Financial Times

Las dudas que sobreviven al triunfo de AMLO

El virtual presidente electo es popular, pero aún está por verse si es un populista.

Por primera vez en más de un siglo, los votantes mexicanos han elegido como presidente a un político que no pertenece a ninguno de los dos partidos tradicionales del país, otorgándole una victoria contundente al candidato antisistema Andrés Manuel López Obrador.

El activista social de 64 años recibió más de 53 por ciento de los votos, según el Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP) del Instituto Nacional Electoral (INE). Se espera que su partido Morena también haya ganado una mayoría en la Cámara de Diputados. Incluso puede ganar una mayoría en el Senado.

Como resultado, López Obrador será el presidente más poderoso de México en más de 30 años. Eso debería permitirle aprobar leyes e implementar su agenda nacionalista de izquierda con facilidad. Ha quedado claro que las elecciones fueron históricas. López Obrador también es indiscutiblemente popular. Sin embargo, está por verse si es un populista.

AMLO, como se lo conoce comúnmente, aprovechó un deseo popular de cambio. Su victoria también refleja en parte la desilusión con las políticas económicas tecnocráticas basadas en el mercado.

Sin embargo, su atracción principal se basa en su compromiso de acabar con la inseguridad desenfrenada y librar a México de la corrupción, de la "mafia del poder" del país.

¿Qué deberían pensar los inversores de todo esto? Al comparar a México con algunos otros mercados emergentes importantes, Brasil, Rusia o Sudáfrica, claramente la economía mexicana está en buena forma. El Banco Central es independiente, se ejerce la libre flotación del peso, la deuda nacional es relativamente baja, la inflación está bajo control y el déficit fiscal es manejable. El crecimiento es consistentemente sólido, aunque no es espectacular. Sólo una mala gestión activa podría empañar el envidiable rendimiento macroeconómico de México.

Sin embargo, hay tres preocupaciones inmediatas.

La primera es fiscal. López Obrador necesita alcanzar cerca de 2.5 por ciento del Producto Interno Bruto para financiar las pensiones más altas, los precios subsidiados de la gasolina y los alimentos, y los 3.5 millones de aprendices que son la base de su programa social. Pero ¿cómo puede lograr esto? Su mantra ha sido evitar el endeudamiento y asegurar una baja inflación. Sus asesores también han dicho que no habrá aumentos de impuestos inmediatos. Las ganancias potenciales de ponerle fin a la corrupción —que le cuesta a México más del 2 por ciento del PIB cada año— son notables, pero es una tarea grande y probablemente imposible. Eso significa que los fondos deberán provenir de recortes de gastos. Sin embargo, esto también podría ser recesivo e iría en contra de sus promesas sociales.

Una segunda preocupación es la energía. López Obrador quiere impulsar la inversión pública. Al mismo tiempo, quiere revisar los más de 100 contratos petroleros firmados como parte de la apertura del mercado petrolero de México, lo cual retrasará las inversiones extranjeras de más de 200 mil millones de dólares que se esperaban a raíz de esos acuerdos. Él dijo que el país debería reconstruir su capacidad de refinación de petróleo, pero no se espera que el sector privado lo apoye.

Por último, está el comercio. López Obrador ha afirmado su apoyo del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Podrá renegociar el pacto con un mandato más fuerte que el de Enrique Peña Nieto, su impopular predecesor. Lo que esto significa para las conversaciones con Trump es una pregunta abierta. El presidente de EU tuiteó el domingo que espera poder trabajar con el López Obrador. Aunque parece dudoso, tal vez ése sea el caso. Como ha bromeado Alfonso Romo, el futuro jefe del gabinete: las abejas asesinas no se pican entre sí.

El gabinete que ha propuesto, aunque parece sólido en teoría, consiste principalmente en académicos no probados, que no han ejercido cargos públicos. Además, su movimiento político es un partido amplio que contiene muchas voces radicales.

Todo esto es una receta para la incertidumbre y la confusión.

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