Financial Times

Riquezas y riesgos: bienvenidos al mundo del mañana


 
 

 
 
 Por Philip Stephens
 
 
 
La temporada de buena voluntad ha dado lugar a un alud de predicciones en este nuevo año. La mayoría de estos se olvidan rápidamente, afortunadamente, según la tasa del éxito de los comentaristas. El mundo actual avanza demasiado rápido incluso para el mejor clarividente. La mejor manera de ver lo que nos depara el futuro es trazar un mapa de las fuerzas fundamentales que influyen en el escenario mundial. El perfil que actualmente vemos es de prosperidad y oportunidad en aumento, y de seguridad en descenso.
 
 
Para los pesimistas, el mundo aún se sigue enriqueciendo. Europa se puede encontrar en medio de la crisis del euro y Estados Unidos en una encrucijada política, y el retiro de su estímulo monetario sin duda causará problemas en otras partes; sin embargo, la historia sigue siendo que la producción mundial en franco aumento está transformando la vida de miles de millones de personas. Hay tantas oportunidades para Occidente como para el resto del mundo.
 
 
La redistribución del poder económico hacia las naciones emergentes presagia otro cambio fundamental. En un par de décadas, un mundo que hoy es mayormente pobre será de clase media en su mayoría. México, Indonesia, Vietnam, Brasil, Turquía, entre otros, hoy tienen un sitio sólido en la narrativa que antes se refería a China y la India. Los inversionistas están descubriendo a África de la misma forma que antes lo hicieron con Asia y América Latina. Para el 2020, otros mil millones de consumidores se habrán unido a las filas de la clase media en estas economías.
 
 
La marcha de la clase media mundial apunta a la segunda megatendencia: la creciente demanda de gobiernos responsables en las economías emergentes. Los individuos reclaman que se les trate como ciudadanos. El optimismo por la democracia puede parecer incomprensible, teniendo en cuenta cómo los sucesos en Siria, Egipto, Libia e Iraq se han burlado de la idea de una primavera árabe. La resistencia de China frente a la turbulencia económica mundial también les brinda socorro a aquellos que proclaman los méritos de un modelo alternativo.
 
 
Sin embargo, la corriente aún fluye en la dirección correcta. Aunque no exista un gran clamor por instituciones tipo occidental, las banderas ondeadas por los nuevos acaudalados piden el estado de derecho, la dignidad humana y la libertad individual. La corrupción se ha convertido en el enemigo número uno.
 
 
Sin contar a Egipto,los golpes militares acaban de pasar de moda. Algunas partes de África son testigos de transiciones constitucionales pacíficas, y América Latina ha comenzado a sacudirse el populismo de izquierda. Resulta aleccionador que no haya nadie más temeroso que China de las revueltas sociales y políticas provocadas por la creciente opulencia.
 
 
La tercera megatendencia puede ser preocupante o bien acogida según la veamos. EU se aleja de la responsabilidad mundial que asumió después del derrumbe de la Unión Soviética. El poder estadounidense se ve cada vez más impugnado, así que la "hiperpotencia" de la reciente pesadilla francesa ya es solamente una simple superpotencia.
 
 
No hay nada con qué reemplazar la Pax Americana. En su lugar, la perfecta simetría de la guerra fría y el breve intervalo de unipolaridad están siendo reemplazados por un fragmentado mosaico de potencias mundiales.
 
 
La circunstancia y la elección han menoscabado la capacidad y voluntad de Estados Unidos de actuar como fiador de los intereses de la humanidad. La circunstancia se presenta en forma de reto a la hegemonía estadounidense a partir del ascenso de China y otros, y de las costosas lecciones aprendidas en Iraq y Afganistán. La elección nos llega en forma de hastío de la guerra, restricciones presupuestarias y la cercanía a la autosuficiencia energética. Todos esos factores han apagado el entusiasmo estadounidense de resolver los problemas de los demás.
 
 
La lección aprendida del caso Siria es que, siendo una superpotencia selectiva, ahora Estados Unidos aplica una prueba de interés nacional más rigurosa antes de dedicar sangre y dinero a aventuras en el exterior. El efecto ya se hace sentir en capitales alrededor del mundo, donde aliados y adversarios se cuestionan la determinación de Washington de salvaguardar el status quo contra las reclamaciones de las agresivas potencias emergentes. Estados Unidos continúa siendo la única superpotencia que importa en todas partes, pero ya Washington no piensa que todas partes son importantes.
 

Como consecuencia de esto –la cuarta megatendencia– surge la progresiva erosión del sistema mundial de la posguerra. La geoeconomía y la geopolítica van en diferentes direcciones. La primera supone mayor cohesión, mientras que la segunda atestigua un resquebrajamiento del viejo orden de seguridad. La integración económica continúa a buen ritmo mientras los lazos que unen a las economías avanzadas y las emergentes se revisten de comercio en expansión e inversiones entre naciones emergentes. Ya hoy más de la mitad del comercio de Asia tiene lugar dentro de Asia. Sin embargo, geopolíticamente, hay pocos deseos de más gobernanza mundial.
 
 
Estados Unidos ya no cuenta con la feliz coincidencia de sus intereses mundiales e internacionales que estimuló la construcción del orden de la posguerra. Europa ha abandonado la idea de que su modelo único de integración se puede exportar más allá de sus fronteras. Ahora la preferencia en Washington es por "midilateralismo" sobre el "multilateralismo", formar coaliciones con aquellos capaces y de la misma opinión antes que emprender grandes planes de un nuevo orden. En cuanto a las potencias emergentes, la mayoría tiene una visión de la soberanía nacional que desafía la realidad de la interdependencia.
 
 
La guerra en el Medio Oriente, las tensiones en los mares del sur y este de China, el cambio climático y las fuentes de recursos, los puntos de conflictos en este mundo más desordenado son evidentes para todos. Lo cual deja una gran interrogante: ¿cómo reaccionará China? Todo parece indicar que Beijing ve la fragmentación de la seguridad global como una oportunidad de expansionismo. Sin embargo, durante este año, centenario de la guerra que culminó la primera gran era de globalización, también debe estar consciente de los peligros de extralimitarse
 
 
 
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