¡Felicitaciones a Mauricio Macri! Al parecer no fue fácil pero ha jurado como presidente de la Argentina. En su discurso inaugural del jueves, pronunció estas palabras:
Todo esto puede sonar increíble después de tantos años de enfrentamientos inútiles pero llegó el momento en el que todos debemos unirnos para crecer y mejorar.
"Décadas" habría sido un término más descriptivo que "años". En las décadas de 1960 y 1970, la Argentina fue el país más rico de su región. Desde entonces, Chile la dejó atrás, Uruguay se puso al mismo nivel y hasta Brasil ganó mucho terreno.
El cuadro es aún peor si se retrocede más de un siglo. En las décadas anteriores a la I Guerra Mundial, la Argentina era uno de los países más ricos del mundo. Eso cambió.
Parte del problema es que la temprana riqueza de la Argentina se construyó en base a las exportaciones de materias primas, en especial los productos agrícolas. Era un país rico pero, a diferencia de los Estados Unidos y Alemania a fines del siglo XIX (y de Japón más adelante), no estaba construyendo una economía industrial diversificada. Sin embargo, otros países dependientes de las materias primas como Australia y Canadá con el tiempo lograron modernizar sus economías. ¿Por qué no lo hizo la Argentina?
Hay toda una industria artesanal dedicada a explicarlo. The Economist publicó una muy útil síntesis el año pasado. El problema clave claramente es la disfunción política. Los países económicamente exitosos pueden discutir por distintas cosas internamente pero encuentran la manera de fijar un rumbo intermedio constante hacia adelante. Los no exitosos van de un enfoque a otro: "política pendular" es un término que se ha aplicado a la Argentina y otros países latinoamericanos.
Un elemento que se suma en la Argentina es que gran parte de esta fluctuación pendular se produjo dentro del mismo partido político, el peronista, movimiento populista que lleva 69 años y que se parece a Donald Trump en su tendencia a contradecirse alegremente.
Kirchner es peronista. Macri, ex jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires y presidente del club de fútbol Boca Juniors, no lo es… y las palabras que pronunció el jueves muestran que le gustaría mucho detener ese péndulo. La historia argentina no da grandes motivos para tener confianza en que triunfará. Pero también hace difícil no hinchar por él.
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