Financial Times

FINANCIAL TIMES: En Brasil ‘grita’ una clase media más exigente


 

 
 
Por Joe Leahy
 
 

El gobierno de Brasil juró que no permitiría que manifestantes interrumpan la puesta en escena de eventos para la Copa Mundial del fútbol después de que el país vivió las mayores manifestaciones en 20 años la noche del lunes.

Cientos de miles de personas montaron manifestaciones mayormente pacíficas en Rio de Janeiro, São Paulo y Brasilia, igual que en las capitales de otros estados, incluso Belém en el Amazonas, Belo Horizonte y Porto Alegre en el sur. Se esperaban más protestas la noche del martes.

"Quien piense que puede impedir estos eventos encontrará la completa determinación del gobierno para asegurar que esto no pase", dijo  el ministro de turismo Aldo Rebelo al FT. "No toleraremos ningún esfuerzo por detener la realización de estos eventos. Los manifestantes serán tolerados, pero dentro de los límites".

La espontaneidad e intensidad de las manifestaciones han tomado por sorpresa a políticos de todas las tonalidades. Representan el desafío político más grave a la presidenta Dilma Rousseff en sus 2 años y medio de mandato.

Lo que comenzó como pequeñas manifestaciones estudiantiles en São Paulo hace unas pocas semanas contra un aumento en las tarifas de los autobuses y el metro, se ha multiplicado hasta convertirse en una expresión de descontento nacional con las clases políticas del país.

Las manifestaciones llegan en el momento en que Brasil está montando la Copa Confederaciones, el ensayo general para su papel de anfitrión de la Copa Mundial el año que viene.

"Creo que Brasil tiene que despertarse, nuestras quejas son acerca de mucho más que boletos [de autobús], es la economía estancada, es la corrupción, es la falta de seguridad pública, la falta de derechos civiles", dijo María Eduarda Carvalho, una científica social que marchaba en São Paulo con su esposo y sus hijas.

La noche del lunes, la presencia policiaca fue más restringida, debido a que los gobiernos de la ciudad y el estado trataron de evitar una repetición de las manifestaciones del jueves pasado y del fin de semana, cuando la policía antidisturbios chocó con los manifestantes en los juegos de apertura de la Copa Confederaciones en Brasilia y Rio de Janeiro bajo la luz de los medios internacionales.

Presunta brutalidad policial captada por las cámaras ayudó a consolidar el apoyo público de las manifestaciones.

El lunes, los manifestantes en Brasilia lograron invadir la azotea del edificio del Congreso, diseñado por el gran arquitecto modernista del país, Oscar Niemeyer, antes de eventualmente acordar abandonarlo.

En Rio de Janeiro, un pequeño grupo disidente atacó el edificio de la legislatura del estado, hiriendo a la policía y brevemente invadiendo la estructura antes de ser repelido.

El edificio y la zona de los alrededores en el sector histórico de Rio estaban cubiertos de grafitis después del incidente. 'Cabral dictador', decía uno, nombrando al gobernador estatal de la ciudad, Sergio Cabral. 'Así comienza la Copa', decía otro. Otros utilizaban palabras más fuertes contra la Copa Mundial.

La marejada de protestas, organizadas a través de medios de comunicación social, apareció en medio de otros eventos similares en otros países latinoamericanos y en el extranjero, con el aumento de una clase media que exige servicios públicos más sofisticados y políticos más responsables.

Los brasileños se hallan profundamente desencantados con la calidad de sus líderes a raíz de una interminable serie de escándalos de corrupción que afecta todos los niveles de gobierno pero que culmina en el Mensalao, o gran estafa de los pagos mensuales, en el cual antiguos miembros del gobernante Partido de Trabajadores fueron condenados por compra de votos en el congreso.

El desafío para los políticos consiste en que el movimiento de manifestaciones está en contra de todos los partidos. Dilma Rousseff, todavía uno de los presidentes más populares del mundo, no es el foco, y el lunes trató de mantenerse al margen de las quejas de los manifestantes. "Brasil se despertó más fuerte hoy", dijo, celebrando las manifestaciones como muestra de la democracia.

Pero enfrenta elecciones el año que viene y su popularidad está empezando a decaer al bajar el paso de la economía, empezar a subir el desempleo –todavía cerca de niveles históricamente bajos– y con el aumento en las tasas de interés que aprieta a consumidores muy endeudados.

"El riesgo para Rousseff y para la clase política en general es que va a ser muy difícil gobernar durante los próximos 2 años", dice Joao Augusto de Castro Neves, analista del Grupo Eurasia. "Tenemos una clase media exigente y el gobierno tiene que entregar más a esta clase media pero con menos recursos".

Rousseff ya está bajo fuerte presión de los mercados para detener el déficit presupuestal del gobierno y ayudar a controlar la persistente inflación, la cual flota cerca de la proyección máxima del banco central de un 6.5%.

"La nueva clase media –la base de apoyo del actual gobierno– parece cada vez más inquieta y preocupada por conservar las ganancias económicas recientes", dice Tony Volpon, un economista de Nomura. "Si, como muchos creen, las tasas de desempleo comienzan a subir y los verdaderos niveles de consumo decaen debido a la pegajosa inflación, el apoyo de este sector electoral clave podría debilitarse".
 
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