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Arancel de Trump, un regalo para la OPEP y Rusia

El nuevo arancel, que aún no está vigente, enfrenta la posibilidad de que embotellamientos en las tuberías dificulten el crecimiento de la producción.

Los aranceles a las importaciones de acero del 25 por ciento que tiene previstos el presidente Donald Trump son un regalo para la OPEP y Rusia.

Su anuncio de la semana pasada seguramente será muy efectivo en las localidades siderúrgicas, ya que su objetivo es proteger a los productores estadounidenses de la competencia "desleal" que representan proveedores extranjeros más baratos.

Sin embargo, este aumentará inevitablemente los costos para los productores de petróleo y gas de la nación. Y eso podría ser una mala noticia para la resurgente industria del shale, que ha puesto a Estados Unidos en camino a convertirse en el principal productor mundial de petróleo.

El acero utilizado en oleoductos debe cumplir con rigurosas especificaciones técnicas para garantizar que no se corroa ni se fracture durante una vida útil que bien puede exceder los 30 años, mucho más que la de un electrodoméstico o un automóvil.

No obstante, el mercado es pequeño para las siderúrgicas y corresponde a solo el 3 por ciento del total estadounidense, según la Asociación de Oleoductos, agrupación comercial que representa los intereses de propietarios y operadores. Y eso es incluso con el gran aumento de la producción nacional de petróleo.

Las siderúrgicas estadounidenses han abandonado en gran medida este nicho de mercado favoreciendo productos de mayor volumen con especificaciones de calidad menos rigurosas.

Un estudio realizado por la consultora ICT International en nombre de cinco organismos de la industria de tuberías concluyó que aproximadamente el 77 por ciento del acero utilizado en tuberías en los últimos años se importó, ya sea como la tubería terminada o como la materia prima utilizada para fabricarlas en Estados Unidos.

El informe destacó además que si bien Estados Unidos importa dos mil 200 millones de dólares de productos de acero relacionados con tuberías desde 29 países, exporta acero y productos de acero por un valor cinco veces mayor al de esos mismos 29 países).

De modo que es poco probable que el mayor costo del producto importado genere un incremento repentino de nueva oferta interna. Una vez que el arancel de Trump sea promulgado, las compañías de tuberías verán cómo se eleva el costo del acero que necesitan, a menos que obtengan una exención. De lo contrario, inevitablemente traspasarán los mayores precios a los productores de petróleo y gas que usan sus ductos.

Un aumento del 25 por ciento en el costo de las tuberías, accesorios y válvulas importados elevaría en 76 millones de dólares el costo de un oleoducto de 280 millas (450 kilómetros), que tradicionalmente se necesitan para transportar shale desde la cuenca del Pérmico hasta la costa del Golfo.

Para un megaproyecto, como el oleoducto Dakota Access, también defendido por el presidente Trump, el aumento en los costos podría ascender a 300 millones de dólares.

El nuevo arancel ni siquiera está vigente y ya está causando quejas de algunos de los mismos sectores de la industria estadounidense que Trump se ha comprometido a proteger.

El gasto extraordinario llevaría a la demora o cancelación de los proyectos de oleoducto y "terminaría perjudicando a los trabajadores estadounidenses al negarles acceso a empleos como contratistas y en la construcción", según AOPL.

La industria del shale ya enfrenta la posibilidad de que embotellamientos en las tuberías dificulten el crecimiento de la producción. Obstáculos adicionales a la construcción de tuberías también afectarían los trabajos en el sector petrolero.

Es difícil ver quién se beneficiará de un arancel a las importaciones de un grado de acero que la industria estadounidense no puede producir, o no producirá, en cantidad suficiente para satisfacer las necesidades internas.

Pero es fácil ver un resultado: el crecimiento de la producción estadounidense de petróleo se desacelerará, aunque la última proyección del Departamento de Energía prevé que la producción de Estados Unidos superará los 11 millones de barriles por día en noviembre y crecerá aún más el próximo año.

Lo anterior dependerá -en parte- de la capacidad de los productores para llevar sus productos al mercado y, cada vez más, eso significa exportar terminales en la costa del Golfo. Para eso necesitarán más tuberías. Un aumento del 25 por ciento en el costo para construirlas solo puede bloquear la expansión de la industria.

Los principales ganadores de esto serían Rusia, actualmente el mayor productor del mundo, y la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).

Ambos han visto con desesperación cómo sus esfuerzos por restringir su propia oferta para impulsar los precios del petróleo han sido premiados con un renovado aumento de la producción estadounidense.

Ver ahora que un presidente elegido para hacer que Estados Unidos sea grandioso de nuevo socave potencialmente ese crecimiento traerá alegría a los corazones en Moscú, Teherán y Caracas. Y eso seguramente no es lo que el presidente pretende.

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