Economía

Cuando los presidentes se van

El mandatario de Panamá, Ricardo Martinelli confiesa que le tomó cinco años traer el Foro Económico Mundial a su país. En unas semanas se celebrarán elecciones presidenciales en esa nación y entregará el poder en septiembre.

CIUDAD DE PANAMÁ.- Ricardo Martinelli Presidente de Panamá confesó en su participación en el Foro Económico Mundial que le tomó 5 años traer la sede del evento a su país. Cinco años de visitas ininterrumpidas a Davos, para hacer mérito.

Panamá sostiene elecciones presidenciales en unas semanas y Martinelli entregará el poder en septiembre. Sus números son destacados para América Latina: crecimiento promedio de 9% en cinco años; reducción de la pobreza de 38% de la población a un 23% que hoy vive en condiciones de pobreza o extrema pobreza; 4500 millones de dólares en infraestructura; nuevo Metro (Sistema de transporte colectivo) de 14 kilómetros en su primera etapa que se convierte en el primero en Centroamérica.

En su discurso, Martinelli que se define a sí mismo como empresario y no político, afirma que concentró su estrategia en un plan agresivo de inversiones públicas, reconfiguración fiscal –sólo el 7% de las empresas panameñas pagaban impuestos cuando llegó al poder- promoción del comercio e incremento de la competitividad. Y el nada despreciable 72% de avance en las obras de expansión del canal de Panamá, principal fuente de ingresos de este país. Todo eso hizo en 5 años y se refleja en el crecimiento de Panamá.

Por su parte Laura Chinchilla, Presidenta de Costa Rica coincide en plazos y tiempos. Su periodo termina en un par de meses y hace el mismo recuento de su gestión: recuperación de tazas de crecimiento del 4 al 5%; fortalecimiento institucional; política anti burocracia; convicción nacional por la cultura ambiental, Costa Rica no explota su subsuelo, petróleo, oro, gas, nada; formación de un consejo de competitividad con empresarios; establecimiento de la educación como eje central y aislamiento de Costa Rica como espacio de plena seguridad, casi un paraíso en la convulsa Centroamérica, rebosante en narcos y maras.

Ambos terminan sus periodos en unos meses, se van satisfechos de su gestión, se retiran con promedios de aceptación medianamente aceptables, aunque a Martinelli lo acusa la oposición de corrupto.

Se van con un dejo de nostalgia, con esa sensación de abandonar el poder y regresar a la normalidad ciudadana, donde no hay ujieres ni soldados, donde se acaban las banderas y las estrellas.

Es un paso difícil, que a algunos les sale bien, con entereza y dignidad y pueden reinventarse la vida en la diplomacia, en los organismos internacionales, en la academia, incluso en la iniciativa privada. Pero a otros les entra un desasosiego que no ven la hora de volver, de repetir en el cargo, en aquellos países donde se puede.

Tony Saca de El Salvador – Presidente del 2006 al 2010- lo intentó apenas en las últimas elecciones, y no pasó siquiera de la primera vuelta. Michel Bachelet que después de su primer período se fue a las Naciones Unidas, regresó aplastante para ganar un segundo término que recién inicia con un temblor.

Daniel Ortega intentó el regreso en varias ocasiones, para declararse ahora Presidente permanente a la pobre y dictatorial usanza chavista. Oscar Arias en Costa Rica regresó también a un segundo período como lo hizo Alan García en Perú. Este último tuvo un desempeño sensiblemente mejor la segunda vez que la primera, prueba de que algo aprendió.

Pero no es fácil irse, soltar, abandonar el poder y entender que su tiempo ha terminado. Le pregunto a Martinelli sobre su futuro, le brillan los ojos, me dice que vuelve a sus negocios, pero sigue siendo Presidente de su partido. Me parece que está picado con el virus del poder político que no se cura, y se enquista para toda una vida. La misma pregunta le hago a Chinchilla, y me dice que primero vacaciones y luego organismos multilaterales, diplomacia, mundo.

Ambos estarán de regreso en unos años, con la convicción de que su país los demanda.

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