Financial Times

Fallas del Mundial, autogoles para Brasil

¿Deberían los países en desarrollo servir de anfitriones y ayudar a financiar costosos eventos deportivos internacionales, como los Juegos Olímpicos y la Copa del Mundo, cuando tienen tantas otras prioridades, como la mejora de sus servicios públicos?

El viceministro brasileño del deporte, Luis Fernandes, aprovechó una teleconferencia para responder a quienes critican los preparativos del país para la Copa del Mundo, que comienza la próxima semana.

Dijo que sectores de la opinión pública en los países del primer mundo albergan prejuicios contra los países en desarrollo y su capacidad para servir de anfitriones para eventos de gran envergadura, especialmente torneos deportivos.

El Sr. Fernandes habló acerca de un incendio en una discoteca en el sur de Brasil el año pasado, donde unos 240 jóvenes murieron. La tragedia fue injustamente utilizada por algunos medios de comunicación para cuestionar la capacidad de Brasil para organizar la Copa Mundial y los Juegos Olímpicos en 2016, argumentó.

"Cuando accidentes similares se produjeron en el Reino Unido, en Francia, en Rusia, o en China antes de ser sedes de grandes acontecimientos mundiales, el mismo cuestionamiento o escepticismo no estaba dirigido contra los países en sí: para nosotros, eso representa prejuicio en nuestra contra", dijo el Sr. Fernandes, aludiendo a la irritación de Brasil ante las críticas provenientes del extranjero.

A pesar de que su argumento no estaba totalmente en lo cierto –después de todo, Rusia y China son también países en desarrollo– el viceministro planteó algunas preguntas interesantes.

¿Deberían los países en desarrollo servir de anfitriones y ayudar a financiar costosos eventos deportivos internacionales, como los Juegos Olímpicos y la Copa del Mundo, cuando tienen tantas otras prioridades, como la mejora de sus servicios públicos?

¿Y tienen otros países el derecho de cuestionar o criticar los preparativos de una nación para dichos juegos, o equivale esto a una actitud chovinista y condescendiente de los países del hemisferio norte, o a un feo perjuicio neocolonial?

La respuesta a la primera pregunta debe depender de si el pueblo del país anfitrión, rico o pobre, apoya sin reservas la idea de organizar el evento. Después de todo, los contribuyentes eligen la manera en la que se gasta su dinero. En el caso de Brasil, parece que muchos votantes estaban a favor en 2007, cuando el país ganó el derecho a organizar la Copa del Mundo.

Pero en aquel momento Brasil disfrutaba de un boom económico, y hoy está entrando en su cuarto año de bajo crecimiento. Un sondeo en abril del grupo de investigación Datafolha mostró que los brasileños se sienten cada vez más pesimistas acerca de sus perspectivas económicas.

Una nueva clase media baja ha surgido y ha comenzado a exigir mejores servicios públicos. Existe la percepción de que el dinero se está desperdiciando en la Copa del Mundo, sobre todo en corrupción, cuando el pueblo quiere mayores gastos para hospitales y escuelas.

Para contrarrestar esta reacción, el gobierno brasileño tendrá que hacer un mejor trabajo vendiéndole al pueblo los beneficios de organizar este evento. Parte de la supuesta ventaja es la infraestructura –Brasil ha develado varios proyectos emblemáticos que coinciden con la Copa del Mundo, incluyendo dos grandes terminales aeroportuarias y una nueva línea dedicada de tránsito rápido de autobuses en Río de Janeiro.

El otro supuesto beneficio es utilizar los eventos para comercializar Brasil en el extranjero. Pero la tardanza de Brasil en la preparación de los estadios para la Copa Mundial ha dado lugar a duras críticas de parte de la FIFA, organismo rector de futbol, así como una abundante y poco favorecedora cobertura en los medios internacionales.

Si la puesta en escena de un Mundial o de Juegos Olímpicos nos enseña una lección, es que el país anfitrión se ve sometido a una cantidad extraordinaria de escrutinio. El incendio en la discoteca Kiss de Santa María se produjo después del uso no autorizado de fuegos artificiales en el recinto. Al club también se le acusó de tener procedimientos de seguridad inadecuados y carecer de salidas de emergencia. Parecería lógico que semejante incidente suscite una preocupación general en el extranjero acerca de las normas de seguridad en los recintos públicos de Brasil.

De hecho, Brasil no es el primer país anfitrión en sufrir tal escrutinio. Los Juegos Olímpicos de Invierno en Sochi, Rusia, este año, fueron criticados por la supuesta mala calidad de los alojamientos y el exceso de los costos.

Los preparativos de Londres para los Juegos Olímpicos de verano en 2012 fueron objeto de críticas por no menos que el candidato republicano a la presidencia de EU, Mitt Romney, aunque más tarde trató de retractarse. O tomemos los duros ataques a los cuales Qatar está sometido en vistas de su Mundial de 2022.

La crítica internacional tiene una tendencia a pasar por alto las condiciones culturales de cada país. Brasil, por ejemplo, tiene una cultura de improvisación y de hacer las cosas en el último minuto, dijo el Sr. Fernandes. Las preparaciones pueden parecer caóticas pero todo saldrá bien al final, argumenta.

Puede que sea así, pero cuando invitas al mundo entero a visitarte, hay que esperar una cantidad incómoda de escrutinio. El futbol, dentro y fuera del campo, requiere coraje y mucha tolerancia al dolor.

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