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La lógica detrás de un auto de un millón de dólares

Durante la última década se ha visto a casi toda automotriz (al menos a toda aquella que se autocalifica como verdadera marca “de lujo”) producir un auto con un precio de siete dígitos. A veces hacen una sola aparición con faros en montura de diamantes y armazón de titanio, pero aparecen.

En la séptima entrega de "Rápido y Furioso" hay un desfile de carrocerías y motores musculosos, pero un pequeño bólido destaca: el Lykan HyperSport, una bestia de 3.4 millones de dólares que alcanza una velocidad de 386 kilómetros por hora. El público que ya vio la película no lo olvidará, aun cuando nunca lo vea en la vida real.

El Lykan es el primer superdeportivo de W Motors, con sede en Dubai; es también uno de los coches fabricados en serie más costosos en salir a la venta. Pero no es el único con un precio superior al millón de dólares.

Durante la última década hemos visto a casi toda automotriz (al menos a toda aquella que se autocalifica como verdadera marca "de lujo") producir un auto con un precio de siete dígitos. A veces hacen una sola aparición con faros en montura de diamantes y armazón de titanio, pero aparecen.

Las marcas manufacturan estos coches porque la gente los compra. Los últimos años han visto una explosión de miembros de la realeza y magnates que compran flotas enteras de Aston Martin y Lamborghini. Bloomberg ha contabilizado más de tres docenas de nuevos multimillonarios en el mundo sólo desde enero, y más de 300 desde 2012. Ellos compran estos caprichos en Los Ángeles, en Doha, en Moscú, Sao Paulo y Shanghái.

Algunos, como el magnate hotelero Steve Wynn, los adquieren para reforzar sus intereses comerciales tanto como su vida personal. Para ellos, no es gran cosa.

"El hecho es que hay mucha gente rica en el mundo, y me refiero a gente ultrarica, fortunas de cientos a miles de millones de dólares", dice Jack Nerad, analista de mercado de Kelley Blue Book. "Cuando hablas sobre esta clase de personas, un coche de varios millones no es un problema".

También es lucrativo para las automotrices a pesar del trabajo extra que demanda especializarse en un automóvil determinado. Los márgenes de un Ferrari o un Lamborghini rondan el 15 por ciento, y cuando el precio de un vehículo llega a las siete cifras, esa cantidad puede aumentar significativamente. Aunque producirlos resulte costoso, con los coches de varios millones siempre se gana dinero.

La regla básica es que se necesitan mil millones de dólares para desarrollar y producir un auto para el mercado masivo. Pero desarrollar un vehículo que no es asequible al público puede costar mucho menos, pues las necesidades de recursos son menores. Además, es más fácil recuperar el gasto cuando los precios están en el rango de varios millones en lugar de, digamos, 30 mil dólares. Incluso si una compañía sólo vende 300 unidades.

Estos coches supercaros se dividen en diferentes categorías. Algunos, como el Bugatti Veyron, son verdaderamente exclusivos y se fabrican muy pocas unidades; otros son ediciones especiales de los modelos existentes.

Por ejemplo, un Rolls-Royce puede llegar a un millón de dólares a través de esta metamorfosis: tomas un Phantom de nivel básico, que tiene un precio base de 400 mil dólares, y luego le agregas un tratamiento personalizado, como madera, pintura y cuero especiales que pueden elevar el precio por cientos de miles de dólares.

Y en ese punto comienza de verdad el tratamiento exclusivo: un cuidadoso trabajo que le añade acentos en piedras preciosas, costuras a mano, blindaje a prueba de balas, sistemas de cine y calibraciones de élite. Esa última etapa es donde un Phantom estándar cruza el umbral del millón de dólares.

"La tendencia está aumentando, impulsada por coches hechos a medida como nuestro Serenity", dice Gerry Spahn, jefe de comunicaciones en Rolls-Royce, refiriéndose al Phantom de 1.5 millones de dólares que presentó el mes pasado en Ginebra.

Luego está lo que los fabricantes llaman un "coche halo", es una súper estrella de alta gama que sirve a un propósito más allá del precio. Estos productos de alto perfil pueden hacer que brille toda la marca, como una emanación que inevitablemente desciende hasta las ofertas menos costosas en la flota.

"Los coches halo capitalizan la marca", explica Kelsey Mays, editor de asuntos del consumidor en Cars.com. "Piensas en Bugatti, propiedad de Volkswagen, y el único auto que todos conocen de Bugatti es el Veyron, pero saben que es el que Beyoncé le compró a Jay Z. El valor real... está en la asociación".

Así, Bugatti le sirve a Volkswagen, aunque cada Veyron fabricado y vendido sea, según algunas estimaciones, una pérdida de varios millones de euros.

Cada vez que el auto de una marca gana un evento de Fórmula Uno o un vehículo concepto muestra la capacidad para aprovechar la energía y la tecnología, los conductores de a pie, con vehículos de gama baja, llegan a sentir como si pertenecieran al club correcto.

Por último, algunas automotrices no están interesadas en que el público compre sus coches. Empresas de ultranicho como Koenigsegg, Zenvo y Lykan producen un número limitado de coches cuyos precios puede elevarse a varios millones. Sólo le venden a los megaricos y en esos casos la exclusividad es una gran parte del atractivo.

Es importante recordar que un precio alto no significa que puedes tenerlo todo. Probablemente compres velocidad o potencia o comodidad en un automóvil tan caro, pero no los tres.

"Los autos exóticos son bastante imprácticos", dice Mays de Cars.com. "Necesitas todo un arsenal de cosas para conducir cuando posees uno de éstos. Con un Pagani, necesitas caminos reales y, en última instancia, pistas de carreras para que estire sus piernas".

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