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La Roma no entrega el alma

En su encuentro contra la escuadra inglesa, a 'La Loba' le faltó un gol y le sobró temperamento.

Ante el marcador, el asedio. Ante los goles, el corazón; ante todo la gallardía y la espada.

Lo sucedido en el Olímpico de la capital italiana se recordará durante varios años: la gesta del Liverpool ante una gloriosa Roma que dio el cuerpo y la enjundia hasta el último respiro de un bellísimo encuentro de futbol que dio de alta al otro finalista de la Champinos League de Europa. Lo sucedido en Anfield hace una semana parecía mucho para los locales, que habían recurrido a la épica para vencer en el mismo escenario de anoche a un engreído Barcelona. Las grandes lidias no suelen repetirse tan frescamente, pero la Roma estuvo a punto de enviar a la prórroga un debate de emociones.

Desde que la pelota comenzó a correr en el césped del Olímpico del 60, el futbol se disfrazó de agilidad, desparpajo y mucha tensión. El Liverpool jugaba abierto al más puro estilo inglés; pero revolucionado. Los de casa comenzaron el asedio, con la actitud de César en las Galias. El asalto a la portería británica estuvo cargadísimo de ímpetu; algunas veces más con esmero que con tino. Fue una vorágine. El gol de Mané en el minuto 9 descontroló la artillería romana, pero el empate de Milner en el 15' revivió la valentía de un cuadro que necesitaba la herida para sanarse. Wijnaldum, en el 25', sangró otra vez el orgullo local. La Roma necesitaba, ahora, cuatro para el alargue. Había, sin embrago, relato; Italia ha acumulado la enciclopedia del drama con sus clubes y con la Nazionale. En el 52', Dzeko remató ante el arco y acercó la esperanza, nunca ida, en el 11 romano. El deporte es metafísico en la medida en la que ventila lo más íntimo del ser humano. Nada es cierto; nada es mentira. Todo: ejecución.

En el 86', Nainggolan dispuso que la diferencia regresara a lo posible, a lo alcanzable. Los aficionados, esa multiplicacion de la fe, creyeron que Lázaro se levantaba dos veces en semanas seguidas. Peor aún: a los cuatro minutos del postiempo anotó el sexto de la serie para la Roma. Faltaba un gol para que el marcador se empatara. Un gol. Uno.

El Liverpool cedió el protagonismo ante el voluntarioso rival. Al filo, comprometió su futuro.

Faltó un gol.

Sobró temperamento.

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