Financial Times

“He ordenado mi último Whopper”

Burger King me perdió para siempre esta semana cuando la compañía, ahora controlada por un equipo de capital privado brasileño llamado 3G Capital Management, reveló un acuerdo de 11.4 mil millones de dólares para adquirir Tim Hortons, una cadena canadiense de café y donas.

He ordenado mi último Whopper, y espero que la gente que trabaja en Burger King lo entienda. Yo sólo estoy haciendo lo que ellos una vez aconsejaron.

Al igual que muchos estadounidenses, llegué a familiarizarme con la cadena de comida rápida durante la década de los setenta, cuando lanzó una legendaria campaña de publicidad que promovía las preferencias individuales de cada comensal. "Como tu Quieras", instó a las personas a que personalizaran su hamburguesa con una lista de ingredientes.

"No quieres pepinillos ni tampoco lechuga? Los pedidos especiales no nos molestan" decía el jingle creado por BBDO para Pillsbury, la empresa propietaria de Burger King en ese momento. "Todo lo que pedimos es que nos permitas servírtela a tu manera".

Me tragué el anzuelo. Aun siendo adolescente, me convertí en un hombre Burger King, prefiriendo una Whopper al Big Mac de McDonald's. Las frescas rebanadas de cebolla y tomate de Burger King derretían mis sentidos. La "salsa especial" de la otra cadena me recordaba a un sellador industrial o una pomada medicinal.

Pero Burger King me perdió para siempre esta semana cuando la compañía, ahora controlada por un equipo de capital privado brasileño llamado 3G Capital Management, reveló un acuerdo de 11.4 mil millones de dólares para adquirir Tim Hortons, una cadena canadiense de café y donas.

La operación me dejó un mal sabor de boca porque estaba estructurada como una "inversión". Ésa es la palabra que se usa hoy en día para una empresa estadounidense que se fusiona con una empresa en una jurisdicción con impuestos más bajos –en este caso la provincia canadiense de Ontario– y muda su domicilio allá, reduciendo así sus posibles obligaciones con el Tesoro de EU.

Mi descontento con estas maniobras es que pueden conducir a mayores cargas a los contribuyentes –como yo– que permanecemos en EU. Nos toca a nosotros asumir los gastos del gobierno, como todas las bombas que nuestros militares han lanzado en Iraq en las últimas semanas para evitar la masacre de cristianos y otros presuntos infieles por personas que ondean banderas negras.

Burger King y sus partidarios, incluyendo el conglomerado Berkshire Hathaway de Warren Buffett, que está proporcionando 3 mil millones de dólares en financiamiento para 3G, sostienen que el traslado a Canadá se está haciendo por razones que van más allá de los impuestos. Eso puede muy bien ser el caso; el Sr. Buffett es un tipo inteligente y sus operaciones típicamente funcionan en varios niveles.

Pero si el Sr. Buffett y sus amigos así lo quieren, Burger King puede continuar preparando sus hamburguesas como mejor le parezca, pero yo no les voy a comprar ni una sola hamburguesa más. Así lo quiero yo.

Al hacer esta declaración, no pretendo ofender a nuestros amigos canadienses. Por lo que he leído, Tim Hortons es una formidable operación comercial. Así de popular es su producto estrella –una bolita de masa de dona llamada el "Timbit"– que con motivo de su 35 cumpleaños en 2011, el Toronto Sun proclamó: "Si se pusieran en hilera todos los Timbits que los canadienses han consumido, ésta iría hasta la Luna y de vuelta a la Tierra casi cinco veces".

También me doy cuenta de que Burger King no es la única empresa que aspira a "invertir". Aproximadamente una veintena de empresas estadounidenses han anunciado fusiones o adquisiciones con propósitos de inversión impositiva en los últimos tres años, según Dealogic.

La diferencia es que Burger King no está tan bien situada para salirse con este tipo de comportamiento como sus predecesores. La mayoría de ellas eran empresas farmacéuticas cuyos productos pueden significar la diferencia entre la vida y la muerte del usuario. Es difícil imaginar a alguien en su sano juicio rechazando el más avanzado medicamento contra el cáncer o el colesterol debido a las estrategias fiscales de su fabricante.

Pero los consumidores estadounidenses no tienen que aceptar todo lo que Burger King cocina. La empresa necesita nuestro amor –y no va a recibirlo de mí, al abandonar EU por los tipos impositivos más bajos de las grandes y blancas planicies del norte.

Puedo comer en otros lugares. A decir la verdad, mi pasión por Burger King comenzó a enfriarse hace mucho tiempo. Ya pasó la época en la que podía comerme un par de Whoppers con queso, bajarlas con un refresco azucarado y aún entrar en un par de jeans. Otros restaurantes de comida rápida con enfoques más frescos surgieron para satisfacer mis deseos.

Así que, gracias por los recuerdos, Burger King. Supo bien en su momento. Pero ha llegado el momento de decirte adiós. Así que, gracias por los recuerdos.

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