Financial Times

FINANCIAL TIMES: Que los bancos eviten poseer minas



 
Por John Gapper
 

Cuando Goldman Sachs compró la casa comercial de materias primas J. Aron en 1981, también adquirió Lloyd Blankfein, quien en aquel entonces era un vendedor de monedas de plata. Treinta y dos años más tarde, el Sr. Blankfein es presidente y director ejecutivo de Goldman y el banco es dueño, entre otros activos, de materias primas y de algunos almacenes de aluminio cerca de la agonizante ciudad de Detroit.
 
 
El proceso por el cual algunos de los mayores bancos de los Estados Unidos llegaron a adueñarse no sólo físicamente de materias primas, sino también de infraestructuras como buques petroleros y oleoductos es un buen ejemplo de la denominada expansión silente desde que la Ley Glass-Steagall de 1933 los obligó a separarse. Uno puede ver cómo llegaron hasta ese punto, pero es un resultado peculiar, y no muy deseable.
 

¿Qué sucedería si un petrolero de Morgan Stanley encallara (la empresa es dueña en parte de una compañía con una flota de 120 buques), o si aconteciese un accidente mortal en una mina de carbón de Goldman (quien tiene una participación en minas de Colombia)?
 
 
La mayoría de la gente estaría desconcertada al enterarse de que Wall Street juega un papel activo en esos rubros, lo cual podría provocar fácilmente una crisis de confianza con respecto a una institución considerada demasiado grande para quebrar.
 
En septiembre, la Reserva Federal tendrá que decidir si se debe permitir a los bancos continuar operando como hasta ahora, o contraer los límites de sus actividades.
 

La Fed debería emplear el sentido común y mantenerlos fuera de las actividades que tienen sólo una relación tangencial con la banca.
 
 
Es cierto que las raíces de los bancos comerciales se encuentran en el comercio y el financiamiento de materias primas. Instituciones como Baring Brothers comenzaron como casas de materias primas, y Salomon Brothers –ahora parte de Citigroup– fue comprado por Phibro, el comerciante de materias primas, el mismo año en que Goldman compró J. Aron.
 

Pero las cosas han cambiado. En primer lugar, los agentes solían ser pequeños en comparación con los bancos depositarios que contaban con grandes balances y el respaldo implícito de los contribuyentes.
 

El comercio de materias primas se extendió a los bancos de importancia sistémica, al desmantelarse la ley Glass-Steagall y con la conversión de Morgan Stanley y Goldman en el 2008 a holdings bancarios.
 
En segundo lugar, los bancos han pasado de comercializar productos básicos como el petróleo y los metales, lo cual es lógico si comercian en sus derivados, a ser propietarios de barcos, minas y almacenes. En algunos casos, han eludido las barreras regulatorias mediante el uso de filiales de banca comercial para convertirse en propietarios de esos activos ocultándose detrás de otras identidades.
 
 
El involucramiento de Goldman en el aluminio demuestra cómo esto puede funcionar. Goldman fue uno de los bancos que vio una oportunidad después de la crisis del 2008, cuando el precio del aluminio cayó y los excedentes de inventario se fueron acumulando.
 
Los bancos y los grupos comercializadores de materias primas podían beneficiarse de la amplia brecha entre los precios de futuros y al contado mediante la financiación de una transacción de arbitraje para sus clientes.
 
 
Esto dejó una pila de aluminio en las manos de los comerciantes, que debían ser almacenados en grandes bodegas. Los bancos se dieron cuenta de que los almacenes estaban en alta demanda y compraron dichas instalaciones a través de sus filiales de capital privado en el 2010. La ley les exigía ejecutar las operaciones comerciales y administrar sus almacenes por separado, pero tenían dos fuentes de ingresos.
 
 
Tres años después, Goldman y JPMorgan Chase se están preparando para vender los almacenes de nuevo, pero ahora se enfrentan a una investigación del Senado acerca de sus actividades. Empresas como MillerCoors y North American Breweries alegan que los retrasos en la obtención de metales de los almacenes añadieron 3,000 millones de dólares a sus costos y aumentaron el precio de las latas de aluminio.
 
 
Los bancos y los grupos de comercialización de materias primas pueden almacenar parte de su metal en propiedades privadas –el 'inventario oscuro'– con el fin de simular una escasez.
 
 
Por otra parte, el hecho de que las filiales de inversión de los bancos decidieran adquirir activos que encajan tan perfectamente con sus operaciones comerciales luce demasiado conveniente.
 
Esta abrupta integración de la comercialización y del almacenamiento de metales recuerda cómo los bancos amontonaron hipotecas de alto riesgo antes de la crisis del 2008, al comprar compañías de generación y de servicios hipotecarios con el fin de crear activos basados en las hipotecas.
 

Cuando Wall Street se involucra en nuevas actividades que no están relacionadas con la banca, suenan las campanas de alarma.
 
 
A los bancos comerciales se les prohibía tener más del 5% de las empresas industriales, en parte para evitar una repetición de la forma en que JP Morgan asumió el control de importantes partes de las industrias del acero y de los ferrocarriles en el siglo XIX.
 

Las reglas fueron aflojadas por la Ley Gramm-Leach-Bliley de 1999, dándoles a los bancos más libertad de acción. Aun así, cuando la Fed permitió a bancos como JPMorgan Chase comercializar materias primas, especificó que no debían poseer u operar instalaciones de almacenamiento y transporte. De alguna manera, Wall Street ha logrado encontrar diversos rodeos para evadir las metas originales de la Fed.
 
 
Algunos bancos han utilizado poderes bancarios comerciales bajo la ley de 1999 con el fin de adquirir 'temporalmente' activos industriales que estén relacionados con sus actividades comerciales. A Goldman y Morgan Stanley se les permitió mantener las operaciones existentes al convertirse en bancos, mientras que JPMorgan obtuvo la aprobación mediante otra cláusula.
 

Sin duda, Wall Street ha seguido la ley al pie de la letra después de emplear batallones de abogados para estudiarla minuciosamente, pero el resultado es como si no existiesen los obstáculos previstos en la misma. A pesar de los esfuerzos de la Fed por no permitir a los bancos ser dueños de infraestructuras para materias primas, claramente lo son.
 
 
 
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