Financial Times

La lección que la soya nos da sobre la guerra comercial EU-China

La soya proporciona un indicio de lo que sucedería si las guerras comerciales disrumpen otras cadenas de suministro.

Alan Blinder, un reputado profesor de economía de Princeton y exvicepresidente de la Reserva Federal de EU, recientemente encontró un sorprendente nuevo interés: la soya.

"Yo nunca supe mucho sobre la soya", confesó Blinder al margen de una conferencia económica en Aspen esta semana, mientras presentaba sus últimas previsiones. "Pero ahora quiero saber más. ¿¡Quién se lo hubiera imaginado!?".

No mucha gente. Los legisladores occidentales y los economistas eminentes han prácticamente ignorado al grano, creyendo que es un cultivo agrícola más bien aburrido. Yo nunca le presté mucha atención a la soya, asociándola con platos "hippies" y con el tofu. Pero el mes pasado, el gobierno estadounidense publicó cifras que mostraban que las exportaciones del país habían aumentado durante el segundo trimestre de este año, elevando la tasa anualizada de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) a un sólido 4.1 por ciento. Parte de la razón se debió a la humilde soya.

De particular relevancia fue el hecho de que, cuando el gobierno chino declaró a principios de este año que impondría aranceles del 25 por ciento a las importaciones de soya, en medio de la creciente guerra comercial, los agricultores estadounidenses se apresuraron a entregarle grandes cantidades del grano a China, y a otros mercados, antes de las sanciones.

Esto produjo niveles récord de exportaciones de soya en mayo y aumentó las cifras del PIB. Algunos economistas, como Jeffrey Dorfman, un profesor de la Universidad de Georgia, piensan que el impacto general no fue significativo; otros, como Ian Shepherdson de la consultora Pantheon Macroeconomics, sugieren que es probable que las ventas de soya hayan impulsado el crecimiento del PIB en hasta 0.6 puntos porcentuales. De cualquier manera, una cosa ahora ha quedado clara: la soya ya no está siendo ignorada.

La saga de la soja da mucho que pensar por varias razones. En primer lugar, representa un oportuno recordatorio de que no todo lo que importa en el mundo moderno está relacionado con la tecnología digital o con el ciberespacio; a veces son las cosas tradicionales a las que debemos prestarles atención, antes de que nos hagan trastabillar.

En segundo lugar, ya era hora de que le prestáramos mucha más atención al rol que la soya ha estado desempeñando recientemente en el escenario geopolítico, incluso antes de que estas últimas sanciones se implementaran. Durante la última década, aunque la mayoría de los expertos han estado obsesionados con el ciberespacio, algo bastante notable ha estado sucediendo — en gran parte desapercibido — en el ámbito de la agricultura.

El mundo agrícola desde hace tiempo ha estado consciente de que la soya es tan rica en proteínas que no sólo se puede usar como alimento para los humanos, sino que también se puede triturar para producir un alimento animal perfecto. Debido a que los consumidores asiáticos se han vuelto más adinerados durante los últimos años, ellos actualmente están comiendo mucho más pollo y cerdo. Y, en donde las granjas familiares chinas solían alimentar a sus animales con sobras de la cocina, ahora están recurriendo a la harina de soja para engordar a esos pollos y a esos cerdos. Los agricultores brasileños y los estadounidenses se han apresurado a abastecer una nueva fuente de demanda de soja. Como resultado, se ha convertido en el cultivo de más rápido crecimiento en el mundo. Esta primavera, la cantidad de tierra sembrada con soya eclipsó la sembrada con maíz para convertirse en el cultivo más grande de EU. Ésta es la razón, por supuesto, precisamente por la que los chinos se han enfocado en la soya: ellos saben que los aranceles afectarán a los agricultores estadounidenses en donde realmente les duele.

En tercer lugar, esto muestra cuán extremadamente difícil es para los economistas predecir las ramificaciones de las guerras comerciales. Un factor es que ha habido pocas guerras comerciales importantes en el pasado reciente para usar como puntos de datos; la última vez que ocurrió una guerra comercial global verdaderamente significativa fue en la década de 1930.

En cualquier caso, no se puede pronosticar el impacto de una guerra comercial considerando sólo los macronúmeros; también se necesita considerar detenidamente las entrelazadas cadenas de suministro. Los economistas de alto nivel generalmente no pasan mucho tiempo departiendo con los modestos administradores de las cadenas de suministro y, además, estas cadenas tienden a ser confusas y complejas. Predecir el impacto de los aranceles es, por lo tanto, extremadamente difícil.

La teoría macroeconómica pudiera indicar que, a medida que China le impone aranceles a la soya estadounidense, las empresas chinas responderán comprándole sus granos a Brasil, y los agricultores estadounidenses redirigirán sus exportaciones a nuevos mercados. El secretario de Comercio estadounidense, Wilbur Ross, está tan seguro de que este feliz escenario se cumplirá, que él insiste en que el impacto global de los aranceles de soya será relativamente insignificante.

Sin embargo, la cadena de suministro nos comunica algo diferente. Los agricultores dicen que será difícil cambiar sus cadenas de venta en la manera que los economistas predicen, razón por la cual hubo una avalancha de ventas prearanceles. De ahí el desacuerdo entre los economistas acerca de si los aranceles de la soya realmente están afectando el PIB, y acerca de lo que sucederá durante los próximos meses.

Lo que está sucediendo con la soya pudiera proporcionar una perspectiva de lo que podría suceder si la guerra comercial se intensificara y comenzara a disrumpir docenas de complejas cadenas de suministro.

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