Economía

Crean en Reino Unido Ministerio del ‘Empujoncito’


 
 
New York Times News Service
 
Alex Gyani tuvo una idea, pero hasta él la consideró algo inverosímil. Él es un psicólogo de 24 años de edad que trabaja en el gobierno británico y se suponía que debía idear nuevas formas de ayudar a las personas a encontrar trabajo.
 
Le intrigaba un estudio poco conocido, de 1994, en el que se siguió a un grupo de ingenieros desempleados en Texas. Ellos escribieron sobre cómo se sintieron al perder el empleo y resultó que tuvieron el doble de probabilidades de encontrar trabajo que los que no escribieron.
 
Gyani llevó el estudio a un centro de empleo en Essex, al noreste de Londres, donde estuvo asignado varios meses. Cierto, parecía una locura, ¿pero dañaría intentarlo? Hayley Carney, una de las gerentes del centro, estaba dispuesta a tratar.
 
Carney se acercó a un hombre desplomado en una silla de plástico en la sala de espera, mientras Gyani observaba en el otro extremo. El hombre – de 28 años, recién separado y desempleado la mayor parte de su vida adulta – fue el "caso más difícil", dijo Carney después.
 
"¿Qué te parecería escribir sobre cómo te sientes (por no tener trabajo)?", le preguntó. Escribe por 20 minutos, una vez a la semana, cualquier cosa que se te ocurra. Siguió un silencio incómodo. Quizá fue una mala idea, Gyani recuerda haber pensado.
 
Luego, el hombre encogió los hombros. ¿Por qué no? Y, así, cada semana, después de ver a un asesor en empleo, se quedaba y escribía. Escribió sobre cómo presentó solicitudes en docenas de empleos y pocas veces le respondían; sobre no tener ninguna razón para levantarse por las mañanas; sobre su esposa que lo abandonó. Volvía a leer lo que había escrito la semana anterior y luego volvía a escribir.
 
Durante varias semanas, las palabras se hicieron menos confusas. Empezó a ganar confianza y su asesor de empleo notó el cambio. Antes del fin de mes, consiguió un empleo de tiempo completo en la construcción, de hecho, su primer empleo.
 
UNA IDEA QUE SURGIÓ EN ESTADOS UNIDOS
 
¿Fue el ejercicio de escribir lo que hizo que el hombre encontrara empleo? Aun hoy, a Gyani le resulta difícil asegurarlo, sin embargo, fue el comienzo de una exitosa prueba de investigación en el centro de empleo en Essex; uno que es parte de un experimento social mucho más amplio que se realiza en Gran Bretaña.
 
Un grupito de psicólogos y economistas trabajan discretamente en la transformación del diseño de políticas en el país. Inspirados en la ciencia del comportamiento, el grupo se dispersa hacia centros de empleo, escuelas y oficinas gubernamentales locales en todo el país, y modifica los procesos burocráticos para que sean más adecuados para la naturaleza humana.
 
El objetivo es ver si intervenciones breves, que no cuestan mucho, pueden cambiar el comportamiento en grandes formas que sirven tanto a los individuos, como a la sociedad.

Es una idea estadounidense, refinada en universidades estadounidenses y popularizada en 2008 con el libro de grandes ventas, "Nudge", por Richard H. Thaler y Cass R. Sunstein.
 
Thaler, colaborador de la columna "Economic View" de The New York Times, es un economista en la Universidad de Chicago, y Sunstein fue un alto funcionario regulatorio en el gobierno de Obama, donde aplicó sus hallazgos sobre el comportamiento a una gama de políticas regulatorias, pero no tuvo el mandato ni los recursos para realizar experimentos.
 
Sin embargo, es en Gran Bretaña donde han echado raíces tales experimentos. El Primer Ministro David Cameron adoptó la idea de poner a prueba el poder del cambio conductual para diseñar políticas efectivas, viéndola no solo como una forma de ayudar a la gente a tomar mejores decisiones, sino también como forma para ayudar al gobierno a hacer más por menos.
 
En 2010, Cameron estableció el equipo Behavioral Insights o "Unidad del empujoncito", como se le llama a menudo. Tres años después, el equipo duplicó su tamaño y está a punto de anunciar una empresa mixta con un socio externo para expandir el programa.
 
La unidad ha estado empujando a las personas para que paguen impuestos a tiempo, aíslen los áticos, se inscriban en la donación de órganos, dejen de fumar durante el embarazo y aporten a las beneficencias.
 
Además, les ha ahorrado decenas de millones de libras a los contribuyentes en el proceso, notó David Halpern, su director.
 
Ahora, se capacita en la ciencia del comportamiento a cada servidor público en el gobierno. La unidad del empujoncito tiene una lista de espera de dependencias gubernamentales ansiosas por trabajar con ella, así como de otros países, desde Dinamarca hasta Australia, que han expresado su interés.

ÉXITOS CON INFRACTORES
En el núcleo del empujón está la creencia de que las personas no siempre actúan según su propia conveniencia. Nos podemos sentir arruinados por la ansiedad e influenciados por nuestro deseo de pertenecer a algún círculo. Tenemos prejuicios y hábitos, y podemos ser flojos: al tener que tomar una decisión, lo más probable es que nos vayamos con la opción de la omisión, ya se trate de un tono para el teléfono móvil o de un plan de pensiones.
La manipulación del comportamiento es algo trillado en el sector privado, donde los publicistas y las empresas han estado empujando a los consumidores durante décadas, pues basta con pensar en las barras de chocolate estratégicamente colocadas junto a las cajas.
Sin embargo, en políticas públicas, quienes proponen los empujoncitos estudian el comportamiento humano para tratar de entender por qué, a veces, las personas toman decisiones que considerarían malas en otros, luego prueban los cambios pequeños en cómo se presentan esas decisiones, para ver si es posible guiar a la gente para que tome mejores decisiones; como poner manzanas en lugar de chocolates al nivel de la vista en las cafeterías escolares.

Es engañoso realizar experimentos perfectamente controlados en situaciones de la vida real, pero demostrar el valor de los empujoncitos es un principio central del programa, señaló Halpern.
Uno de los mayores éxitos de la unidad del empujoncito se refiere al pago de impuestos.
Inspirado, en parte, en un experimento de campo en Minnesota, Estados Unidos, el equipo de Halpern ayudó a probar distintas cartas recordatorio, enviadas a cientos de miles de personas que no habían pagado su cuota tributaria.
Un empujón fue decirles a los destinatarios con una oración que la mayoría de las personas de su comunidad ya habían pagado sus impuestos y, en otra, se decía que ya habían pagado la mayoría de los deudores de cantidades similares de impuestos.
Ambos mensajes reforzaron la recaudación tributaria y combinarlos tuvo un efecto aún más fuerte. En el último año financiero, las cartas produjeron 210 millones de libras en ingresos, dice el departamento tributario y de aduanas de Gran Bretaña; dinero que se habría tenido que ir a buscar con costosos procesos judiciales y del cual no se habrían ganado intereses.
"Creo que dentro de una o dos décadas miraremos esto y diremos: '¿Quieres decir que antes no hacíamos esto?'", dijo Halpern, excatedrático de psicología social en la Universidad de Cambridge.
Él se refiere a la unidad del empujoncito como una "operación guerrillera" que trabaja desde dentro para hacer que sea más eficiente el gobierno.
"Imagine que solo pudiéramos mejorar en 5, 10 o 15 por ciento lo que hacemos cada año", señaló. "Quiero decir, eso más o menos arregla nuestro problema relativo a presupuestos y austeridad".
 

También lee: