Monterrey

¿Gandallismo en la Empresa Familiar?

OPINIÓN. Aunque usualmente en la empresa familiar más que abusar por “picudencia” se hace por un sentimiento de merecimiento, el resultado siempre es el mismo: insatisfacción y conflicto familiar.

Hace unos días alguien me comentó: "Mi hermano es un gandalla".

Cuándo le pregunté a qué se refería, la respuesta fue: "Está ordeñando la empresa familiar; usa la infraestructura que tenemos para su beneficio y mete gastos con cargo al negocio que no debe… ¡Lo peor es que piensa que no nos damos cuenta!"

Según el Diccionario de Mexicanismos, un gandalla es aquella persona que, de manera artera, se aprovecha de alguien o se apropia de algo. Y, aunque usualmente en la empresa familiar más que abusar por "picudencia" se hace por un sentimiento de merecimiento, el resultado siempre es el mismo: insatisfacción y conflicto familiar.

Y es que, conforme las generaciones avanzan y hay más miembros de la familia involucrados en la propiedad, existen dos cosas indispensables que debemos fomentar: la transparencia y la justicia. Y una que debemos limitar: el ego.

La transparencia consiste en compartir con los accionistas información significativa y pertinente en torno al negocio, su operación y futuro; la justicia, en dar a cada quien lo que le corresponde y en definir reglas de comportamiento claras que apliquen a todos por igual, asegurando el buen uso de los recursos familiares y empresariales. Ambas, transparencia y justicia, generan confianza, credibilidad y paz mental para los accionistas.

Por otro lado, el ego es básicamente una manifestación de la soberbia; es actuar pensando solamente en un uno mismo ("yo-yo"). Y, cuando se presenta en la empresa familiar multigeneracional, significa desunión, desconfianza y enojo.

Obvio, los problemas surgen cuando los familiares que trabajan en el negocio se sienten con más derechos de uso y disfrute que los que no laboran en él. Ojo, dije con más derechos de uso y disfrute; nunca con más obligaciones.

Con este sentimiento en mente, justifican la utilización de los recursos y la infraestructura empresarial existente para beneficiarse a título personal (i.e. negocios propios, viajes personales con cargo a la empresa, uso de vales o tarjetas de gasolina para vehículos personales) sin considerar que estas atribuciones no corresponden a su rol, y mucho menos, a su participación accionaria. ¡Ni que fueran fundadores!

Para evitar estas actitudes y conductas, la familia empresaria debe: 1) aclarar los roles que cada uno juega en el negocio (accionista, empleado, miembro de la familia); 2) definir a qué tipo de beneficios tiene derecho un accionista; un directivo-empleado y un familiar; 3) delinear, consensuar y dar a conocer las reglas en torno al uso de la infraestructura empresarial por parte de los dueños y otros miembros de la familia (cónyuges), especialmente en temas de proveeduría y nuevos negocios personales; y 4) formar a la familia propietaria para que sea consciente de que el hecho de trabajar en el negocio familiar no otorga privilegios adicionales sobre el patrimonio, y sí implica, la obligación de poner el ejemplo.

En resumen, se trata de que todos juguemos el mismo juego, con las mismas reglas. Así que, ¡no hay que ser gandalla! O todos coludos, o todos rabones.

La autora es Socia de Trevinyo-Rodriguez & Asociados, Fundadora del Centro de Empresas Familiares del TEC de Monterrey y Miembro del Consejo de Empresas Familiares en el sector Minero, Petrolero y de Retail.

Esta es una columna de opinión. Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad únicamente de quien la firma y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.

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