Monterrey

Derrota electoral para el PRI

OPINIÓN. En dos de las entidades, los candidatos del PRI obtuvieron apretados triunfos, que algún comentarista calificó acertadamente como “victorias pírricas”.

Las recientes elecciones para Gobernador en el Estado de México, Coahuila y Nayarit, así como las elecciones para alcaldes en Veracruz, representaron un duro golpe para el Partido Revolucionario Institucional (PRI), aunque no para algunos de sus candidatos.

En dos de las entidades, los candidatos del PRI obtuvieron apretados triunfos, que algún comentarista calificó acertadamente como "victorias pírricas". De acuerdo con los conteos preliminares, en el Estado de México, el candidato del PRI, Alfredo del Mazo, obtuvo el 33.7 por ciento de los votos de la ciudadanía, mientras que la candidata de Morena, Delfina Gómez, estuvo prácticamente pisándole los talones, recibiendo el sufragio del 30.8 por ciento de los electores mexiquenses.

En Coahuila, el Programa de Resultados Preliminares (PREP), arrojaba un 38.3 por ciento de los votos para el candidato del PRI, Miguel Riquelme, y un 36.8 por ciento de los votos para el candidato del PAN, Guillermo Anaya. En cambio, la coalición PAN-PRD, encabezada por Antonio Echeverría, resultó claramente ganadora en Nayarit, donde obtuvo el 38.5 por ciento de los votos ciudadanos, frente al 26.9 por ciento de los sufragios recibida por el candidato del PRI, Manuel Humberto Cota.

En Veracruz, en donde solamente hubo elecciones para ayuntamientos, resultó ganadora la alianza PAN-PRD, con 32.1 por ciento de los votos, mientras que el PRI-PVEM recibió el 18.1 por ciento de los votos ciudadanos, y los candidatos presentados por Morena alcanzaron el 17.3 por ciento de los votos. Como ya se ha vuelto una costumbre, los resultados preliminares provocaron descontento y protestas entre los partidos perdedores, misma que seguramente se prolongará hasta que se proporcionen los resultados definitivos.

Los resultados electorales en el Estado de México se dieron a pesar del gran apoyo brindado por las autoridades federales, tales como la presencia de media docena de secretarios de Estado, el otorgamiento de diversas clases de dádivas, despensas, la prestación de subsidios (la Tarjeta rosa) a las amas de casa; en fin, todo lo fue necesario hacer, aunque fuera ilegal o inmoral, para ganar las elecciones.

Si bien el PRI ganó las elecciones en el Estado de México, los resultados no se comparan con los obtenidos en ocasiones anteriores. En los últimos comicios consiguió el triunfo con el 33.7 por ciento de los votos, cifra que es muy inferior al 64.9 por ciento obtenido por Eruviel Ávila en las elecciones de 2011.

Algo similar ocurrió en Coahuila, en donde Miguel Riquelme, el candidato del PRI, obtuvo el 38.3 por ciento de los votos ciudadanos, muy por debajo del 60.1 por ciento de los votos obtenido por Rubén Moreira.
En resumen, el gran perdedor en las últimas elecciones fue el PRI.

Podemos atribuir esta debacle a muchas causas: la corrupción entre gobernadores y funcionarios salientes pertenecientes a este partido, que ha sido denunciada y perseguida en los casos de Javier Duarte, exgobernador de Veracruz, Roberto Borge, exgobernador de Quintana Roo, y Rodrigo Medina, exmandatario de Nuevo León, por mencionar solamente los más notables. También se deben considerar otros factores, como el repunte de la inseguridad y el crimen organizado, con su secuela de robos, secuestros, extorsiones, que han repercutido en los niveles de bienestar de la población. No se puede descartar el pobre desempeño de la economía, con escaso crecimiento, baja creación de empleos, ingresos y el nivel de vida de la población.

Los recientes resultados electorales deben mandar señales de alarma en los cuarteles generales del PRI. A menos que el partido gobernante pueda ofrecer algo más a los ciudadanos antes de las elecciones que tendrán lugar en 2018, no se pude descartar una derrota y una salida de la Presidencia de la República.

Entre estas medidas se incluirían resultados significativos y perceptibles en la condena y castigo a los exfuncionarios corruptos y en el combate a la inseguridad y medidas destinadas a mejorar la economía en el corto plazo.

Tradicionalmente, uno de los instrumentos utilizados en el pasado para "mejorar" la economía ha sido la expansión del gasto público en los meses anteriores a las elecciones. No hay que olvidar que el gasto público constituye el ingreso de alguien, y este aumento se puede transmitir al resto de la economía mediante el llamado "efecto multiplicador".

Será interesante seguir de manera cercana el comportamiento de los diversos indicadores económicos en México en los próximos meses, en especial el del gasto público.

El autor es economista de la UANL, con Doctorado en la Escuela de Graduados de Administración y Dirección de Empresas (EGADE) del ITESM. Es profesor de la Facultad de Economía de la UANL y miembro del SNI-Conacyt.

Esta es una columna de opinión. Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad únicamente de quien la firma y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.

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