Monterrey

Cambiar para seguir igual

OPINIÓN. Por lo general escuchamos a los candidatos proponer “grandes cambios que nos transformarán”. Es decir se dice algo que suena bien pero que carece de significado y más, de intenciones reales.

En política es muy común escuchar la palabra cambio. Los personajes públicos la usan para ofrecer futuro a la ciudadanía. La principal intención de prometer cambio es hacernos pensar que las cosas pasarán de un mal estado, a otro mejor. Vender cambio desde su perspectiva es proponerse como alguien diferente o distinto. En esa lógica lo que quieren decirnos es que ellos ofrecen la no permanencia de lo mismo y que entonces ellos significan transformaciones.

Dado que una campaña electoral es un proceso de venta, las frases y las ideas que se usan son las que suenan más "cachis" y se diseñan y usan sin importar tanto las implicaciones de dichas promesas.

Por lo general escuchamos a los candidatos proponer "grandes cambios que nos transformarán". Es decir se dice algo que suena bien pero que carece de significado y más, de intenciones reales.

Ya sea intencionalmente o no, se usa la propaganda política para dibujar "los cambios" y general opinión pública favorable. Si nos detenemos a observar veremos que efectivamente, ya no nos gobierna en Nuevo León un representante ni rojo ni azul; ahora es morado.

Debido a lo anterior, ahora empezamos a experimentar los cambios de forma. Las licencias de conducir serán moradas, la papelería oficial es morada, los logotipos son morados y todo lo que se pueda será morado. Esperemos que ese color no llegue a nuestras calles como lo hizo el rojo y el azul en los puentes peatonales, en los barandales de los pasos a desnivel o inclusive en los parques en las colonias.

Entonces podemos afirmar que hemos cambiado para seguir igual.

Tomemos como ejemplo los gobiernos municipales. Todos con nuevos Alcaldes. Sólo basta salir a la calle y veremos los mismos baches, que se "reparan" con la misma tecnología y materiales. Si acudimos a realizar un trámite a alguna oficina de gobierno podremos constatar que el servicio es exactamente igual que antes. El cambio es que ahora se respira un ambiente morado.

Ya pasaron más de 100 días de que todos los nuevos gobiernos asumieron sus responsabilidades y el mismo semáforo que no funcionaba hace 200 días sigue sin funcionar, el tráfico sigue igual y en general, todo lo que vivimos los ciudadanos en nuestra vida diaria sigue igual.

Entonces ¿qué cambió? Algo, muy poquito e irrelevante. Cambiaron las formas. Antes teníamos un gobernador tieso y engomado y ahora tenemos a un gobernador lépero y dicharachero. Relajado y sin goma en el cabello.

Los ciudadanos gastamos mucho dinero en darle recursos a los partidos políticos para que éstos que no tengan en sus filas al menos a un político inteligente, sensato, bien preparado, decidido, con ideas propias y competente para llevar a cabo el difícil trabajo de gobernar. El colmo es que aunque no gastemos en candidatos independientes parece ser que éstos cuando llegan al poder funcionan igual que los candidatos electos con partido.

Es cierto que 100 días es poco tiempo para ver cambios de fondo como lo es el hecho de que es una lástima que solamente cambiemos de colores cada 3 años en los municipios y cada 6 años en el estado. Un buen cambio hubiese sido no caer en la tentación de usar los colores como algo distintivo.

Nuevo León ya no aguanta más cambios de ese tipo, necesitamos acciones de fondo, pero eso requiere que todos participemos. Por lo pronto cambiamos para seguir igual.

* El autor es consultor en "marketing communications" con más de 25 años de experiencia. Actualmente es di- rector de Focus Consulting Group.


Esta es una columna de opinión. Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad únicamente de quien la firma y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.

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