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La irrealidad se llama Rusia

Tras el triunfo de Rusia ante Egipto en el Mundial, Mauricio Mejía analiza cómo el futbol ha perdido la razón y la lógica.

COPA MUNDIAL

RUSIA 2018

El futbol ha perdido la razón. El Mundial de Rusia se ha convertido en una turbulencia de asombros. Rusia, con uno de los peores estándares del ranking de la FIFA, se ha convertido en la primera selección clasificada a la siguiente ronda del certamen. No sólo eso: ha goleado a Egipto, un dado por hecho para los pronósticos del grupo. Los rusos, crecidos en el papel de locales, han puesto pies para arriba todas las profecías que le daban los tres partidos reglamentarios.

Los africanos colaboraron en su debacle. Un autogol Fathy al amanecer del segundo tiempo rompió el hielo de un partido intenso y apretado en el que Salah era un profeta en el desierto. Ni el estadio daba crédito al acto. Los aficionados, acostumbrados a la primera fase, tampoco daban por cierta la narrativa fantástica en el campo. Rusia, ajena a la tradición soviética, no saltaba el muro de la fase de grupos y en un parpadeo podía darse la licencia del sueño.

Para que la hazaña tuviera sentido los locales debieron poner de su parte. En tres minutos, del 59 al 62, Cheryshev y Dzyuba completaron el reparto de los goles históricos. La fábula era perfecta hasta el 72 en el que, de penal, Salah rompió la blanqueada rusa. La Revolución Rusa era cierta entre la irrealidad. En su primer Mundial como local, la escuadra roja ha revuelto todos esquemas, todas las estructuras prestablecidas: ocho goles a favor y uno en contra. Son insondables los caminos del futbol. Islandia dio cara a Argentina; México venció a Alemania, Senegal a Polonia y Japón a Colombia. Nada es cierto. Sin embrago, todo es verdad. Egipto sigue sin ganar a un equipo europeo en su historia mundialista y ahora queda eliminado por la locomotora eslava.

San Petersburgo ha sido el escenario de la noche más fantástica en la historia del balompié ruso. Desde la era soviética en Inglaterra 66, no hubo tanto entusiasmo por la pelota en el país más grande del mundo. La locura de este Mundial no parará. El futbol ha perdido la razón y la lógica, como siempre, pero distinto.

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