Monterrey

Ideologías en colisión

OPINIÓN. No existe una lógica institucional en esta mezcolanza de extremos y entre los que se van a distribuir los puestos de los poderes ejecutivos y legislativos, en los órdenes federales y estatales.

Interesante choque de ideologías nos ofrecen las propuestas de coalición entre algunos partidos políticos en el estado y el país. El tema es de por sí complicado para la ciudadanía, no sólo por las múltiples combinaciones que existen en la ley para coaligarse, sino por el enfoque que cada candidatura le pueda dar a su gobierno en caso de ganar las elecciones.

Porque el resultar electa o electo, significa que la persona seleccionada va a gobernar los próximos 3 o 6 años; y no representa, en términos de una competencia, digamos deportiva, el llevarse un trofeo o esperar hasta la siguiente temporada, en caso de no lograrlo.

En la más estricta definición teórica, las ideologías de derecha crean leyes para un gobierno con poca intervención en la economía, toman decisiones para fortalecer el desarrollo del capital privado y prefieren la organización social basada en la familia desde los valores tradicionales.

Por su parte, la izquierda propone un gobierno con amplias facultades de control e intervención en lo que se consideran intereses y bienes públicos.

En ambos casos, cualquier persona debe cumplir con sus responsabilidades para la comunidad: trabajo remunerado y servicio social; y los asuntos como salud, educación, fuentes de energía, bosques y litorales deben estar bajo el control del gobierno.

Como toda teoría, es imposible trasladarla a la realidad en su estado puro.

Dentro de los mismos partidos existen facciones en uno y otro extremo, arropadas técnicamente bajo la ideología institucional.

Pero hasta dónde podemos sostener un sistema de partidos cuando se ofrecen, bajo cualquier color, opciones de socialistas de caviar o capitalistas pro comuna.

La utilidad del sistema de partidos debe tener instituciones fuertes que garanticen de alguna forma la gobernabilidad, al lograr mayorías en balance dentro de los poderes ejecutivo y legislativo con una visión compartida.

Esto se logra al congregar militancias que piensan de manera similar, que comparten valores sociales, que entienden igual lo que es el Estado de Derecho, la calidad de vida y una economía fuerte.

También, las personas partidistas encuentran coincidencias en las formas en cómo se debe gobernar para alcanzar lo que sea que entiendan por el bien común.

De esta manera la ciudadanía tendrá alguna referencia a la hora de elegir ya sea: 1) a quienes van hacer las cosas, el poder ejecutivo y 2) a quienes van a hacer las leyes, el poder legislativo.

La forma en cómo que se hagan las reglas y las cosas debería estar fuertemente orientada por la ideología del partido que presenta la candidatura.

Por eso es difícil visualizar los criterios para las leyes y acciones en estas alianzas que se van proponiendo entre los partidos de derecha e izquierda.

No existe una lógica institucional en esta mezcolanza de extremos y entre los que se van a distribuir los puestos de los poderes ejecutivos y legislativos, en los órdenes federales y estatales.

Más bien suenan a una propuesta de colisión ideológica que a una de coalición partidista.

Como ciudadanía ¿elegiremos la funcionalidad de un gobierno o sólo será la emoción de ganar el trofeo hasta que lleguen las próximas elecciones? Es pregunta.

La autora es Consejera Electoral en el estado de NuevoLeón y promotora del cambio cultura a través de la Educación Cívica y la Participación Ciudadana.

Esta es una columna de opinión. Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad únicamente de quien la firma y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.

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