Financial Times

La ironía de que las compañías alemanas se beneficien de la 'victoria' comercial de Trump

Cerca de dos tercios de los más de 270 mil coches denominados como estadounidenses que se vendieron a China en 2017 fueron fabricados en Alemania.

Esta semana, Beijing le dio al presidente Donald Trump una pequeña victoria. China acordó comprar más de 1.5 millones de toneladas de soya estadounidense, la primera gran importación desde la intensificación de la guerra comercial en julio. El gobierno chino también prometió reducir los aranceles a las importaciones de automóviles de EU al 15 por ciento, después de elevarlas del 25 al 40 por ciento a principios de este año. "¡Conversaciones muy productivas con China!", tuiteó Trump enseguida, cantando victoria.

Aunque los agricultores estadounidenses se benefician de las ventas de soya, los verdaderos ganadores de la "victoria" automotriz no son en realidad las automotrices estadounidenses. Los gigantes de Detroit, así como Tesla, le venden a China automóviles de fábricas con sede en EU. Pero China importa sólo el 10 por ciento de sus coches de EU, porque los grupos automovilísticos estadounidenses han trasladado su producción hacia allá (y Tesla está planeando establecer una nueva fábrica en Shanghái).

Además, aproximadamente dos tercios de los más de 270 mil coches denominados como estadounidenses que se vendieron a China en 2017 fueron fabricados por grupos de propiedad alemana. Por ejemplo, las mayores ventas provinieron de la fábrica de BMW en Spartanburg, Carolina del Sur (que es su planta de producción más grande del mundo), mientras que las ventas de la planta de Daimler cerca de Tuscaloosa, Alabama ocuparon el segundo lugar.

Dicho de otra manera, son las compañías alemanas — no las estadounidenses — las que tienen motivos para estar de buen humor esta semana, entre otras cosas porque han estado cabildeando mucho: la semana pasada, los principales ejecutivos de Daimler, Volkswagen y BMW le dijeron a la Casa Blanca que podrían trasladar la producción a China si se mantenían los aranceles del 40 por ciento.

Las compañías de propiedad estadounidense, por el contrario, han tenido menos éxito. Por ejemplo, en octubre, General Motors y Ford advirtieron que los costos de los productos básicos serían mil millones de dólares más altos el próximo año porque los aranceles aplicados al acero y el aluminio están afectando a sus fábricas en EU. Su solicitud de ayuda no ha recibido respuesta hasta ahora.

Lo que eventualmente quieren los halcones del comercio estadounidenses es separar la industria tecnológica estadounidense de China para que sea suficientemente autosuficiente para sobrellevar "las próximas guerras chinas" (para citar el título del libro de 2006 escrito por Peter Navarro, asesor de línea dura de la Casa Blanca).

Así que saboreemos la ironía de que las compañías alemanas se beneficien de la "victoria" comercial de Trump.

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