Monterrey

Historias de robots y crecimiento económico

OPINIÓN.

En las últimas décadas la expansión de la oferta de robots no sólo ha mejorado en calidad sino que ha hecho descender su precio en más de 50 por ciento. Visto en términos de costo por hora actualmente un robot cuesta 7.50 dólares la hora en promedio en la industria manufacturera en Estados Unidos (EU) y se espera que se reduzca a 4 dólares en la siguiente década. En cambio, el salario mínimo en EU ronda los 8 dólares y la industria automotriz llega a pagar de 18 a 20 dólares la hora.

Más aún, la inteligencia artificial (IA) ya permite que las nuevas generaciones de robots no sólo hagan operaciones rutinarias y predecibles, sino que puedan lidiar con la incertidumbre y sobre todo aprender de la experiencia. De esta forma, los analistas estiman un crecimiento de 10 por ciento medio anual en el equipamiento de las nuevas generaciones de robots entre 2015 y 2025.

Al costo por hora hay que agregar un par de ventajas más, los robots producen más que los trabajadores, y también se equivocan menos. La precisión y nulas fallas son importantes en muchos procesos productivos ya que un error en una parte de la cadena limita la productividad de la siguiente fase, además de conllevar accidentes entre los trabajadores.

Un caso muy interesante es el de la conducción de vehículos terrestres, ya que el 94 por ciento de los accidentes se producen en la actualidad por errores humanos. En la medida de que tengan éxito los sistemas de conducción de vehículos autónomos, se podría eliminar este lastre.

La expansión de la robótica y la IA generarán importantes ventajas económicas lo que redundará en un mayor crecimiento del producto per cápita. Los economistas lo saben bien, Robert Solow, economista del MIT demostró que el crecimiento a largo plazo está determinado por el cambio tecnológico y no por la tasa de inversión y más recientemente Paul Romer, entre otros, demostró que dado que las ideas que producen el cambio tecnológico no tienen las limitantes físicas de los recursos materiales, entonces el ritmo de crecimiento de la tecnología puede acelerarse cada vez más. Aunque no es una proposición intuitiva, actualmente contamos con evidencia de que la productividad crecía a tasas muy cercanas a cero en la antigüedad, se aceleró a casi un 1por ciento durante la Revolución Industrial, pero actualmente crece a tasas más cercanas al 1.5 por ciento. Es muy probable que el crecimiento durante este siglo supere esta marca debido a la expansión de la frontera tecnológica.

Sin embargo, el proceso no está exento de problemas. Evidentemente la transformación tecnológica desplazará muchos empleos, de hecho, el Mckinsey Global Institute predice que el 50 por ciento de las actividades (más no ocupaciones) que actualmente realizan los humanos serán automatizadas para el 2050. Sólo imagine la cantidad de choferes de taxi, y transporte de carga que pueden llegar a ser reemplazados por los vehículos autónomos, o la cantidad de trabajadores de la construcción que estarían en peligro, de materializarse la posibilidad de imprimir casas en lugar de edificarlas.

Esto no significa que la economía como un todo pierda empleos, no ha sucedido esto en anteriores revoluciones tecnológicas. Por ejemplo, los autos de combustión interna vinieron a desplazar a los carruajes, choferes, herreros y otros, pero a la larga los nuevos empleos que se generaron en las industrias que se expanden y otras que se crean los reabsorben, en su mayoría. Digamos que parafraseando a Joseph Schumpeter, el avance tecnológico es como una creación destructiva, puede ser que algunos pierdan pero a la larga siempre se gana en promedio.

Lo que sí es previsible, es que la cantidad trabajadores que pierdan ante el avance tecnológico serán muchos, muy probablemente más de los que se han dado en el siglo 19 y 20, y si la absorción en los sectores ganadores es lenta o los trabajadores no hacen un match con el nuevo perfil de personal del siglo 21, entonces el ejercito de personas sin empleo o que se contratan a salarios más bajos será cada vez mayor.

Una proporción de éstos votan hoy por candidatos que promueven obstáculos a la globalización, tal vez en el futuro la bandera será contra los robots y la tecnología, los luditas del siglo 21.

El autor es Profesor Asociado del Departamento de Economía del Campus Monterrey.

Esta es una columna de opinión. Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad únicamente de quien la firma y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.

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