Financial Times

Brexit refleja el olvido del imperialismo británico

La asociación de la nostalgia y del imperio está ligada a la vida de los británicos, quienes pretenden regresar a su vocación imperialista con graves consecuencias para el futuro.

Como estrategia de marca, fue lamentable. El hecho de que algunos funcionarios británicos se hayan referido a sus esfuerzos por firmar nuevos acuerdos comerciales con las naciones de la Commonwealth como "Imperio 2.0" comenzó como una broma interna. Pero la frase ha sido aprovechada por los críticos del Brexit como confirmación de que la idea está impulsada por la nostalgia del imperio.

Me parece un grave malentendido de la relación de Gran Bretaña con su pasado. En lugar de estar obsesionados por el imperio, los británicos han optado en gran medida por enviar la experiencia imperial al "agujero de la memoria" de George Orwell. La mayoría de los británicos, incluyendo a los principales políticos, desconocen profundamente la historia imperial del país.

Sin embargo, esta amnesia imperial tiene una influencia crucial sobre el Brexit. Demuestra que los partidarios principales del Brexit y los defensores de "Gran Bretaña global" no entienden el pasado, lo cual tiene consecuencias peligrosas para el futuro. Hablan cariñosamente de regresar a la vocación histórica de Gran Bretaña como una "gran nación comercial", cuando en realidad era una gran nación imperial. Esta importante distinción conduce a un exceso de confianza en la facilidad de recrear un destino comercial global, en un mundo en el que Britania ya no gobierna las olas.

En la era imperial, Gran Bretaña tenía la costumbre de entrar por la fuerza en los mercados globales. La Compañía Británica de las Indias Orientales optó por la guerra cuando sus privilegios comerciales se vieron amenazados y terminó extendiendo su dominio sobre la mayor parte de India. Y cuando China intentó detener el comercio del opio en el siglo XIX, Gran Bretaña optó nuevamente por la guerra, hundiendo la flota china y obligando a la dinastía Qing a ceder Hong Kong.

La ignorancia de los británicos de su propia historia imperial es capturada por un pasaje de la autobiografía de Tony Blair. El exprimer ministro señala que cuando el Reino Unido devolvió a Hong Kong a China en 1997, Jiang Zemin, el presidente chino de la época, sugirió que Gran Bretaña y China podrían ahora dejar atrás el pasado. El Sr. Blair admite que: "En ese momento, tenía sólo una comprensión limitada e incompleta de lo que era ese pasado".

Pero mientras que la élite británica puede haber olvidado en gran parte su propia historia imperial, los países que Gran Bretaña considera cruciales para su futuro como una nación comercial decididamente no lo han hecho.

Shashi Tharoor, jefe del comité de asuntos exteriores del parlamento indio, acaba de publicar un crítico relato del gobierno imperial británico en India, 'Inglorious Empire' (Imperio Ignominioso). Aquellos británicos que hablan con confianza sobre cómo los "lazos históricos y culturales" de Gran Bretaña con India harán que sea fácil entablar un nuevo acuerdo comercial deben leer el libro de Tharoor. Les convendría ver el mundo a través de los ojos de las superpotencias económicas emergentes del siglo XXI —India y China— países colonizados o derrotados por Gran Bretaña; que, consecuentemente, albergan sentimientos decididamente ambivalentes hacia el Reino Unido.

La vaguedad británica sobre el pasado imperial del país refleja la historia que se enseña en las escuelas y universidades. Los currículos estándar enfatizan la historia política británica y el desarrollo de la democracia parlamentaria. En cuanto a las interacciones de Gran Bretaña con el resto del mundo, los estudiantes aprenden sobre las guerras contra Napoleón y Hitler, pero muy poco sobre el imperio.

Para un historiador marciano lo más interesante de la historia británica moderna seguramente se centraría en el país que construyó un imperio mundial masivo. Pero para los propios británicos, formular la historia nacional en torno a la guerra contra los nazis —en lugar del imperio— tiene un objetivo psicológico. Ha permitido a Gran Bretaña formar una imagen nacional como defensores de la libertad y de los indefensos valientes en lugar de una imagen como opresores imperialistas.

Si la primera ministra Theresa May quiere realmente forjar un futuro para una "Gran Bretaña global", podría considerar cambiar la narrativa que se enseña a sus ciudadanos. Sería útil que los futuros políticos británicos comprendieran la importancia no sólo de 1939, año en que estalló la segunda guerra mundial, sino también de 1839, año en que estalló la primera guerra del opio.

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