Monterrey

Insiste Hacienda en que dejará una deuda pública con “tendencia” a la baja

OPINIÓN. En sólo CUATRO años, la deuda pública casi se duplicó en términos nominales y creció en el equivalente de 16.2 puntos porcentuales del PIB, lo que representa un endeudamiento promedio de CUATRO puntos del PIB en cada uno de estos años, a pesar de los mayores ingresos presupuestales, simplemente inaudito e inexplicable.

La verdad, es normal y entendible que nuestras autoridades se esmeren en buscar el lado amable o positivo a las variables económicas, pero en el proceso, dejan de observar la película completa, que es la que nos proporciona, sin sesgos, la realidad económica de cuerpo entero, y es la que nos permite juzgar objetivamente el desempeño de nuestras autoridades.

En algunas notas anteriores he comentado que en este sexenio, los astros de los ingresos presupuestales se alinearon favorablemente, gracias a las reformas impositivas de 2014 y de 2015 (esta última en materia del IEPS a las gasolinas y al diésel) y catapultaron la recaudación tributaria a niveles récord que no sólo compensaron la caída en los ingresos petroleros, sino que proporcionaron una recaudación adicional que les permitió rebasar, y por mucho, todos y cada uno de los presupuestos de egresos aprobados por la Cámara de Diputados.

Si a esto le agregamos los irregulares Remanentes de "Operación" que determinó el Banco de México en los últimos dos años, producto de revaluar reservas no realizadas, que comprometen la salud financiera del Banco, pero que le permitieron monetizar y transferir recursos a Hacienda que superaron los 600 mil millones de pesos, no es difícil entonces entender que este gobierno, literalmente, nadó en dinero en este sexenio.

Lo anterior les permitió gastar a manos llenas, a pesar de la caída en los precios del petróleo, y tan sólo el año pasado, el sobregiro del gasto superó los 700 mil millones de pesos, dejando en el papel los dos ajustes anunciados al gasto.

Bueno, pues la historia en cuanto a la deuda, es que no obstante los inmensos ingresos presupuestales que percibió la presente administración durante los primeros cinco años de este gobierno, que le hubieran permitido incluso colocar una cantidad de deuda inferior a la autorizada por el Congreso de la Unión en las respectivas Leyes de Ingresos, el sobregiro en el ejercicio presupuestal demandó incluso la colocación de más deuda.

De tal suerte, si revisamos los saldos de la deuda pública que prevalecían en 2012, año en el que la administración de Peña Nieto asume el poder, podremos constatar que la deuda pública presupuestal alcanzaba los 5.5 billones de pesos, cantidad equivalente al 33.4 por ciento del PIB, mientras que al cierre del 2016, cuatro años después, el saldo de la deuda pública presupuestal alcanzaba los 10 billones de pesos, cantidad equivalente al 49.6 por ciento del PIB.

Es decir, en sólo CUATRO años, la deuda pública casi se duplicó en términos nominales y creció en el equivalente de 16.2 puntos porcentuales del PIB, lo que representa un endeudamiento promedio de CUATRO puntos del PIB en cada uno de estos años, a pesar de los mayores ingresos presupuestales, simplemente inaudito e inexplicable.

Para este año, según estimaciones de la propia Secretaría de Hacienda, y gracias a las disposiciones de la Ley Federal de Presupuesto que ordenan la utilización parcial del remanente del Banco de México para amortizar o reducir la colocación de más deuda, el saldo insoluto sólo crecerá en unos 400 mil millones de pesos, lo que les permitirá reducir el saldo de la deuda como proporción del PIB a 47.9 por ciento.

Y precisamente ésta reducción esperada para 2017, del saldo de la deuda pública como proporción del PIB, es la que se festina y se promociona como un "logro" de la presente administración, sin que se diga, por supuesto, que tiene su origen en un remanente de operación espurio del Banco de México, el cual a su vez, es producto de la devaluación de nuestra moneda.

Sabiendo esto, podríamos decir que en realidad hay un gran "logro"?.

El autor es especialista en estudios económicos y de finanzas públicas. Actualmente ocupa el cargo de Socio en Economía en Pérez Góngora y Asociados.

Esta es una columna de opinión. Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad únicamente de quien la firma y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.

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