Monterrey

Inversión de alta rentabilidad... social

OPINION.  Uno de los obstáculos para lograr mayor impacto es la dificultad de los egresados de CAVI para obtener créditos a tasas accesibles que les permitan disponer de herramientas indispensables.

Entre Febrero y Septiembre de 2015, los alumnos Oscar Castañeda y Oscar Luna (del Seminario de Economía Mexicana en el Tecnológico de Monterrey) estimaron que el programa de capacitación laboral de Cambiando Vidas A.B.P. (CAVI), dirigido a personas en pobreza y vulnerabilidad en el área metropolitana de Monterrey, significaba un aumento promedio del ingreso semanal de los graduados en $442 pesos. También observaron que uno de los obstáculos para lograr mayor impacto es la dificultad de los egresados de CAVI para obtener créditos a tasas accesibles que les permitan disponer de herramientas indispensables para poner en práctica lo aprendido.

En el ámbito de la teoría económica, Greenwood y Jovanovic (1990), en su artículo titulado "Financial development, growth, and the distribution of income" publicado en el Journal of Political Economy, establecen que la relación esperada entre los niveles de inclusión financiera y la desigualdad de ingresos en cualquier sociedad toma la forma de U invertida, donde al producirse la inclusión financiera, primero se genera una mayor desigualdad y en la medida que la inclusión abarca a una mayor parte de los miembros de la sociedad, la desigualdad se reduce. En México, donde la inclusión financiera es aún muy baja, su incremento implicaría inicialmente una mayor desigualdad, para que luego de cierto umbral de inclusión, mayores niveles de ésta generen igualdad de ingresos. Estimaciones propias nos señalan que para llegar a este umbral, en nuestro país tendrían que multiplicarse por 10 el número de puntos de acceso (sucursales, cajeros, corresponsales bancarios) o bien multiplicar por 14 el número de contratos entre los residentes mexicanos y las entidades del sistema financiero formal. (El documento de investigación que presenta estas estimaciones puede leerse bajo el título: Financial inclusion and income inequality in mexican municipalities, en el Open Journal of Social Sciences).

La desigualdad de ingresos es un rasgo longevo de la sociedad mexicana. La inclusión financiera que está en marcha bajo las actuales instituciones y formas de captación y crédito posiblemente presionará hacia una mayor desigualdad, alejándonos aún más de la sociedad equitativa que anhelamos. El llamado es a que practiquemos masivamente los préstamos solidarios: aquellos que se darían entre personas solidarias, que se respetan entre sí, que se ven y entienden, donde el acreedor comparte y está dispuesto a prestar incluso a fondo perdido y donde el deudor se esfuerza con entereza y respeto en la restitución del préstamo, proceso en el cual se generan grandes beneficios, confianza, esperanza, cohesión y lucha conjunta, ingredientes de la sociedad deseada.

No es una utopía: hace casi 20 años calculé las tasas de rentabilidad social de 11 programas representativos de la pastoral social en templos católicos ubicados en zonas pobres de la ciudad de Monterrey y en su mayoría financiados por la solidaridad de los fieles. Las tasas de retorno de cada uno de los pesos ahí invertidos variaron desde un 26% hasta un 823% en términos reales. (El estudio completo puede consultarse en el catálogo digital de la biblioteca de la Universidad Autónoma de Nuevo León, bajo el título: Evaluación de los programas de pastoral social de la Iglesia Católica de Monterrey, Nuevo León: Su contribución al alivio de la pobreza). Hoy, la beca que otorga CAVI a cada uno de sus estudiantes proviene también de fondos solidarios otorgados por personas interesadas en el bien común; dicha inversión es igual a 4 meses del diferencial de ingresos que los graduados obtienen gracias a sus nuevas habilidades laborales. A partir de ese periodo en adelante, la diferencia en ingresos que alcanzan los egresados será parte del excedente sobre la inversión. También se puede suponer que las personas participantes (alumnos y sus familias, maestros, auspiciantes y administradores del programa) se sentirán más cerca unas de otras: cercanía que derivará en múltiples beneficios de convivencia y progreso social.

* El autor es economista del Tecnológico de Monterrey , con Maestría en Economía de la UANL, Doctor en Ciencias Sociales de la UANL. Actualmente es Profesor e Investigador del Departamento de Economía del Tecnológico de Monterrey, Miembor del SNI, nivel 1.


Esta es una columna de opinión. Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad únicamente de quien la firma y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.

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