Financial Times

Mercados Emergentes sufren por la Fed


 
 
 
 

 
 
 
 
Por: John Plender
 
 

Los flujos de dinero caliente han permitido posponer las reformas estructurales.
 
 
La agitación en los mercados emergentes genera un pensamiento incómodo. ¿El programa de expansión cuantitativa (QE) de la Reserva Federal (Fed) ha hecho más por dañar a los mercados emergentes que por impulsar la recuperación de EU? Sería irónico que el impacto principal de las medidas poco convencionales de la Fed, en retrospectiva, haya sido fuera de los EU.
 
 
Tal vez la implicación es un poco severa. No podemos tener la certeza de dónde estaría la economía de EU si los programas de compra de activos de la Fed no se hubieran llevado a cabo, pero sospecho que la recuperación hubiera sido más débil o inclusive no se hubiera dado sin este activismo de los bancos centrales, si bien el impacto de las adquisiciones más recientes ha sido mínimo. Su efecto principal fue estabilizar el apalancamiento que hubiera causado una deflación.
 
 
Lo que sí sabemos es que la represión de la tasa de interés en EU fue diseñada para generar un apetito de riesgo y en esto la Fed ha tenido un sobresaliente éxito. Una consecuencia notoria fue el flujo del dinero caliente de EU hacia los mercados emergentes.
 
 
Esta consecuencia no-intencional de la QE ha sido en algunos casos moralmente peligrosa. El acceso rápido a capital externo ha permitido déficits presupuestarios imprudentemente grandes y ha permitido que los políticos pospongan las reformas estructurales que tanta falta hacen, India es el caso más contundente. Al mismo tiempo, el influjo de capital ha revaluado las divisas y aumentado el consumo excesivo, junto con una dependencia creciente de capital extranjero conforme la cuenta externa se debilita.
 
 
Desde que el gran debate sobre el estrechamiento de la QE inició en mayo, los adictos al capital externo como India, Brasil, Indonesia, Turquía y Sudáfrica han sido golpeados duramente por la inversión del flujo. El resultado ha sido la caída de los precios de los activos, el aumento de las tasas de interés y la reducción de las perspectivas de crecimiento. Hay un riesgo de que la baja en divisas se auto-alimente causando la aceleración de la inflación y precipitando crisis de crédito inducidas por el pánico. Hay un fuerte eco de la crisis Asiática de 1997-8.
 
 
Las implicaciones moralmente peligrosas del activismo de los bancos centrales no están, incidentalmente, confinadas al mundo en desarrollo. El anuncio del Banco Central Europeo de su estricto programa de transacciones monetarias hace apenas un año tuvo éxito en bajar el rendimientos de los bonos del Estado en los países altamente endeudados de la eurozona. Sin embargo, liberó a los políticos de la trampa en que se encontraban. La reforma estructural está detenida en Francia, Italia y gran parte del sur de Europa.
 
 
Aun así, los bancos centrales no deben cargar con toda la culpa. El problema subyacente ha sido identificado por el economista Mancur Olson. Analizando las razones por las que las naciones declinan, concluye que los países tienden a volverse rehenes de pequeñas coaliciones distributivas formadas por productores, sindicatos y otros grupos que buscan influenciar las políticas a su favor. Esta agenda suele ser proteccionista, anti-tecnológica y anti-crecimiento. Y como los beneficiarios de este cabildeo son pocos mientras que los costos se distribuyen ampliamente en la población, es difícil crear resistencia pública en su contra. Esta clase de coaliciones distributivas se acumulan con el paso del tiempo, dice Olson, causando que las economías se vuelvan escleróticas.
 
 
Eso es en esencia, la historia de la economía japonesa desde que su modelo basado en la exportación explotara hace 20 años. Su mayor problema es que el ingreso del consumidor es muy bajo mientras que el sector corporativo mantiene una participación desproporcionada del producto interno bruto gracias principalmente a la depreciación excesiva y la baja el bajo proporción de pago. Ese desequilibrio prolongado refleja el extraordinario poder de cabildeo de los negocios japoneses.
 
 
No hay nada en el programa de reforma del primer ministro Shinzo Abe que aborde este tema. Eso puede ser en parte una falla de análisis, pero el poder de cabildeo de los negocios seguramente es un factor.
 
 
Un punto similar se puede hacer sobre China, que ahora se encuentra en un momento crucial. Su modelo basado en exportación e inversión ha llegado a su final mucho antes de lo que sucedió en Japón.
 
 
El nuevo gobierno chino parece estar más comprometido que el anterior a desplazar el equilibrio de la economía hacia el consumo y eliminar el subsidio que pagan los hogares al sector corporativo. Esto se logrará entre otras cosas, liberando los mercados financieros. Aun así, hay voces poderosas en la industria estatal, en las finanzas y en el gobierno local opuestas al cambio. Hasta ahora se ha realizado muy poco para reajustar a la economía.
 
 
A través del sector de mercados emergentes, la inversión de los flujos de capital no debería ser tan dañina como en el pasado. Muchas economías están más sanas, con cuentas externas más sólidas y reservas más altas.
 
 
La composición de los flujos de capital se ha inclinado últimamente hacia la inversión extranjera directa, la cual es bastante estable. Sin embargo, para los adictos al capital, las cosas empeorarán antes de mejorar. La Fed no va a ofrecer ayuda. La esperanza para los que tienen dificultades al renovar su deuda a corto plazo es que la fuga de capital los obligue a introducir reformas estructurales. No deberían dejar que se desperdiciara esta crisis. Hay un riesgo de que la baja en divisas se auto-alimente causando la aceleración de la inflación".

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