Monterrey

El capital social

OPINIÓN. La Teoría del Capital Social podría representar para las regiones menos desarrolladas y menos democráticas, una alternativa para la solución de sus grandes problemas.

Hace 23 años el sociólogo estadounidense Robert Putnam publicó un libro que provocó que los intelectuales de la época tuvieran bastantes diferencias entre sí, por una idea a la que se le llamó la Teoría del Capital Social.

En ese libro, llamado Making Democracy Work, Robert Putnam establece mediante un estudio histórico y aplicado al caso de las comunidades del norte y sur de Italia, que el tejido social y la organización de los individuos en estructuras cívicas, tiene una fuerte correlación con el desarrollo económico y el bienestar de la sociedad.
En su estudio, Putnam explica como el norte de Italia, con una red de instituciones y organizaciones bien estructuradas por la sociedad civil, tiene un crecimiento social y económico mayor que el sur de Italia, donde las organizaciones sociales no están tan bien estructuradas. Las razones que da el autor para este descubrimiento están en que el Capital Social permite un entorno más democrático que facilita el desarrollo económico.

Aunque podría parecernos un tanto arriesgada la idea del Capital Social, creo que podemos rescatar una idea muy interesante en los resultados de Putnam: una comunidad cívica bien estructurada podría ser la causa de un desarrollo económico armónico.

Haciendo un esfuerzo de imaginación, traslademos el escenario propuesto por Putnam al caso de nuestro país. Es posible que tengamos que hacer más exhaustivo el estudio para encontrar causalidad positiva entre una organizada sociedad civil mexicana y el desarrollo económico de ciertas regiones del país, pero no deja de parecerme tan similar el caso de Italia al de México.

De acuerdo con INEGI, las entidades con mayor participación en el Producto Interno Bruto nacional en 2014 eran el Distrito Federal (ahora Ciudad de México), Estado de México, Nuevo León, Jalisco y Veracruz. Las entidades que menos aportaban al PIB del país eran Zacatecas, Baja California Sur, Nayarit, Colima y Tlaxcala. Igual que en Italia, son claramente identificables las regiones más prósperas del país y las menos productivas. Lo malo es que como el PIB siempre ha sido una medida imperfecta del desarrollo económico, debemos elegir otro atributo.

Si aplicamos para el caso de México la metodología del Índice de Desarrollo Humano (IDH) elaborado por Naciones Unidas, los cinco estados con un mayor IDH son, en ese orden, la Ciudad de México, Nuevo León, Sonora, Baja California Sur y Coahuila. Los cinco estados con el IDH más bajo del país son Veracruz, Michoacán, Oaxaca, Guerrero y Chiapas.

Si tomáramos al IDH como una variable proxy del bienestar social, diríamos que aquí también hay regiones bien diferenciadas e identificadas con mayor o menor desarrollo económico, tal como las identificó Putnam en su estudio. Vemos que sólo la Ciudad de México y Nuevo León salen bien ubicados en ambos atributos, por lo que podríamos decir que ambas entidades presentan consistencia entre crecimiento económico y bienestar social.

Pero tanto la Ciudad de México como Nuevo León, ¿tienen sociedades civiles bien estructuradas, con instituciones sólidas y organizaciones con redes sociales que les permitan acceder a estados de democracia más elevados? Quizá la relación causal no sea clara pero lo que sí me parece indudable es que en ambas regiones el capital social está más desarrollado que en las regiones con menor PIB o con menor IDH del país.

El capital social, entendido como características de las organizaciones sociales como redes sociales, normas cívicas y relaciones de confianza para lograr la eficiencia social entre la gente de una comunidad, es claramente mayor en Nuevo León y en la Ciudad de México no por razones históricas sino por sus necesidades económicas históricas.

Esto me hace pensar que una opción para que regiones como Veracruz, Oaxaca, Guerrero y Chiapas entre otros, aspiren a mejores condiciones de desarrollo económico, podrían empezar a crear las organizaciones sociales que les permitan mejorar las condiciones democráticas para acceder a un nivel de desarrollo económico mayor del que actualmente tienen.

Es más fácil pensarlo que hacerlo, pero la Teoría del Capital Social podría representar para las regiones menos desarrolladas y menos democráticas, una alternativa para la solución de sus grandes problemas.

* El Dr. es economista y profesor de Finanzas y Economía de la Escuela de Negocios, Ciencias Sociales y Humanidades del Campus Monterrey. Su correo electrónico es: edcarbaj@itesm.mx


Esta es una columna de opinión. Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad únicamente de quien la firma y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.

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