Financial Times

No era su plan, pero Trump 'empujó' a los demócratas hacia una nueva agenda radical

Trump le ha hecho un servicio a la izquierda estadounidense.

Si escuchamos atentamente, podremos oír la retirada de la clase política dirigente de los demócratas. El incrementalismo del pasado cumplió su propósito: hizo que los demócratas fueran nuevamente elegibles y seguros para Wall Street. Pero esto ha llegado a su fin. La generación de demócratas que le restaron importancia a las preocupaciones sobre la desigualdad y acogieron a los mercados globales está siendo sustituida por voces políticas mucho más audaces. Independientemente de quién sea el candidato demócrata para las elecciones de 2020, representará a un partido radicalizado en busca de su propio 'Nuevo Trato'.

Tienen una deuda de gratitud con Donald Trump. A pesar de cuánto los liberales renacientes detestan al 45º presidente de EU, pueden agradecerle por haber eliminado la mentalidad de cautela sistemática que ha hipnotizado a los líderes demócratas durante una generación.

Comenzó con los "Nuevos Demócratas" de Bill Clinton a finales de la década de 1980. Terminó en 2016 cuando Hillary Clinton perdió ante Trump. En ese período, se incluyeron Al Gore, el candidato perdedor de las elecciones del año 2000, John Kerry, quien perdió en 2004, y Barack Obama, cuyo legado de ocho años está siendo destrozado ahora por Trump.

Trump ha servido tanto como un llamado a la acción como un ejemplo de cómo se pueden derrotar las clases políticas dirigentes. En el primer caso, Trump ha demolido cualquier argumento restante a favor de la idea de que los demócratas deben prepararse eternamente para una tierra prometida de amistad bipartidista. En la práctica, muchos pensaron que Newt Gingrich, el agresivo presidente republicano de la cámara durante la era de Clinton, ya había desacreditado esa postura. Otros pensaron que la destrucción de los planes fiscales de Obama por parte del Tea Party finalmente había zanjado la polémica.

Pero fue Trump quien cambió el clima político. Demostró que era posible engatusar a una clase política dirigente hostil y aun así ganar una elección. Luego cambió de estrategia y siguió una agresiva agenda republicana. Desde los recortes fiscales y la desregulación hasta los derechos sobre armas de fuego y los jueces en contra del aborto, Trump ahora tiene a los legisladores republicanos haciendo lo que él quiera. A quienes aún creían que sería posible la colaboración bipartidista -y a quienes anhelaban los días de los republicanos de Rockefeller- les robaron la convicción restante. Trump le ha hecho un servicio a la izquierda estadounidense.

La realidad también le ha echado una mano. Independientemente de nuestra ideología, las cifras actuales nos muestran una imagen cruda. A diez años del comienzo de la recuperación estadounidense, el salario medio de los hogares sigue siendo, en términos reales, muy parecido a lo que era en 1999. El uno por ciento superior de los hogares posee más riqueza que el 90 por ciento inferior. La esperanza de vida promedio en EU ha comenzado a disminuir.

Trump ha empeorado la desigualdad. Pero él no la creó. Las cifras eran casi igualmente sombrías al final de los dos términos de la presidencia de Obama. Así que hacer retoques ya no resulta tan atractivo.

Gran parte de la atención se ha enfocado en quién debe ser el candidato demócrata que desafíe a Trump. Obviamente eso es importante. Pero lo importante es que el centro de gravedad del partido ha cambiado. Quienquiera que resulte ser el rival, ya sea Joe Biden, el exvicepresidente, Elizabeth Warren, la populista económica, Beto O'Rourke, el alegre optimista o Sanders, su plataforma tendrá que reflejar ese cambio. Las posturas como "Medicare para todos", un 'Nuevo Trato Verde' y el financiamiento de las elecciones públicas deberán formar parte del paquete, al igual que el aumento de los impuestos.

También se ha destacado a Alexandria Ocasio-Cortez, la socialista demócrata de 29 años y la miembro más joven del congreso. Más notable es el respeto que le ha mostrado la clase política dirigente de los demócratas con respecto a sus ideas, que incluyen una tasa impositiva máxima del 70 por ciento. "La congresista tiene razón", dijo la semana pasada Lawrence Summers, exsecretario del Tesoro de Clinton.

Independientemente de cual sea el punto de vista correcto, la era Clinton-Obama está llegando a su fin. Está comenzando una nueva.

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