feminicidios en todo México?

Además de las guerras mencionadas por Meyer, los neoloneses enfrentamos otras guerras todos los días como son la violación sistemática a los derechos humanos, los feminicidios y los crímenes por homofobia. La mayoría silenciosa de Nuevo León está en su pleno derecho de exigir soluciones a corto, mediano y largo plazo para resolver estos retos. Hagamos de los valores de la democracia como la tolerancia y la solidaridad una forma de vida y no una moda.

El autor es politólogo por el Tecnológico de Monterrey y candidato de la Maestría en Ciencia Política y Política Pública de la Universidad de Guelph.

Esta es una columna de opinión. Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad únicamente de quien la firma y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.

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