Enfoques

Del efectivo a los bancos, 'coyotes' evolucionan cobro a indocumentados

Los migrantes han sido presa fácil de los ladrones durante su camino a la frontera estadounidense, lo cual ocasionó que los traficantes optaran por el uso de bancos para cobrar 'por adelantado'.

Aunque la inmigración ha encabezado la agenda política de Estados Unidos, ni la Casa Blanca ni el Congreso han abordado el papel que juegan los bancos en el financiamiento del tráfico de indocumentados. El 20 de noviembre, el presidente Barack Obama emitió un decreto para proteger de la deportación a aquellos inmigrantes indocumentados cuyos hijos son ciudadanos estadounidenses o que llegaron antes de 2010, siendo menores de edad.

Los legisladores republicanos se opusieron, calificaron el plan como amnistía y pidieron en cambio más deportaciones.

Las urbes de Doraville, Chamblee y Norcross, todas al norte de Atlanta y hogar de cinco mil guatemaltecos, permiten echar un vistazo a esa conexión entre la inmigración, el tráfico ilegal de personas y los bancos.

Dionisio, inmigrante indocumentado, de 37 años y nativo de Guatemala, ocupa un asiento en la Iglesia Evangélica Asamblea Cristiana, ubicada en un complejo de oficinas en Doraville, un suburbio de Atlanta. Ha sido una semana de seis días de trabajo para la cuadrilla de jardineros, de cortar el césped y podar arbustos.

Federico, hermano mayor de Dionisio, ha vivido en Doraville por 13 años. Cuando él hizo el viaje de Sibinal a Estados Unidos, tuvo que llevar dinero en efectivo para pagar a los 'coyotes'. Eso convertía a los inmigrantes en presa fácil para los ladrones, de allí que los 'coyotes' comenzaran a utilizar los bancos.

Los traficantes aumentaron el uso de los bancos después de que el exfiscal general del estado de Arizona Terry Goddard arremetiera contra Western Union Co., la mayor empresa mundial de transferencia de dinero. En 2010, la compañía de servicios financieros con sede en Colorado acordó pagar 94 millones de dólares para zanjar las investigaciones civiles y penales emprendidas por la oficina de Goddard.

Western Union negó su culpabilidad al tiempo que reconoció que sus empleados habían permitido que los traficantes de personas usaran sus servicios desde 2003 a 2007. La compañía acordó contratar más investigadores e informar a las autoridades de cualquier giro monetario por encima de los 500 dólares hacia y desde el suroeste estadounidense.

"Desde entonces, hemos visto un cambio significativo en los bancos", expresa Grisham, la citada portavoz del fiscal general.

"Tenemos relaciones de cooperación con la policía," señala por otra parte Barry Koch, responsable de cumplimiento normativo de Western Union. "Tenemos mecanismos muy sofisticados para detectar, prevenir y denunciar este tipo de actividad cuando la vemos."

BAJA PRIORIDAD

Incluso los propios investigadores de la industria dicen que los bancos pueden y deben hacer más para cerrar los canales monetarios de los traficantes de personas. Lo cierto es que los grandes bancos piden a sus investigadores centrarse primero en frenar cualquier actividad sospechosa de financiar el terrorismo, la evasión de impuestos y las transacciones del narcotráfico. Detectar las cuentas que financian el tráfico ilegal de personas es menos importante.

"Yo no pude hacer que el contrabando de seres humanos figurara como prioridad", se lamenta Holly Ray, quien fue investigadora contra el blanqueo de capitales y ejecutiva de cumplimiento en JPMorgan en San Antonio, Texas, desde 2011 hasta agosto de 2014.

Los coyotes prefieren Bank of America, JPMorgan y Wells Fargo porque necesitan bancos con sucursales en todo el país para recibir pagos, advierte Welch de Seguridad Nacional.

CÓMO OPERAN

Las bandas criminales utilizan un esquema simple llamado "cuentas embudo." Primero, los traficantes abren cuentas en territorio estadounidense con sus propios nombres o los de personas confianza, luego los amigos y familiares -que radican en Estados Unidos- de las personas que buscan migrar deben depositar los pagos en esas cuentas.

Los traficantes después retiran el dinero de sucursales bancarias, a menudo cerca de la frontera con México. La oficina del fiscal general de Arizona ha documentado 360 millones de dólares de fondos utilizados para el tráfico de personas transferidos a través de cuentas embudo con sede en Arizona entre los años 2008 y 2013.

Gracias a este vehículo bancario Dionisio Díaz pudo salir de su natal Sibinal, un pueblo de 20 mil personas a 300 kilómetros al oeste de la ciudad de Guatemala. Generaciones enteras han emigrado de Sibinal, y de toda Guatemala, para escapar de la pobreza, la guerra civil, los huracanes y los terremotos.

Federico fue el primer hermano en aventurarse a Estados Unidos y Dionisio lo alcanzó en Doraville en 2005. Dionisio trabajó como jardinero y usaba Western Union para enviar unos 500 dólares al mes, alrededor de un tercio de su salario, a su esposa e hijos en Guatemala para ropa, gastos escolares y alimentos.

Como extrañaba a su familia, Dionisio volvió a Sibinal tres años después. El pueblo, flanqueado por las exuberantes faldas del volcán Tacaná, consiste de casas de concreto sin pintar, calles llenas de baches y un laberíntico mercado donde las mujeres en vestidos tradicionales mayas venden frutas y verduras. La tierra cultivable es escasa, y los niños desnutridos están en todas partes.

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OTRA VEZ AL NORTE

Dionisio encontró trabajo esporádico en Sibinal, desbrozando la poca tierra de cultivo por 10 dólares el día, lo que ahora gana en una hora haciendo trabajos de jardinería en Doraville. A mediados de 2012, decidió que la única manera de sacar adelante a sus cuatro hijos (cuyas edades van de los 5 a los 16 años) era volver de nuevo al norte.

"Llegué hasta el tercer grado de primaria", dice Dionisio. "Simplemente no puedes ganar suficiente dinero para darle a tus hijos una vida digna".

En diciembre de 2012, Dionisio contactó a un hombre que sólo conocía como Rafael, un coyote que un pariente había usado un par de años antes. El viaje a Georgia costaba tres mil 800 dólares por persona, le dijo el traficante. Tres personas -Federico, el cuñado de Dionisio y un amigo - acordaron prestarle el dinero, sin intereses. Dionisio les pagaría una vez que comenzara a trabajar en Georgia.

"DECIR ADIÓS"

El 12 de diciembre de 2012, Dionisio abrazó y besó a su familia por última vez.

"Hay que decir adiós sabiendo que tal vez nunca regreses," dice.

A las 4 de la mañana, Dionisio y Danilo, un joven robusto de pelo negro, caminaron hacia un punto de la frontera de 870 kilómetros que comparten Guatemala y México, atravesando terreno accidentado y selvático. Cruzaron a México sin ningún incidente.

Luego tomaron dos autobuses al norte. Días después, al cobijo de la noche, llegaron a Altar, un pueblo polvoriento de casas de adobe y calles sin asfaltar en Sonora.

"En este pueblo no hay nada más que 'coyotes', un negocio pecaminoso y criminal", dice el único sacerdote católico de Altar, el presbítero Prisciliano Peraza. "Todo el mundo tiene que pagar y los bancos son cruciales," indica, de pie junto a siete cruces blancas levantadas en el desierto en memoria de los inmigrantes que han muerto en la ruta a Arizona desde mediados de los noventa.

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